En un viejo café del sur de Ohio, en las estribaciones de los Apalaches, dos mujeres hablan de política: la dueña del café, uno de esos típicos diner americanos, y una clienta recién llegada. “No sé por qué J.D. Vance dijo esas cosas sobre Donald Trump, pero ya sabes, la gente puede cambiar de opinión", dice la clienta, Lisa, una asesora de nutrición de unos 50 años. “Yo misma no voté inicialmente a Trump en las primarias republicanas. No me gustaba, me parecía demasiado agresivo.”
“Yo tampoco", dice la propietaria. “Todavía no estoy segura de que me guste Trump. “Se cree un regalo del cielo enviado por Dios.” Y si Donald Trump se presentara de nuevo a la presidencia en 2024, les preguntamos, ¿volverían a votar por él? "¡Oh, sí, por supuesto!"
A pocas horas de que se abrieran las urnas para las elecciones de medio mandato del martes 8 de noviembre, la propietaria y la clienta confesaban que ya habían tomado su decisión. Será Trump en 2024. Pero antes de tener que hacer esa elección, los votantes republicanos han elegido a J.D. Vance, el candidato republicano al Senado por Ohio, un recién llegado a la política apoyado por el ex presidente, que estuvo omnipresente durante la campaña.
La candidatura de J.D. Vance, un joven lobo paracaidista, ha sido una prueba para Donald Trump. Y lo consiguió: J.D. Vance obtuvo el 53% de los votos, frente al 47% de su rival demócrata. En el resto del país, según los resultados ya conocidos y las proyecciones de los medios de comunicación estadounidenses, la derecha se ha hecho ampliamente con la mayoría en la Cámara de Representantes. En el Senado, los resultados parecen más ajustados.
Las elecciones de mitad de mandato están para, entre otras cosas, renovar una parte del Congreso en Washington. Pero tiene un sabor a déjà vu. Es como si estuviéramos repitiendo 2020 o preparándonos para 2024. Por el momento, ni Donald Trump ni Joe Biden han declarado oficialmente sus candidaturas, pero el primero ya anunció a principios de semana en Ohio, junto a J.D. Vance, que se preparaba para hacer "un gran anuncio" el 15 de noviembre. A finales de octubre, Biden también declaró en una entrevista que tenía "la intención" de volver a presentarse.
La influencia del expresidente
Antes de recibir el preciado patrocinio del expresidente, J.D. Vance estaba efectivamente a la cola de sus competidores republicanos. Sólo ganó la nominación al Senado en su estado natal, Ohio, con el 32% de los votos en las primarias republicanas. Su victoria del martes era la prueba, si es que se necesitaba alguna, de la influencia de Donald Trump en el partido republicano.
A pesar de su derrota en 2020 y de sus numerosos problemas judiciales, Trump nunca ha dejado de estar en el candelero. Paradójicamente, ha llegado a amasar un fondo de guerra. Más de 122 millones de dólares en donaciones según sus propias estimaciones, con picos registrados en plena tormenta, como la de este verano tras el registro del FBI en su casa de Florida, por el caso de los documentos clasificados que Trump tenía secreta e ilegalmente en su poder.
A pesar del ataque al Capitolio del 6 de enero de 2021 o de la investigación parlamentaria y las posteriores audiencias públicas, Trump confirma su condición de posible fabricante de estrellas. Ha apoyado a más de doscientos candidatos republicanos en estas elecciones intermedias, de norte a sur. Y con éxito, pues la mayoría de ellos (el 82% según el sitio de análisis de datos y referencia FiveThirtyEight) han ganado las primarias.
Me hace la pelota para que le apoye
Algunos de ellos son de los que han apoyado la falsa tesis del fraude masivo y una reelección robada a Trump por Joe Biden. A los candidatos que tomó bajo su ala, como J.D. Vance, Trump les ofreció su protección y su cartera financiando en parte sus campañas. En Ohio, sin embargo, la apuesta era arriesgada, porque antes de convertirse en un peón del trumpismo, J.D. Vance era uno de sus mayores críticos.
Hace años, este joven que ahora tiene 38 años, era sólo un estudiante de Derecho camino de convertirse en un escritor de éxito, admirado por algunos en la izquierda. En su ensayo autobiográfico, recientemente adaptado por Netflix, Hillbilly Elegy (tres millones de ejemplares vendidos según su editor), J.D. Vance relata su difícil y modestísima infancia en Ohio, concretamente en los Apalaches, con su madre drogadicta y su abuela. Fue esta última, a quien llamaba "Mamaw", quien le crió. En la campaña, describió a la anciana como una mujer dura que amaba a "Dios, las palabrotas y sus diecinueve pistolas.”
