“No se crean las alianzas sólidas durante las campañas electorales”. Después de haber dirigido la movilización contra la participación del Partido Socialdemócrata de Alemania (SPD) en una nueva “gran coalición” en 2017, Kevin Kühnert se ha convertido en un imprescindible de la escena política alemana y una esperanza para la socialdemocracia.
Con 29 años, ocupa un cargo desempeñado en el pasado por Gerhard Schröder y llama con todas sus fuerzas a la constitución de una unión de la izquierda con los ecologistas y la izquierda radical. También es conocido por sus críticas “anticapitalistas” y por su deseo de “repolarizar” el debate político.
La semana pasada ha vuelto a salir en las portadas de los medios alemanes por haber propuesto, en una entrevista con Die Zeit, nacionalizar al fabricante de automóviles BMW para “recuperar el control del futuro del país”. Kevin Kühnert detalla para Mediapart –socio editorial de infoLibre– la situación actual de su gran partido, en muy mal estado. También explica por qué es urgente que el SPD se recentre en la lucha contra la distribución desigual de la riqueza y por qué es personalmente favorable a la expropiación de los inversores privados para frenar la subida de los alquileres.
PREGUNTA: Andrea Nahles ha sido elegida presidenta del SPD hace un año con la misión de renovar el partido. ¿Qué ha cambiado?
RESPUESTA: La cultura del debate ha cambiado. Hemos empezado de nuevo a hablarnos de verdad. Andrea Nahles ha sabido dejar sitio a los debates y a las participaciones exteriores y avanzamos bastante sobre el plan programático, en especial sobre el tema de la renovación del Estado social. Sin él no hay socialdemocracia. Hemos dado la espalda también a la filosofía de inspiración liberal de las reformas Hartz, reformas del mercado de trabajo lanzadas por Gerhard Schröder. Esperamos conseguir resultados en 2019.
P: El SPD hace un giro a la izquierda mientras gobierna con los conservadores. Es un gran paso...
R. Pasa lo que me temía. Hay una contradicción evidente entre lo que estamos elaborando para el futuro y la política de compromiso negociada en el acuerdo de coalición con los conservadores. Esta diferencia está en el límite de lo que muchos electores pueden aguantar. A mucha gente le seducen las nuevas orientaciones y me dicen: “¡Haz una ley ya que estás en el poder!”. Pero la política no funciona así. Hay compromisos. Al mismo tiempo, la política debería ser comprensible de manera intuitiva. Si estoy obligado a explicar cada vez todo nuestro programa en detalle, eso no es bueno. Actualmente somos el partido de las contradicciones. No es de extrañar que la intención de voto en nuestro favor haya caído claramente el año pasado.
P: ¿Ha definido usted una línea roja más allá de la cual dejaría el gobierno?
R: En el contrato de coalición hemos incluido datos precisos, objetivos a alcanzar y fechas de resultados para numerosos proyectos. Está registrado, por ejemplo, que debe ser creada de aquí a fin de año una pensión mínima para la gente que ha trabajado toda su vida y que depende de la ayuda social. Otro proyecto previsto para 2019 es la ley sobre la protección del clima. Hemos previsto hacer un balance global a mitad de recorrido, es decir, para finales de 2019. Veremos entonces si dejamos o no el gobierno. En todo caso, el partido y los militantes están tan movilizados detrás de estos objetivos que me extrañaría mucho que aceptasen seguir en una gran coalición si no se asegura la pensión mínima o la ley sobre el clima.
P. ¿Los resultados electorales en Bremen y en las elecciones europeas pueden hacerle cambiar de opinión y precipitar su salida del gobierno?
R: No serviría para nada y no beneficiaría a nadie desencadenar el caos antes de las tres elecciones regionales que se celebrarán en otoño en la ex Alemania del Este. Aquí, las elecciones europeas no deberían suponer grandes cambios. Desde nuestro punto de vista, lo que más cuenta serán las alianzas en el Parlamento europeo, la elección del presidente de la Comisión de la UE y los puestos que Alemania pueda conseguir en Bruselas.
P: Usted ha explicado recientemente que la financiación de las pensiones era un tema que también debería interesar a los jóvenes. ¿Cree usted que atraerá así al electorado joven hacia un partido en que la media de edad está en 60 años?
