Anna Bondar, diputada del Servidor del Pueblo, el partido de Volodímir Zelensky, nos recibe en su diminuto piso situado en una típica avenida de Kiev, de tres carriles por sentido, bordeada de edificios austeros e incluso descoloridos. Nos quitamos los zapatos como es costumbre en Ucrania y nos sentamos en la pequeña mesa de la cocina. Café o té.
Arquitecta de profesión, Anna Bondar forma parte de la gran ola renovadora de las elecciones parlamentarias de 2019. Actualmente es miembro de la Rada, el Parlamento ucraniano, de la comisión de organización de los poderes del Estado, autogobierno local, desarrollo regional y planificación urbana.
Como recordatorio de la guerra que se está librando, su marido sale del baño con uniforme de campaña. Viene desde el frente a disfrutar de un permiso. Como diputada en tiempos de guerra, Anna Bondar quiere ante todo rendir homenaje a la sociedad ucraniana. "La auto organización está funcionando bien en Ucrania, desde 2014 y la revolución de Maidán. Pero es más, es una tradición de muchas décadas porque se trataba de nuestra supervivencia. Por ejemplo, bajo la Unión Soviética apenas se enseñaban obras en ucraniano, así que tuvimos que auto-organizarnos para tener acceso a ellas", explica esta mujer de cuarenta años.
Para ella, "sólo se trata de seguir vivo con un vecino así", es decir, Rusia. "Por eso, cuando el enemigo estaba a 20 kilómetros de Kiev en marzo, todo se organizó muy rápidamente. En los primeros días, la logística se colapsó, todo estaba cerrado, pero enseguida circuló la información y encontramos las soluciones. Todas estas personas invirtieron en todos los ámbitos necesarios para garantizar el buen funcionamiento del país.”
Y el presidente Volodímir Zelensky también ha ocupado su lugar. Elegido en 2019 tras una carrera como actor en la telecomedia Servidor del Pueblo, Zelensky llegó al poder por un farol y sin ninguna experiencia política. "Al principio, adoptó posiciones inusuales, pero funcionó, así que...", analiza Bondar. La diputada cree que fue su "falta de experiencia lo que le hizo más fresco, lo que le hizo ver más allá".
Tetyana Oharkova, periodista y directora del departamento internacional del Ukraine Crisis Media Center, rebobina la película. En 2019, al final de su mandato, el presidente saliente, Petro Poroshenko, tenía "una imagen muy guerrera, su política se construía en torno al tríptico 'ejército, lengua, fe'". Había hecho "cosas históricas", como acabar con la dependencia de la Iglesia ucraniana de la Iglesia ortodoxa rusa, pero "al final, tenía la imagen de un conservador cansado".
Según la periodista, Zelensky llegó como un "presidente de la paz" que decía que había que mirar a Putin a los ojos: "Hoy puede parecer ingenuo a todo el mundo, pero en su momento muy pocos criticaron esta postura". Tras su elección, la popularidad de Zelensky empezó a caer en ciertos sectores de la sociedad, como la cultura, el ejército y el sector económico. El primer gobierno de Zelensky sólo duró seis meses y luego ha habido varios cambios en el gobierno.
Y luego, según Tetyana Oharkova, "la guerra lo cambió todo". En primer lugar, destaca "esa histórica e increíble transformación" del presidente ucraniano, que decidió quedarse en Kiev. "De un día para otro, te encuentras con otra persona. Compara las fotos del antes y el después, lo verás por ti mismo.” Esta transformación también se puede ver en su retórica: "¡Oír a Zelensky ahora es oír a Poroshenko en 2019!"
Esta transformación tiene otra cara. Oleh Savychuk es analista en el Centro de Acciones Unidas, una ONG que supervisa el parlamento y el gobierno en un esfuerzo por alcanzar estándares democráticos.
Aunque, dice, "estamos en tiempos de desesperación y la situación actual dista mucho de ser normal", a este joven le preocupa un poco que el Presidente Zelensky concentre tanto poder. Una concentración que se explica, en primer lugar, por el hecho de que el jefe del Estado es también el jefe del ejército, y que además tiene mayoría absoluta en la Rada, pero también por el hecho de que el propio gobierno está debilitado. "Todas las decisiones las toma Zelensky", dice Savychuk.
Ejército, presupuesto, cuestiones sociales
"El poder del presidente, oficialmente, no ha cambiado, pero, por supuesto, el papel del gabinete presidencial es mucho más importante ahora", admite la diputada Anna Bondar. Dice que "no está muy contenta con que el Parlamento haya sido despojado de algunos de sus poderes de esta manera, pero estamos en guerra".
¿El Parlamento sigue haciendo política? Al menos está funcionando. Normalmente, el calendario se divide en cuatro semanas: los representantes elegidos sesionan durante la primera semana, la siguiente se dedica a las comisiones, la siguiente a una nueva sesión y la última a la circunscripción. Pero ahora la sesión parlamentaria es permanente.
