Jeremy Corbyn no es ni un gran orador ni un gran comunicador. Con frecuencia, cuando el líder del Partido Laborista británico se dirige a una multitud o a las cámaras parece incómodo. A su favor juega la fuerza de sus convicciones de izquierdas y una trayectoria política rectilínea. Por esa razón, la militancia le convirtió, para sorpresa general, en el sucesor de Ed Miliband tras su amarga derrota de 2015 ante David Cameron. Desde entonces, no ha dejado de tratar de afianzarse ante los diputados de su partido, en su mayoría, próximos a la línea centrista de Tony Blair y de Gordon Brown.
O lo que es lo mismo, en los últimos seis meses, Jeremy Corbyn y su equipo se han pasado buena parte del tiempo haciendo frente a los medios de comunicación, combativos o zahirientes, y a responsables del partido, dispuestos a deshacerse de él. De modo que no necesitaba –por si no tenía bastante con los problemas internos– un debate sobre la salida de Gran Bretaña de la Unión Europea, el famoso referéndum sobre el Brexit que se celebrará el 23 de junio y que divide tanto a la izquierda como a la derecha. Pero, dadas la importancia de la convocatoria electoral, que atañe al futuro político del país, a Corbyn no le ha quedado otra alternativa que echarse a la arena.
Según confirman fuentes próximas al Laborismo, Jeremy Corbyn era muy reticente a la hora de entrar en campaña por el referéndum. Primero, por razones ideológicas personales: “Forma parte del ala izquierda del partido, a la que no le gusta ni lo más mínimo el giro neoliberal de Europa de los últimos veinte años. Espontáneamente, más bien haría campaña a favor de la salida de la UE, tal y como la conocemos hoy”, explica un responsable del Trade Union Congress (la importante confederación sindical británica). Además, inicialmente, este referéndum no era más que una maniobra del primer ministro David Cameron para tratar de arreglar las viejas contradicciones en el seno de los conservadores e impedir que el partido antieuropeo y nacionalista Ukip siguiéndose dándole problema elección tras elección.
“Los laboristas no tienen nada que ganar en este debate y sí mucho que perder”, apunta John Hillary, director de War on Want, una ONG que lucha contra la pobreza y próxima a los movimientos sociales. “Existe un viejo proverbio que dice: 'Evita intervenir cuando tu enemigo está en guerra contra sí mismo'”, insiste el responsable sindical. En el último referéndum celebrado en 2014, en el que se decidía sobre la independencia de Escocia, el laborismo hizo campaña junto con los tories, lo que le supuso una aplastante derrota en las legislativas celebradas posteriormente (los independentistas aplastaron a los laboristas).
Por todas estas razones, Jeremy Corbyn se ha tomado su tiempo antes de posicionarse. Finalmente, debutó en abril de 2016. Entonces, con la boca pequeña se pronunció a favor del in (dentro), es decir, se posición del lado de los partidarios a la permanencia de Gran Bretaña en la UE. “No era su prioridad, habría preferido dedicarse a otras peleas como el control del partido, el debate sobre la política nuclear y las elecciones locales”, señala un miembro del equipo de Corbyn. “Sin embargo, muchos diputados laboristas le hicieron entender que no podía ni hacer campaña a favor del Brexit ni mantenerse al margen; corría el riesgo de buscarse todavía más problemas o de debilitar al partido, al dejar que los tories le comiesen el terreno”.
Las dudas de Jeremy Corbyn a la hora de posicionarse, y su decisión final, obligado en cierto modo, a favor del in, es todo un prototipo del debate existente en estos momentos en el seno de la izquierda británica, que será determinante a la hora de hacer el recuento el próximo 23 de junio.
Nick Dearden dirige la ONG Global Justice y es un militante influyente de izquierdas. No hace falta decir que la actual Unión Europea, tal como la conocemos, no es su “cup of tea”. Y mucho menos tras el pulso que Syriza le echó a Grecia que, como dice Dearden, “ha dejado frías a muchas personas de izquierdas”. Pese a todo, ha decidido hacer campaña por el no de la izquierda al Brexit.
“Durante dos décadas, la Unión Europea aportó cierto progresismo a Gran Bretaña, en manos de los conservadores en los 80 y en los 90: mejores derechos laborales, avances en materia de igualdad entre hombres y mujeres, protección del medio ambiente... Hoy, evidentemente ya no sucede así y Europa sigue unas políticas liberales. Pero si dejamos de pertenecer a la UE, ¿cómo podremos luchar por conseguir una Europa más progresista?”. “No hagamos campaña a favor de Europa, luchemos por una Unión Europea más justa”, podía leerse en un publicado en The Guardian.