Radicalización y conversión
Cuando Hillbilly Elegy salió en el verano de 2016, poco antes de la elección de Donald Trump, J.D. Vance se hizo portavoz de la América industrial del Medio Oeste, blanca y degradada por los cierres de fábricas. Una América que analizó con severidad, sobre todo entre la élite intelectual de izquierdas, señalando lo que consideraba sus defectos: la incapacidad de hacerse cargo de la propia vida, la drogadicción y la dependencia de las prestaciones sociales.
Entonces, Vance comparaba a Donald Trump con la heroína, con alguien que te hace sentir mejor pero sólo por un momento, como alguien "que pondría a la clase trabajadora contra la pared", alguien a quien "nunca apoyaría". Y luego J.D. Vance cambió de opinión.
En San Francisco, después de la universidad, trabajó para el muy conservador Peter Thiel, fundador del servicio bancario PayPal y de la desprestigiada empresa de recopilación de datos Palantir. Thiel, junto con otros, introduciría a Vance en el codiciado círculo de Trump.
Este ambicioso estudiante se fue radicalizando poco a poco. Pasó a abrazar la tesis de "America first" de su nuevo mentor: la deslocalización de los puestos de trabajo, los enemigos exteriores como China, la apertura de las fronteras, la inmigración, los miembros de la élite, todos ellos miserables, pero también la "big tech" (a la que él había pertenecido) que de repente se había vuelto demasiado woke, demasiado progre en materia de injusticias y discriminación.
"Amigo, sabes, cuando Trump dijo que las élites son básicamente corruptas, que no se preocupan por el país que les hizo ser quienes son, en realidad estaba diciendo la verdad", explica ahora J.D. Vance en una entrevista. "Puede que Vance haya dicho algunas cosas no muy buenas sobre mí en el pasado", dijo Donald Trump cuando anunció públicamente su apoyo, "pero ahora lo entiende". "Me hace la pelota para que le apoye", añadió recientemente.
Para Vance, había dos preguntas en la cancha: ¿le perdonaría la base de votantes de Donald Trump sus indiscreciones juveniles? Y por otro lado, ¿a los estudiantes republicanos les gustaría su radicalización? En los Apalaches, en Woodsfield, un antiguo bastión demócrata que se ha desplazado hacia la derecha, para los votantes con que ha contactado Mediapart en los viejos cafés o en los centros de votación, la respuesta es sí.
"¡Sí, cariño, republicano!", grita un estudiante de secundaria al salir de las urnas tras votar por primera vez. "He votado a los republicanos en toda la papeleta", dice una secretaria de una escuela local. "Lo siento, pero hay que ser idiota para votar a los demócratas", explican dos geólogos no lejos de allí, en un bar, muy molestos con la ideología woke.
Para ellos, a pesar de que fueron educados por padres demócratas, la izquierda ha "perdido la cabeza", se ha perdido en batallas "culturales" y "alienantes": el aborto, "un asesinato", en su opinión, la teoría de género y los adolescentes trans, "una locura"... J. D. Vance, en cambio, les gusta precisamente porque no forma "parte de los elefantes, del establishment republicano". Lisa, la asesora de nutrición, tampoco guarda rencor a J.D. Vance por lo que ha dicho sobre Donald Trump en el pasado. Es una cristiana devota y ha votado por él y por los republicanos.
El futuro de la democracia estadounidense pende del resultado de las elecciones de mitad de mandato
Ver más
Más allá de las líneas partidistas, una encuesta reciente de la agencia de noticias americana AP muestra que sólo tres de cada diez estadounidenses quieren que Biden o Trump se presenten a la presidencia dentro de dos años. Además, según las últimas encuestas deThe New York Times y del Siena College, el 53% de los estadounidenses tiene una mala opinión de Donald Trump (frente al 44%). Una ratio que se ha mantenido estable en los últimos meses.
"Donald Trump” –concluye Lisa– “es sólo mi presidente, no es mi rey ni mi Creador". Por otro lado, dice estar convencida de una cosa si nada cambia en Estados Unidos: "La posibilidad de una guerra civil".
Traducción de Miguel López