"Los diputados obviamente van mucho a las circunscripciones para ver cómo pueden ayudar, pero también intentan estar muy presentes durante las sesiones, es una cuestión de responsabilidad", dice Anna Bondar. Según ella, los problemas actuales son bastante básicos: el ejército, el presupuesto, las cuestiones sociales.
La situación actual del país es muy complicada. La guerra ha creado enormes necesidades. Las poblaciones desplazadas son una sobrecarga para la capacidad económica del país. El Banco Mundial y el FMI estiman que el PIB de Ucrania caerá probablemente un 35% este año.
Y es probable que la situación se deteriore aún más este invierno. Los cortes de electricidad, agua y gas provocados por los ataques rusos podrían afectar aún más a la economía. Y podría plantearse incluso la cuestión de la capacidad de Ucrania para continuar la guerra.
Ante esta situación, una de las decisiones del gobierno de Zelensky es especialmente criticada: una nueva ley social de finales de agosto ha dejado sin protección laboral al 70-80% de la mano de obra del país, principalmente empleados de pequeñas y medianas empresas.
Según la Organización Internacional del Trabajo, esa ley "parece excluir a una parte importante de la mano de obra ucraniana del derecho laboral general, al establecer un régimen paralelo y menos protector", creando una forma de "despido a voluntad" y de "modificación unilateral por parte del empresario de las condiciones esenciales" del trabajo.
Se supone que esta ley sólo durará mientras dure la guerra. Pero, ¿qué pasará cuando haya que reconstruir el país? George Sandul, abogado laboralista y activista ucraniano, cree que el objetivo final del proyecto de plan de reconstrucción es una "distopía al estilo de Mad Max" en la que "todo el mundo negociará por su cuenta sin ninguna regla".
El momento crucial de Crimea
Ante ese rodillo presidencial, es evidente que los diputados no pueden hacer nada. Para el analista Oleh Savychuk, los diputados elegidos en 2019 no tienen, en su mayoría, "ninguna experiencia política", lo que ya era "un gran problema antes de la guerra".
Por ejemplo, al comienzo de la nueva sesión parlamentaria, Andriy Bohdan, que acababa de ser nombado ministro de la Presidencia, "intentó dirigir el parlamento, lo que socavó su independencia al ponerlo en manos del presidente.”
La diputada Anna Bondar prefiere ver el vaso medio lleno. “Es cierto que tanto los parlamentarios de Servidor del Pueblo como el presidente son bastante nuevos", dice, "pero todo el mundo aprende. Antes de nosotros, los gobiernos cambiaban pero la misma administración se mantenía, eso es lo que intentamos cambiar.”
El hecho es que la constitución ucraniana fue "calcada del modelo francés en 1996, en la que el parlamento era débil en comparación con el presidente", recuerda Oleh Savychuk. Por eso, en 2014, una reforma constitucional intentó debilitar los poderes del presidente.
Otra de las dificultades viene de los propios partidos políticos. Con cada nueva elección, surgen nuevos partidos y otros desaparecen. Es cierto que hay uno o dos partidos que empiezan a tener historia", dice Savychuk, "pero todos los demás son nuevos. Incluso el partido de Petro Poroshenko, el anterior presidente, cambió su nombre. Los votantes siempre quieren algo nuevo", dice Savychuk. "Somos nuevos, vótennos", dicen los nuevos partidos. “El resultado es un parlamento muy nuevo, pero no muy adulto.”
Volodímir Yermolenko, filósofo y periodista, redactor jefe de Ukraine World, sitúa la última secuencia en el largo marco temporal de una política ucraniana "que ha evolucionado junto con la sociedad". Primero fue Leonid Kravchuk, el último líder de la República Socialista Soviética de Ucrania de 1990 a 1991, y luego el primer presidente de la República de Ucrania tras la independencia, que "todavía representaba a las élites soviéticas del país". Le siguieron Leonid Kuchma, presidente de 1994 a 2005, y Viktor Yúshchenko, de 2005 a 2010, que "fueron el símbolo del nuevo capitalismo en el país".
En 2010, cuando Viktor Yanukovich llegó al poder, "el país estaba efectivamente dividido en dos entre las fuerzas pro-rusas, que él representaba, y las fuerzas pro-occidentales", añade Yermolenko. Para él, la revolución del Maidán en 2014 marcó "la consolidación de una sociedad ucraniana", pero no de toda la sociedad. En realidad fue la agresión rusa de 2014 -y en particular la anexión de Crimea- lo que supuso "un acontecimiento fundamental, incluso entre los pro-rusos".
En 2014, Petro Poroshenko fue elegido en la primera vuelta "con una promesa de cambio, pero muy rápidamente su popularidad disminuyó". Y por eso en 2019 la sociedad ucraniana volvió a probar algo nuevo, con el ascenso de un político más cercano al pueblo. "Zelensky, en 2019, era un populista", dice el filósofo, "decía: ‘Soy un ciudadano como tú’, y también decía que no le interesaban las instituciones." "La guerra demostró que la distancia entre la sociedad y el poder estaba llegando a su fin. Con Zelensky, esta distancia ya no existe. A veces es sincero, a veces no", sostiene Yermolenko.