“Déficit democrático en la UE”
Por si fuera poco, Nick Dearden está convencido de que si Gran Bretaña abandonase la UE, los conservadores británicos, apoyados por los nacionalistas de Ukip, dejarían de tener límites: “Europa nos protege de un Gobierno extremadamente conservador”. Los sindicatos británicos piensan más o menos lo mismo, salvo tres de ellos, la casi totalidad de organizaciones sindicales está contra al Brexit.
“No creo que saldríamos ganando si dejamos de pertenecer a la UE”, dice Owen Tudor, responsable de asuntos internacionales del Trade Union Congress. “No sólo sería malo para el empleo, sino que lo sería sobre todo para los derechos laborales”. Una de sus colegas, del sindicato de la función pública UNISON, advierte también de que “la Unión Europea no es insensible a la presión política y sindical como se vio con la campaña contra la discriminación sexual, sobre todo en el trabajo, en el Tratado de Ámsterdam en 1999”.
John Hillary de War ont Want no comparte su opinión. “La UE de hoy no es la de hace 20 años, la que permitió logros progresistas en Gran Bretaña”, analiza. “Hay un déficit democrático en el seno de la UE, que no acepta ideas discordantes. El debate actual gira entorno al cierre de fronteras y a la apertura de mercados. La postura inversa, la que nosotros defendemos, nunca es escuchada. Aunque no me hago ninguna ilusión con el Gobierno que nos espera en Gran Bretaña si optamos por el Brexit –será de ultraderecha–, creo que podremos seguir peleándonos democráticamente por nuestras ideas en nuestro país y ganar batalas, cosa que ya no es posible en el seno de la Unión Europea”.
Esta posición es la variante de izquierdas del argumento sobre la “soberanía nacional” que defienden los conservadores antieuropeos. Pero, al contrario que estos últimos, que nunca han abrazado el proyecto europeo, una parte de la izquierda que lo defendió ahora está desilusionada. Esta izquierda ve más factible reorientar la política británica hacia el progresismo, a nivel local o nacional, cortando con Bruselas y sus políticas neoliberales, en su opinión, similares a las de David Cameron.
Esta línea de fractura en el seno de la izquierda británica es el elemento determinante del referéndum del 23 de junio, porque es el electorado laborista el que va a decantar el resultado del escrutinio, tal y como sostiene la mayoría de politólogos. Habida cuenta de que los conservadores están divididos desde hace mucho tiempo entre los pro y los antieuropeos y que las posiciones de unos y otros son bastante firmes, “la movilización del electorado laborista es el factor clave del referéndum”, según Renaud Thillaye, director adjunto del think thank progresista Policy Network. “El laborismo es un vivero de votos importante, es el único sitio donde se puede movilizar a gente con valores internacionalistas aunque este discurso es más difícil de mantener”.
El Partido Laborista, tradicionalmente proeuropeo desde los años 80, en todo caso mucho más que sus adversarios tories, sigue vinculado con Bruselas, en concreto con la facción centrista (léase blairista) que, pese a no haber conseguido recuperar el control del partido, sigue siendo numerosa e influyente. Pero la victoria de Corbyn, gracias a una militancia joven y comprometida, cambia las cosas.
Cuando David Cameron se comprometió en 2013 a convocar un referéndum, se creía un agudo estratega: al contar con el apoyo de la City, de los conservadores proeuropeos y de los laboristas, pensaba que podía ganar holgadamente la votación y fortalecer con ello su estatura y su dominio en el partido. Pero las cosas se han torcido; las defecciones en el seno de los tories son muchas, mientras que el chantaje a Grecia y la desconfianza general de la izquierda para con las instituciones bruselenses, el laborismo y sus electores están claramente divididos en torno al Brexit. Lo que hace que vaticinar el resultado del referéndum puede ser una labor particularmente ardua.
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Traducción: Mariola Moreno
Leer el texto en francés:
Jeremy Corbyn no es ni un gran orador ni un gran comunicador. Con frecuencia, cuando el líder del Partido Laborista británico se dirige a una multitud o a las cámaras parece incómodo. A su favor juega la fuerza de sus convicciones de izquierdas y una trayectoria política rectilínea. Por esa razón, la militancia le convirtió, para sorpresa general, en el sucesor de Ed Miliband tras su amarga derrota de 2015 ante David Cameron. Desde entonces, no ha dejado de tratar de afianzarse ante los diputados de su partido, en su mayoría, próximos a la línea centrista de Tony Blair y de Gordon Brown.