A finales de noviembre, una estudiante francesa le preguntaba públicamente al economista Thomas Piketty por la denuncia por violencia de género que presentó su expareja, hace diez años. La apertura ahora de un proceso de difamación contra el autor de El capital en el siglo XXI a raíz de la denuncia de la víctima ha puesto fin a años de silencio mediático y político.
Tiene 19 años, se llama Juliette. Esta estudiante de Ciencias Políticas en Toulouse y activista feminista le preguntó en un acto público directamente al economista Thomas Piketty sobre un tema muy delicado del que nunca había hablado públicamente: la denuncia por violencia doméstica que, diez años antes, presentó su expareja, la exministra francesa Aurélie Filippetti.
La escena ponía fin a un silencio que ha durado muchos años, compartido por los propios actores, la prensa y el Partido Socialista. Durante varias semanas, Mediapart (socio editorial de infoLibre) ha llevado a cabo una investigación con el fin de comprender los hechos ocurridos y las causas de un tabú que a algunos les parece que desentona de la lucha de la violencia hacia las mujeres.
Toulouse, la estudiante y el economista
Todo ocurrió el 21 de noviembre de 2019 al término de una conferencia del economista, que había acudido a presentar su último libro Capital e ideología, en colaboración con la Facultad de Ciencias Políticas. En el turno de las preguntas y respuestas, Juliette, que no había conseguido sitio en la sala, logró acceder y al final preguntar.
Micrófono en mano, dijo: “Usted admitió en 2009 haber golpeado a su expareja. Por eso quería saber qué piensa de pronunciar esta conferencia cuando [...] el 23 de noviembre vamos a hacer una marcha contra la violencia hacia las mujeres”.
El murmullo invade la sala, Piketty la interrumpe. Juliette continúa: “Y por eso quería saber si a los organizadores no les parece un poco indecente invitar a alguien..."
El economista vuelve a hablar: “Voy a responder. Y le diré por qué es su discurso lo que considero indecente”. Instó a la joven a “aprobar las oposiciones a Policía o a jueza para hacer investigaciones”, antes de añadir: “En este caso, se refiere a una denuncia que fue archivada”.
Thomas Piketty, que olvida que recibió una amonestación judicial [según la legislación civil francesa, el juez puede comunicar una infracción a su autor sin llevarlo a juicio], no lo deja ahí y acusa públicamente por primera vez de violencia a Aurélie Filippetti (sin nombrarla directamente). “La relación de la que habla fue una relación con una persona que era extremadamente violenta con mis hijas”.
Acto seguido evoca una escena específica: “La eché de mi casa. La eché y lo lamento, pero le aseguro que dado el comportamiento con mis hijas, creo que mucha gente se habría alterado mucho más. Me arrepiento de haberla echado de mi casa, se cayó exactamente en el umbral de la puerta, lo que no le impidió ir a trabajar al día siguiente y al siguiente. Sin embargo, lo lamento”.
Y sigue diciéndole a la estudiante: “Tiene razón al preocuparse por estos temas y yo lo estoy al menos tanto como usted. [...] Si cree que las investigaciones se han llevado a cabo de manera deficiente, apruebe la oposición de Policía, de jueza, y haga investigaciones mejores”.
Juliette vuelve a tratar de coger el micrófono. Sin éxito. Parte de la sala aplaude; otros abuchean. El malestar es palpable. El profesor de Ciencias Políticas Eric Darras, que actúa de maestro de ceremonias, le dice de forma brusca a la estudiante: “Haga un poco de introspección. Piense en lo que está haciendo. Es usted la que es indecente”.
Contactado por Mediapart, Éric Darras explica: “Mi comentario no se refería a su pregunta, sino más bien a la reacción que tuvo a la respuesta, muy afectada y particularmente larga y precisa por nuestro invitado, Thomas Piketty. Después de esta respuesta emotiva, no me pareció apropiado insistir en preguntar”.
En cuanto a la Facultad, sigue sin hacer pública la grabación de la conferencia, que ha desaparecido de la página de YouTube. Preguntados al respecto, no hemos recibido respuesta.
“Me enteré hace dos años [en el momento del #MeToo] de lo que sucedió en 2009 y pensé que era extremadamente grave que nadie lo supiera”, dice Juliette.
No importa que la denuncia date de hace diez años, que se haya resuelto mediante un acuerdo entre las dos partes, que fuese archivada y que Filippetti nunca hablase (casi) de este caso en público. “Me parecía muy problemático no hacer nada”, continúa Juliette.
En cambio, varios estudiantes de Políticas la han criticado: “Consideran que coarté la libertad de expresión, que humillé a Piketty y que socavaba con ello la lucha. No esperaba que fuera tan difícil”.
Denuncia por difamación
Aurélie Filippetti, tampoco. No vio el vídeo, pero está al corriente de lo dicho en aquella sala. “No lo pude escuchar. Se trata de alguien a quien, físicamente, no puedo oír hablar”. “Completamente aturdida y sorprendida”, la exministra francesa de Cultura de François Hollande ha decidido presentar una demanda por difamación.