R: El tema no está claro. Para mí también la cuestión de la pensión es algo lejano. Lo que me parece sin embargo interesante es explicar a los jóvenes que lo que se vende como un tema pretendidamente generacional que no les afecta directamente es en realidad un problema de desigualdad que sí les afecta directamente. Es como la contaminación y el clima. En la base de las desigualdades está el problema de quién tiene el derecho a disponer de la tierra y de los espacios, quien tiene el derecho a construir tal o cual edificio, o quien tiene el derecho a cultivar según qué tipo de agricultura biológica o industrial.
Los conflictos que atraviesan la sociedad no son conflictos que enfrentan mi generación a la generación de mis abuelos, sino los que enfrentan a quienes tienen privilegios y bienes y ocupan puestos de poder con los que son débiles. Hay que solidarizarse con estos últimos, con la gente que no tienen más que una pequeña pensión, con los estudiantes sin recursos, con los trabajadores con salarios bajos, etc. Toda esta gente vive en una sociedad rica pero apenas se benefician.
P. ¿La socialdemocracia debe volver a una crítica más radical del capitalismo?
R: Totalmente. La izquierda se ha preocupado demasiado por la defensa de las identidades estos últimos años y no lo suficiente por el trabajo, la distribución de la riqueza o la justicia fiscal. Hemos descuidado la temática de la redistribución de los recursos. La socialdemocracia en los años 1990 y 2000, en Alemania, Francia y en casi todos los países de la Unión Europea, sucumbió a la obsesión de desregular y privatizar. Fue un error. La sociedad no se ha convertido por eso en más igualitaria sino todo lo contrario. Debemos lanzar una especie de revival a favor de un Estado social y de una redistribución más justa.
La cuestión es saber si las cosas que necesitamos para vivir el día a día, es decir, los alojamientos asequibles, un seguro sanitario, la escuela o los transportes públicos pueden ser controlados por actores privados con el objetivo de obtener beneficios o si, por el contrario, pensamos que eso debe quedar bajo control público porque se trata de necesidades vitales para la comunidad.
P: ¿Por qué no ha surgido en Alemania el movimiento de los chalecos amarillos?
R: Nosotros tenemos otra cultura de protesta. En Francia puede ocurrir que un directivo esté arrinconado 24 horas en su despacho y que le arranquen la camisa. Eso es impensable aquí. Nuestra cultura de protesta es moderada y más bien “valiente”. Se ve en las manifestaciones de los escolares sobre el clima del Friday for future. El debate que se ha desarrollado en Alemania sobre este fenómeno no es saber por qué se manifiestan sino si es grave que hagan novillos el viernes por la tarde. Aunque, no nos engañemos. La pólvora que había bajo los chalecos amarillos y que ha explotado existe también aquí. Tardará tal vez algo más de tiempo en explotar, pero hay un momento en toda sociedad en que el rechazo social es tan fuerte que la gente llega a pensar que no tiene ya nada que perder.
Creo que la izquierda debe luchar al lado de esa gente. Al mismo tiempo la política no debe jugar con fuego y especular con esta explosión que no libera en realidad ninguna fuerza productiva. El papel de la política es justamente reconocer una tendencia, olfatear el malestar, intervenir antes de que la gente acuda en masa a las calles. En Alemania, donde no existe una alternativa sólida a la izquierda, la reacción no es por el momento la protesta sino la retirada de la esfera política.
Hay una pérdida de esperanza. Las estadísticas muestran un descenso de la participación electoral. La gente no cree ni siquiera que los partidos de izquierdas puedan mejorar su situación. El riesgo es que con el tiempo la gente se encierra en sí misma y deja de creer en la democracia.
P: ¿Para cuándo una nueva unión de la izquierda en Alemania?
Yo soy berlinés y vivo desde hace tres años con un gobierno regional de unión de la izquierda, con el SPD, los ecologistas y Die Linke. Este gobierno es apoyado por una mayoría superior al 50% y todavía tenemos comida en los supermercados. Es la prueba de que existen alternativas a la gran coalición, esa que sin embargo nos venden como sin alternativa.
