La institución monetaria europea no tardó mucho en responder a la afrenta griega. A última hora del lunes, anunció que endurecería las condiciones para garantizar la liquidez del sistema bancario heleno, asumiendo con ello el riesgo de provocar un hundimiento bancario completo.
Mientras los bancos griegos pedían que el techo de la liquidez de los fondos (Emergency Liquidity Assistance, ELA) aumentase en 3.000 millones, el Banco Central rechazaba modificar el límite impuesto hace diez días. La ayuda a la liquidez permanece inamovible en 89.000 millones de euros. Aunque hay algo más grave. El BCE ha decidido endurecer las condiciones impuestas a los bancos prestatarios para acceder a los fondos de urgencia. Se va a aplicar un descuento –el BCE no precisa el montante, en torno al 10%– a los títulos aportados como garantía (colateral) por los bancos griegos. Según el Banco Central, el deterioro de la calidad de estos títulos aportados como garantía –fundamentalmente títulos del Estado griego– justifica la medida.
Asistimos a la última vuelta de tuerca que se impone a Grecia porque el BCE no puede ignorar las consecuencias de semejante medida. Al imponer un descuento a los títulos, reduce de facto el montante de los fondos de urgencia del sistema bancario griego. Si el descuento es del 10%, reduce en varios miles de millones el montante de los fondos de ayuda de urgencia. Si es del 60%, el valor de los títulos aportados en garantía caen a prácticamente cero, según las estimaciones de los analistas de Barclays.
En un documento publicado este martes en la página web del BCE, el organismo justificaba su doctrina sobre los fondos de urgencia de liquidad: “El funcionamiento del eurosistema puede verse alterado por las provisiones del ELA concedidas en condiciones demasiado generosas, lo que puede aumentar el riesgo moral de las instituciones financieras o de las autoridades responsables”, se puede leer. “El objetivo del ELA es respaldar las instituciones de crédito solventes frente a problemas temporales de liquidez. No es un instrumento de política monetaria”, precisa.
“Si hacen esto, la situación va a pasar a ser verdaderamente seria. Parece una tentativa de derrocar al Gobierno”, declaraba el domingo Euclide Tsakalotos, entonces responsable de la negociación y convertido en ministro de Finanzas tras la dimisión, el lunes, de Yanis Varufakis. Porque cortar el grifo de los fondos de urgencia, en el momento en que el sistema bancario griego, cerrado desde hace ocho días, se asfixia, supone correr el riesgo de conducirlo a la quiebra. Es precipitar al país a la bancarrota y a la salida del euro.
Desde hace ocho días, desde el cierre de los bancos, la economía griega se asfixia y se encuentra al borde del “colapso”. “Hemos padecido una crisis cardiaca”, aseguraba un asesor del Gobierno a Mediapart a raíz de cierre de los bancos, medida obligatoria tras la decisión del BCE de no aumentar los fondos de urgencia el pasado 26 de junio. “Nuestra economía agoniza, se encuentra en cuidados intensivos. En todas partes, todo se está paralizando”, dijo el lunes el economista Dimitris Athanasopoulos. En una carta publicada el lunes, el presidente de la Cámara de Comercio griega, Vasilis Korkidis, emplazaba al primer ministro, Alexis Tsipras, a alcanzar rápidamente un acuerdo con los europeos. “El daño ocasionado por el cierre de los bancos es incalculable”, escribe.
Hay falta de liquidez. Según diferentes testimonios, los billetes de 20 euros, de 10 euros y las monedas de 1 euro están desapareciendo de la circulación. Los bancos no tienen suficientes billetes para los cajeros. No cuentan con reservas. Y el Gobierno ha tenido que tomar la decisión de mantenerlos cerrados hasta el miércoles, con la esperanza de alcanzar una acuerdo con los líderes europeos.
¿Cómo puede justificar el BCE una medida que conduce a apretar un poco más la soga en el cuello de Grecia? Por los tratados, responde. Hace semanas que el presidente del Bundesbank, Jens Weidmann, pedía que se aplicaran las reglas de forma estricta. Estaba en juego la credibilidad de la institución monetaria europea, decía. El BCE, según los articulados, solo puede prestar asistencia a la liquidez a un sistema bancario momentáneamente en dificultades, pero solvente. Claro que el sistema griego ya no lo está, ha defendido en varias ocasiones.
Pero los tratados también hacen del BCE un garante para la estabilidad del sistema monetario europeo. Es más, se trata de su misión fundamental. Al aceptar la perspectiva de acabar con los bancos griegos, el Banco Central se transforma en bombero pirómano: corre el riesgo de crear él mismo la crisis y contagiarla a todo el sistema europeo. Los europeos aseguran estar tranquilos, dicen que nada grave puede suceder, que todo está bajo control para evitar el contagio. El aviso del gobernador del Banco Central de Inglaterra, para que se pusiera todo en marcha, a fin de limitar las consecuencias de la crisis del euro, y el cambio de parecer del presidente español, Mariano Rajoy, ahora dice ser partidario de la permanencia de Grecia en el euro, ponen de manifiesto que no todos comparten estas garantías.