Según el abogado de Filippetti, Vincent Toleado, la “citación por difamación” (un procedimiento civil, que se considera más rápido que el penal) tiene fecha del 4 de diciembre de 2019. La exministra exige 15.000 euros en concepto de daños y perjuicios y la publicación de la sentencia en tres periódicos de su elección.
“Todo esto es muy violento para mí”, explica a Mediapart la exdiputada, ahora retirada de la política (actualmente es escritora y profesora de Ciencias Políticas en París). Con esta denuncia, quiere “recordar que no se puede ir contando mentiras cuando se ha reconocido ser autor de violencia conyugal”. “No se puede volver a infligir una nueva forma de violencia sobre la víctima”, señala.
“Thomas Piketty se hace responsable de sus comentarios, que no son difamatorios y que se basan en elementos fácticos que él y su entorno podrán defender en el tribunal”, responde su abogado, Benoît Huet. “Es preferible que estos debates tengan lugar en una sala de tribunal y no en un tribunal mediático”, añade.
En esencia, el economista, ahora conocido mundialmente, habla con Mediapart de lo que califica una “relación patológica y tóxica para ambas partes”, con la que “lamenta una vez más no haber podido terminar de forma inmediata y pacífica”.
“La demandante presentaba, en el momento de los hechos, un estado de fuerte agresividad contra mis hijas y hacia ella misma [...]”, explica por escrito, refiriéndose al estado de salud de Aurélie Filippetti en ese momento. “En este contexto complejo y desconocido para mí, no siempre fui capaz de reaccionar ante esta situación con la distancia que hubiera querido. Me arrepiento profundamente de esto y me disculpo por ello”.
También nos hizo llegar, a través de su esposa Julia Cagé (véase La caja negra al final del texto), un documento de más de 10 páginas en el que relata su visión de su relación con Filippetti y que, según su abogado, corresponde a lo que dijo a la Policía en su declaración de 2009.
Reconoce la violencia repetida (sobre todo la existencia de varias bofetadas) existente contra su expareja, entonces diputada. Pero, según su versión, se producían en una relación marcada por la violencia verbal, psicológica y a veces física. También, incluso, por parte de su expareja.
Preguntada por estas acusaciones, Aurélie Filippetti responde: “Es una técnica típica para manchar a la víctima. Y no admito que intente ensuciarme hoy. Hay un salto enorme entre una relación que no funciona y la violencia física. Eso es lo grandioso de #MeToo: determinados actos físicos son intolerables”.
Lo que dijo la Justicia en 2009
“Ahora puede decir lo que quiera, pero en su momento no presentó ninguna denuncia”, sigue defendiendo la mujer. “Los hechos que se pusieron sobre la mesa en ese momento fueron validados por las instancias judiciales”.
De hecho, la conclusión judicial y legal del expediente nunca menciona el relato de Thomas Piketty sobre la violencia mutua, según se desprende de los documentos a los que Mediapart ha tenido acceso.
Cuando Aurélie Filippetti, entonces portavoz del PS en la Asamblea, presentó una denuncia el 6 de febrero de 2009 en una carta dirigida directamente al fiscal, en la que se detallaban “repetidos actos de violencia” entre febrero de 2008 y febrero de 2009, se abrió inmediatamente una investigación preliminar.
Muy rápidamente, se inició una mediación entre las partes, notificada a la Fiscalía. Se organiza bajo la dirección de un conocido común, el abogado Jean-Pierre Mignard.
“Hice este trabajo como abogado”, explica a Mediapart. “Con sus respectivos abogados, logramos calmar la situación. En ese momento, nos encontramos con dos personas que parecían estar comprometidas con los derechos humanos: su enfrentamiento habría perjudicado a todo el mundo”.
Se firma un memorando de entendimiento. Según la copia que Mediapart ha podido consultar; dicho documento prevé que Aurélie Filippetti retire su denuncia, a cambio de una admisión de culpabilidad por parte de Thomas Piketty.
Mediapart ha tenido acceso a dos cartas escritas en su momento por Piketty y fechadas el 23 de junio de 2009. “Me gustaría expresar mi más profundo pesar por haber perdido los estribos repetidamente durante nuestra relación y por haberme comportado de forma violenta contigo y te pido disculpas por ello”, escribió Thomas Piketty.
A lo que Aurélie Filippetti responde: “Acepto tu arrepentimiento y las disculpas. Por ello, retiro mi denuncia por violencia conyugal”.
Ambos piden que sus historias no vuelvan a ser evocadas en público. Las dos cartas permanecen en el despacho de Jean-Pierre Mignard “hasta que la Fiscalía haya redactado el acta de amonestación”, según el acuerdo. Esto sucede tres meses después: la investigación se archiva y Piketty recibe una amonestación por toda sanción.
Se trata de una alternativa al proceso penal, que permite señalar el error de una infracción a su autor (artículo 41-1 del Código Penal), sin ser éste juzgado.