Pero estas alternativas hay que construirlas para que las elecciones legislativas se conviertan en elecciones en las que se enfrenten campos políticos con posiciones precisas e identificables. Para ello es preciso que los partidos políticos que forman estos campos se conciban como equipos que trabajan juntos, lo que no ha sido el caso estos últimos años. Esto deprime un poco a la gente porque finalmente poco importa a quien vote pues siempre sale una gran coalición.
P: Se ha reunido usted recientemente con Katja Kipping, copresidenta de Die Linke. Su adversaria en el partido, Sahra Wagenknecht, que era un gran problema para el acercamiento con el SPD, ha anunciado que iba a dimitir de sus funciones dirigentes en Die Linke. ¿Se estaría abriendo una vía?
R: Construir una unión política es un proceso que se basa primeramente en las personas. Yo no puedo decretar una unión de izquierdas con una moción en un congreso. Porque Die Linke es un partido joven en el que nos encontramos con muchas personas llegadas del SPD. En los dos partidos la gente se conoce de antes, a menudo han trabajado juntos y no están de acuerdo con su elección respectiva. Hay pues bastantes conflictos menores y antiguos rencores que obstaculizan el acercamiento.
También hay gente en Die Linke que odia al SPD a causa de su posición sobre la defensa y las cuestiones militares. Para los conservadores, esta situación es un poco como un seguro de vida, una garantía para permanecer en el poder. Para mí es una razón suficiente para dejar de lado los reproches, las enemistades y las críticas. Ha llegado el momento de la unión de la izquierda.
P: Pero, concretamente ¿en qué está usted?
R: Hay decenas de grupos de debate más o menos privados entre los tres partidos. Eso está bien, pero es también un problema. Cada uno organiza su grupo y se reúne con la gente que aprecia de Los Verdes o de Die Linke. Yo estoy a favor, es importante, pero a fin de cuentas, los debates deben hacerse también en las cúpulas de los partidos, es decir, en los niveles donde más tarde se encontrarán en la mesa donde tratarán de los acuerdos de coalición.
Pero hace ya tiempo que no ha habido debate al más alto nivel sobre un proyecto de unión de la izquierda. En el SPD tienen siempre miedo a una nueva edición de la “campaña de los calcetines rojos” de la CDU en 1994, en la que los conservadores explican a los electores que si el SPD habla con Die Linke es para preparar una nueva RDA. En el SPD muchos saben que, a pesar de esas campañas calumniosas, no hay más alternativa que un acercamiento con Die Linke. Pero hace falta que haya una señal procedente de la dirección, y claramente antes de las elecciones. Es ahora cuando hay que empezar a preparar la unión de la izquierda.
P: ¿Cuáles son las relaciones actuales de su partido con los ecologístas?
Actualmente los ecologistas alemanes tienen la posición más confortable de todos los partidos. Son el péndulo del centro que oscila entre los bloques. Salvo en el caso de una gran coalición, ninguna mayoría es posible sin Los Verdes. Todo el mundo les necesita y disfrutan de esta situación, aunque les divida un poco. Hay quienes sueñan con una alianza con los conservadores, los que están a favor de un bloque de izquierdas y los que quieren decidir caso por caso. Si los sondeos muestran que la base del partido ecologista está a favor de una alianza con el SPD en un 75%, a los diputados verdes y la dirección del partido les tienta más una alianza con la CDU.
También es verdad que el SPD nunca trató bien a los ecologistas cuando estábamos juntos en el poder. Hoy no es extraño que Los Verdes hagan subir un poco las subastas. Puedo entenderlo. Pero les necesitamos y debemos repartirnos las tareas. En una gran coalición de izquierdas es necesario que Los Verdes traigan a su electorado burgués que no está representado en el SPD ni en Die Linke.
P: Alemania está actualmente en una posición de repliegue en lo que se refiere a la integración europea. ¿Cuál es su posición?
R: Decir que hemos vivido setenta años de paz gracias a Europa está muy bien. Pero hoy es evidente que eso ya no es suficiente. Hay que relanzar la integración. Es una cuestión existencial. ¿Qué hemos visto en Gran Bretaña? Los sondeos muestran que los británicos están ampliamente a favor de la idea de Europa y sin embargo el 52% ha votado a favor del Brexit. Eso quiere decir que hay una diferencia importante entre la adhesión a la idea europea y la realidad europea, que es finalmente muy “elitista”.