Baste como prueba adicional que la decisión del BCE es circunstancial. Desde el inicio de la crisis, Mario Draghi, dispuesto a todo para salvar el euro, ha tomado por costumbre tener cierta cintura con los tratados. Del LTRO (el billón concedido a los bancos) a los quantitative easing (los 60.000 millones que se gastan cada mes, desde enero, para comprar obligaciones del Estado), nada responde a los tratados vigentes.
La decisión del BCE, tomada el lunes por la noche, debe entenderse como lo que es, política. Se ha establecido una raya en la línea de defensa que había establecido en enero de 2012: el euro ya no es irrevocable. “Grecia puede ser excluida”, reconoció uno de sus miembros, Benoît Coeuré en una entrevista publicada en el diario económico Les Échos la semana pasada. Y a las palabras se unieron los gestos. Y el banco central europeo, el lunes, bajó el pulgar, condenando a Grecia. Se alinea así con Alemania, que ha sumado a numerosos líderes europeos para sus causa. Están todos decididos a echar a Atenas de la zona euro.
Hacia una salida del euro
La reacción del ministro alemán Sigmar Gabriel el domingo, tras la victoria del no, resume el estado de ánimo que reina entre los líderes europeos. “Se han cortado todos los puentes”, comentó. Antes de lanzar un aviso claro: “La bancarrota final es inminente”.
La amenaza ya no es velada. Del no griego, los responsables europeos –aunque algunos tienen ciertas reservas– no quieren retener más que una lectura: se trata de un no a Europano. Aunque oficialmente, Angela Merkel y François Hollande, al término del encuentro del lunes, aseguraron querer “dejar una última esperanza a Grecia”, no le conceden ninguna.
Están dispuestos a dejar caer a Grecia, a menos que el Gobierno de Syriza acepte unas condiciones aún más duras que las que ha rechazado hasta el momento. Ya no es el momento de negociar una reducción de la deuda, ni un plan de recuperación. Europa exige a Grecia una rendición sin condiciones, amenazándola de forma explícita con una explosión inmediata de su economía. Quiere ver a Atenas como Los burgueses de Calais, con la cuerda al cuello.
En una conversación publicada el domingo del editorialista de The Telegraph, Ambrose Evans-Pritchard, con Yanis Varufakis. El entonces ministro de Finanzas apuntaba que había contemplado esta reacción de Europa y anticipaba el paso que se debía dar. Para hacer frente a la asfixia de la economía y el hundimiento del sistema bancario, este preveía la creación de una moneda paralela. “Si es necesario, emitiremos una moneda paralela y un IOU al estilo de California, en formato electrónico. Tendríamos que haberlo hecho la semana pasada”, decía entonces.
Un IOU (I Owe You, Yo te debo) es un reconocimiento de deudas, un pagaré. El Estado de California emitió títulos de este tipo para pagar a los proveedores a raíz de la crisis de Lehman Brothers.
Esta hipótesis es estudiada por numerosos economistas. Para ellos, la creación de un IOU, que les parece el medio más rápido de restablecer con urgencia un sistema de intercambio, conduciría a la creación de un moneda paralela y a la salida del euro.
De Paul Krugman a Joseph Stiglitz, pasando por numerosos economistas como Henri Sterdyniak, cada vez son más los que creen que, al contrario de lo que piensa Syriza, Grecia no debe aferrarse al euro y debe abandolar la moneda única. Atenas, dicen, recuperaría así su soberanía monetaria, podría someter a una fuerte devaluación –de entre el 30% y el 60%- a su moneda con respecto al euro, lo que permitiría que su economía se recuperase, acabar con una austeridad destructiva y poner sus finanzas públicas en orden. Aunque si bien los inicios corren el riesgo de ser caóticos y peligrosos, a largo plazo, a Grecia le iría mejor que manteniéndose en el corsé mortífero del euro, opinan.
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Los líderes europeos opinan lo mismo, pero no por las mismas razones. Quieren deshacerse del elemento perturbador griego, que les ha salido muy caro, que monopoliza toda su atención desde hace demasiado tiempo, que les impide ir hacia la gran Europa integrada con la que sueñan. Pero esta salida de Grecia de la zona euro, que ya han puesto en marcha, no va a ser “ordenada”, como sugieren algunos, para ayudar a Atenas a salir lo mejor y más rápidamente posible.
Todo estaría listo para que esta salida se produzca de forma sucia, dejando huellas indelebles. Europa se dispone a expulsar a un país arruinado, hundido, en el que ha explotado su economía, sin sistema bancario, sin moneda. Los responsables de los diferentes fondos europeos ya han anunciado que no podrán hacer nada más por Atenas, dado que está en quiebra. Christine Lagarde, que por la tarde mostró su disposición a ayudar a Atenas, afirmó horas después, por la noche, que el FMI ya no podía hacer nada por Grecia, que se encontraba en suspensión de pagos. ¿Qué crimen ha cometido Grecia para recibir un trato semejante? Parece que de Europa ha desaparecido todo indicio de racionalidad. Es la Santa Inquisición quemando a la herética, porque muestra, por los hecho, la vacuidad de sus creencias.
Traducción: Mariola Moreno
La institución monetaria europea no tardó mucho en responder a la afrenta griega. A última hora del lunes, anunció que endurecería las condiciones para garantizar la liquidez del sistema bancario heleno, asumiendo con ello el riesgo de provocar un hundimiento bancario completo.