“Dadas las circunstancias, he decidido no iniciar una causa en su contra de forma inmediata. Sin embargo, esta decisión puede ser revocada en cualquier momento, en particular si usted vuelve a estar encausado. Se trata de una advertencia”, escribió el fiscal Jean-Claude Marin, en la amonestación a Thomas Piketty del 16 de septiembre de 2009, que Mediapart ha podido leer.
En ese momento, la defensa del economista no presentó ninguna denuncia contra Filippetti ni llevó a cabo ninguna otra actuación. Y nunca más será encausado por su comportamiento con las mujeres.
“Elegí confiar en la Policía y en el Poder Judicial y no llevar este caso a la arena pública, para proteger a mis familiares y al denunciante. Me mantengo en esa elección”, dice Thomas Piketty.
La prensa de la época apenas se hace eco de la noticia y en el Partido Socialista nadie recuerda que en 2009 el tema fuese debatido en el seno de la dirección. Por supuesto, todo el mundo es consciente de ello –Filippetti es diputada, cercana a Ségolène Royal y Piketty es ya un destacado economista– pero los procedimientos legales se remiten a la esfera privada.
“En aquel momento, no es ni un hecho mediático ni un hecho político”, recuerda Benoît Hamon, entonces portavoz del Partido Socialista. No recuerda haber sido preguntado por ningún periodista al respecto. Internamente, dice, “la idea es que se trata de un asunto privado, sin interés político”. El hecho de que se trate de una denuncia penal no cambia nada.
Salvo dos casos puntuales en diez años, la creciente notoriedad de los dos actores no reabre el caso. Ni el ascenso político de Aurélie Filippetti, ministra de Cultura de 2012 a 2014, ni el ascenso intelectual de Thomas Piketty, que se ha convertido en un autor de éxito y en una referencia de la izquierda.
“Nadie me hizo nunca ninguna pregunta. Guardé silencio”, dice ahora Filippetti. Como política y “víctima”, le parecía incompatible. “En aquella época, yo era diputada. No quería que me hablaran de mi vida personal. Una pregunta me acechaba: la gente se iba a preguntar por qué aguanté tanto tiempo. Me sentí avergonzada, me sentí culpable”.
Aún hoy, sigue diciendo que puede hablar porque “se ha apartado de la política”.
Antes del acontecimiento de Toulouse, Piketty nunca había sido preguntado por el tema. “Me sorprendió y me conmovió. No había preparado nada”, confiesa.
Y cuando se le pregunta por qué nunca anticipó la pregunta, responde: “Apoyo el movimiento #MeToo, que es profundamente necesario. El 98 % de la violencia es masculina. El hecho de que mi caso sea más complejo no cambia esta realidad general. Entiendo y comparto lo que suscitan estos temas”.
Para una gran mayoría de la prensa y de los políticos, la violencia doméstica, quizás incluso más que la violencia sexual, es un asunto privado. El archivo de la causa también ha pesado.
Pero hay otras razones para este silencio. En 2009, en el entorno político, hablar de violencia contra las mujeres, sufridas por representantes públicas o militantes, parece fuera de lugar.
En el PS, diputados condenados por la Justicia por agresión sexual o violencia conyuga no han sido cuestionados internamente. “Estaríamos ante una doble pena”, nos dice. En 2011, cuando salta el caso Dominique Strauss-Kahn, una parte de las socialistas lo defienden con uñas y dientes; el PS sin embargo había recibido acusaciones previas contra DSK.
Para Filippetti, es una nueva prueba de que hay que guardar silencio: “Entonces, tenía la impresión de que de todos modos no servía de nada hablar. Y cuando saltó el caso DSK, vistas las reacciones, se puso de manifiesto. Era la prueba de que de todas maneras, la palabra de las mujeres no se consideraba”.
Las personas con las que hemos hablado coinciden: el silencio en torno a la denuncia contra Piketty se explica también por la imagen de Aurélie Filippetti. Tiene fama de tener un carácter difícil. Se dice de ella, en el entorno político, que es “inaguantable” o “frágil”. Hay quien llega a decir que “está loca”.
A esto se añade la reputación que sigue teniendo una mujer pública que tiene sucesivas parejas. Sobre todo cuando escribe novelas que evocan, de manera más o menos explícita, su vida amorosa. Preguntada al respecto, Aurélie Filippetti responde: “Sigo teniendo la impresión de que en la Edad Media me habrían quemado. Como las brujas. […] Nunca me he casado, he tenido historias de amor y bonitas historias de amor. Tengo una vida como mujer de mi época. Ni siquiera debería tener que justificarlo”.
En cuanto a su carácter, asume: “Hay momentos en los que tienes razón en enfadarte. Hay cosas que me indignan políticamente. Es parte de mí, parte de mi historia”. Añade: “Un hombre tiene carácter y una mujer tiene que tener un mal carácter”.
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Traducción: Mariola Moreno
Texto original en francés:
A finales de noviembre, una estudiante francesa le preguntaba públicamente al economista Thomas Piketty por la denuncia por violencia de género que presentó su expareja, hace diez años. La apertura ahora de un proceso de difamación contra el autor de El capital en el siglo XXI a raíz de la denuncia de la víctima ha puesto fin a años de silencio mediático y político.