La libertad de desplazamiento, la supresión de la tasa por itinerancia de datos, los intercambios universitarios Erasmus, todo eso son medidas para privilegiados. A la gente que gana poco, la que está en el paro o no tiene acceso a la educación, le cuesta trabajo encontrar algo para que puedan decir “esto lo he conseguido gracias a la Unión Europea”.
Por eso, si introducimos un salario mínimo europeo o si podemos mejorar las infraestructuras porque la UE ha conseguido crear un impuesto sobre los grandes grupos de Internet, la gente podrá ver lo que se hace gracias a Europa.
P: Para construir una Europa más justa y más democrática hay muchos que piensan que es inevitable una nueva redacción de los tratados europeos. ¿Cuál es su posición?
Si queremos alcanzar una mejora para la mayor parte de la gente habrá que hacerlo. Primeramente, los países de la Unión trabajan en demasiados proyectos en pequeños grupos y a diferentes velocidades, como en la tasa sobre las transacciones financieras o sobre lo digital. Eso no funciona.
Por otra parte, tenemos un espacio económico y un mercado de trabajo europeos, pero no del derecho del trabajo europeo. Las empresas pueden actuar en cualquier lugar de Europa pero, por contra, a los representantes de los trabajadores y a los sindicatos se les ponen trabas y no pueden verdaderamente funcionar más que a nivel nacional.
Eso lo hemos visto recientemente con Ryanair. Esta compañía aérea es, por decirlo así, un invento europeo. La compañía gana efectivamente montañas de dinero por transportar a gente de toda Europa. Emplea también a gente de toda Europa. Sin embargo, sus trabajadores son administrados únicamente con el derecho del trabajo irlandés, que no es especialmente protector. No somos capaces de crear un derecho del trabajo europeo que haga que esa gente pueda ser más o menos justamente remunerada por su trabajo. Eso no hace desear Europa.
P: En Alemania y en Berlín la gente se manifiesta contra la carestía de los alquileres. ¿Apoya usted la idea de un referéndum para expropiar grandes sociedades inmobiliarias privadas en Berlín?
R: La cuestión de una expropiación real está aún lejana. Expropiar no es tan fácil. Pero sí, voy a firmar a favor de la realización de tal referéndum. Para mí esta iniciativa es una aportación bienvenida al debate político actual. Es la expresión del hartazgo de la gente por la incapacidad de los poderes públicos y de los elegidos para controlar la evolución de los alquileres.
En una ciudad con el 85% de los habitantes inquilinos y donde la mayor parte de los alojamientos está en manos privadas, el ayuntamiento no tiene ningún margen de maniobra y se inventa una medida tras otra sin solucionar el problema de la subida de precios. Es ahí donde volvemos a caer sobre la cuestión de las necesidades de la comunidad y de la propiedad privada. Este referéndum es una señal de alarma que debe llevar a abrir el debate y a encontrar compromisos con esas sociedades que, le recuerdo, hace diez o quince años compraron a buen precio esos edificios construidos con dinero público.
P: ¿Cuáles son sus contactos con la izquierda francesa y los socialistas?
Como organización de juventudes del partido socialdemócrata, somos miembros de la Unión Internacional de las Juventudes Socialistas europeas. En Francia tenemos una situación, surgida de las últimas elecciones, donde nuestro partido hermano se ha roto en dos y no sabemos ya quién es nuestro interlocutor.
Una gran parte de los que conocemos desde hace tiempo y con los que hemos trabajado han seguido a Benoît Hamon en Génération.s. Nosotros seguimos estando cercanos. En el plano diplomático hay por supuesto una fuerte presión del Partido Socialista que nos dice que no podemos trabajar con la disidencia y que el PS sigue siendo el original. Es muy difícil decidir quiénes son los verdaderos socialdemócratas franceses. Por lo tanto, nosotros mantenemos contactos con los dos a la espera de que la situación interna se clarifique. ____________
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Traducción de Miguel López.
Aquí tienes el texto original en francés:
“No se crean las alianzas sólidas durante las campañas electorales”. Después de haber dirigido la movilización contra la participación del Partido Socialdemócrata de Alemania (SPD) en una nueva “gran coalición” en 2017, Kevin Kühnert se ha convertido en un imprescindible de la escena política alemana y una esperanza para la socialdemocracia.