Por tradición, los gobiernos regionales y los alcaldes de las grandes ciudades se oponen al poder central. En los últimos años se ha puesto en marcha una importante ley de descentralización. "Antes, el dinero recaudado localmente iba al Estado central, que podía decidir cómo se distribuía, pero ya no es así", explica la diputada Anna Bondar.
Pero cuando empezó la guerra, el problema fue que algunos ayuntamientos se quedaron sin gente: por un lado, porque algunos cargos electos abandonaron Ucrania, como los miembros del Partido de las Regiones del antiguo presidente pro-ruso Yanukóvich, y por otro, porque otros cargos municipales se alistaron en el ejército.
"Por esa falta de personal en las corporaciones municipales el presidente Zelensky decidió crear administraciones cívico-militares, según Anna Bondar. “Esa solución estaba sobre todo justificada en el Este del país, donde los ayuntamientos estaban en manos de los ahora prohibidos partidos pro-rusos.”
Sin embargo, esta situación preocupa a Oleh Savychuk. Para el analista del Centro de Acciones Unidas, las administraciones vinculadas al ejército han "tomado el relevo" de facto. “El problema", dice, "es que aunque está justificado que una administración vinculada al ejército esté cerca del frente, se entiende mucho menos en Leópolis (al otro extremo del país, ndt), por ejemplo.”
¿Y los oligarcas, que el país sufre al menos tanto como Rusia? Anna Bondar cree que esta cuestión está casi resuelta: "Se aprobó una ley anti-oligarcas, no sin dificultad, así que el cambio ha comenzado. Pienso que el poder de los oligarcas ha muerto", añade. “Puede que vuelvan a levantarse, pero no ahora. La ley y luego la guerra les han quitado el poder. Ya no tienen la misma influencia. En tiempos de guerra, el sentimiento patriótico tiene prioridad sobre el dinero.”
"He visto en Facebook que algunos de los oligarcas están en Mónaco", dice la diputada con una gran sonrisa. Oleh Savychuk está de acuerdo: "Ya no se ve a los oligarcas desde el 24 de febrero.” "Antes de la invasión, causaban muchos problemas porque controlaban directa o indirectamente a los parlamentarios. Compraban leyes o compraban la posibilidad de bloquearlas", añade el analista.
Con la guerra, la pluralidad mediática es inexistente
Pero los oligarcas también hicieron un daño más específico: al controlar grandes empresas, influían en el voto de sus empleados y el voto mayoritario cambiaba de signo. Además, todos los oligarcas son propietarios de grandes medios de comunicación, especialmente grupos de televisión.
Como prueba del cambio actual, el oligarca Rinat Akhmetov entregó su imperio mediático al Estado en julio de 2022. Un imperio, Media Group Ukraine, que consta de diez canales de televisión, entre ellos varios de noticias, una plataforma de vídeo a la carta y una web de noticias.
Para Yermolenko, este cambio no es en absoluto insignificante, ya que "el proceso político aquí depende del acceso a los medios de comunicación". Podemos felicitarnos de la menor influencia de los oligarcas en los medios, pero no del control absoluto del Estado sobre la información desde el inicio de la invasión rusa. “Ahora, con la guerra, la pluralidad mediática es inexistente", señala el filósofo, "ya no hay debates políticos.”
Para él, el riesgo es que "el gobierno utilice la televisión pública para la propaganda gubernamental". Por eso Yermolenko, a diferencia de Tetyana Oharkova, cree que el actual presidente tiene muchas posibilidades de ganar las elecciones presidenciales que seguirán a la guerra, "a menos que aparezca un nuevo Zelensky, y ¿por qué no el jefe del ejército actual?
Tetyana Oharkova no ve el escenario de la reelección de Zelensky. “La gente querrá seguir adelante", dice. “No creo que nadie eche de menos los mensajes diarios de Zelensky".
¿Podría el país caer en el nacionalismo? Yermolenko lo duda. "La cultura política de Ucrania siempre ha estado en contra del autoritarismo, el autoritarismo siempre ha venido de fuera", afirma. Por supuesto, siempre es posible un giro hacia el nacionalismo, "pero si nos fijamos en el periodo transcurrido desde 2014, los partidos nacionalistas están en caída libre, porque en cuanto el sentimiento anti-ruso se hizo mayoritario, los partidos nacionalistas radicales dejaron de tener utilidad".
El filósofo ve otro posible riesgo para el futuro. Sabiendo que Ucrania tiene desde el 23 de junio el estatus de candidato a la entrada en la Unión Europea, "imaginemos que esta entrada se produce, que Ucrania se convierte en un país de la Unión o se acerca a ella, y que la gente ve lo absurdo de las normas europeas, entonces existe el riesgo de alejarse como Polonia".
Ante todos estos escenarios, Zelensky, el gobierno, el parlamento y el pueblo en su conjunto todavía tienen una guerra que ganar. O al menos no perder.
Caja negra
Todas las personas mencionadas han sido contactadas personalmente. Me acompañó el fotógrafo Antoni Lallican y Anastasia Levkova se encargó de la traducción.
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Traducción de Miguel López