Benito Mussolini, un molesto vecino en centenares de municipios italianos

Mussolini junto a Hitler en la visita del führer a Italia.

Cécile Debarge (Mediapart)

Es una simple hoja A4, con un encabezado resumido, en la que se alinean unas quince líneas escritas a máquina. En ella se elogia a Benito Mussolini como “gran reconstructor de la nación”, y se invita a las ciudades italianas a hacerse “eco entusiasta” de su marcha sobre Roma.

El documento, redactado para conceder al Duce la ciudadanía de honor de Brescia, una ciudad de 200.000 habitantes en Lombardía, formaba parte de la iniciativa lanzada por el ministerio del Interior en 1924, cuando ordenó a casi 8.000 municipios que concedieran esta distinción al líder fascista.

Andrea Curcio tuvo que rebuscar en los archivos para encontrar este documento. Al investigar esta historia desde que fue elegido en 2018, este concejal demócrata descubrió que Brescia todavía contaba con Mussolini entre sus ciudadanos honorarios. “La ciudadanía de honor debe dar ejemplos virtuosos. En una ciudad y un país antifascistas, dar a Benito Mussolini como ejemplo a sus propios ciudadanos no es algo deseable”, afirma.

Andrea Curcio redactó una moción para solicitar la revocación de este título, pero fue aplazada por la pandemia. Se someterá a votación en el pleno municipal en los próximos meses.

¿Cuántos municipios italianos cuentan todavía con este incómodo ciudadano de honor? No existen cifras oficiales, pero probablemente son cientos. En 2017, tres diputados del partido de izquierda Sinistra Italiana pidieron al ministro del Interior un censo exhaustivo de los municipios que habían concedido y revocado esta ciudadanía honorífica. No contestó.

Tras la Liberación, algunas ciudades se liberaron de ella de inmediato: Nápoles o Matera en 1944, y Arezzo poco después. Las demás, silencio. “En la posguerra no hubo realmente una política destinada a mantener o no esta ciudadanía de honor”, contextualiza Amedeo Osti Guerrazzi, profesor de historia contemporánea en la Universidad de Padua. “Es a la vez un poco de olvido, bochorno y deseo de los italianos de olvidar este período”.

“Me imagino que un siglo después es difícil para muchas ciudades pequeñas reconstruir esta historia, los archivos de la época pueden haberse perdido”, afirma el concejal de Brescia. A Andrea Curcio le gustaría “que la revocación de la ciudadanía de honor no tenga demasiado peso político para no crear divisiones donde no debería haberlas”.

Las ciudades que rechazan la revocación

Pero los procedimientos de revocación están lejos de ser unánimes. Los debates que animaron el pleno municipal de Salò, el 26 de febrero, lo ilustran bien. El símbolo es más fuerte que en otros lugares. Fue en ese municipio de apenas 10.000 habitantes, a orillas del lago de Garda, donde Mussolini instaló varios ministerios de la República Social Italiana, también conocida como República de Salò, en septiembre de 1943.

Este 26 de febrero fue el tercer intento de revocar la ciudadanía honoraria del líder fascista. En abril de 2019 y luego en febrero de 2020, el pleno municipal se había negado.

La concejala Erminia Bonfanti, de la oposición, se muestra molesta: “Es un tema anacrónico, una batalla inútil y sin sentido contra un fantasma con el que la izquierda no ha logrado ajustar cuentas”, considera esta representante de la coalición de centro-derecha Salò 2.0, que incluye la extrema derecha de Giorgia Meloni.

Sus colegas de bancada añaden: este proyecto de ley sería, según ellos, el “fruto de una ideología fácil y decadente”, de “marketing político”, “un acto de ruptura”, un intento “miope y arriesgado de borrar un pedazo de historia molesta e inevitable que debería servir de lección para todos”.

Es una especie de venganza a posteriori que no cambiaría nada en esta historia

Giorgio Gori, exalcalde de Bérgamo

Pero finalmente se aprueba la moción. Al día siguiente, el municipio de Casalecchio di Reno hace lo mismo. En esta ciudad a las puertas de Bolonia, todos los partidos votaron a favor, a excepción de los concejales de Fratelli d'Italia (FdI), el partido de Meloni, que se abstuvieron. Pero en decenas de otros municipios, de norte a sur del país, se rechazaron mociones idénticas.

Es el caso de Oristano, una ciudad sarda de 30.000 habitantes. “La moción sobre la ciudadanía de honor fue rechazada [en 2021, ndr], pero se votó por unanimidad una moción antifascista y contra todos los totalitarismos”, subraya el ex alcalde de la ciudad, Andrea Lutzu, ahora retirado de la política. Cuando estaba al frente de una coalición de centro-derecha, el político había estimado: “Declararnos antifascistas como lo hemos hecho es suficiente para recordar nuestra posición sobre los regímenes totalitarios y la democracia”.

La conservación de la ciudadanía de honor a Mussolini también es a veces obra de mayorías de izquierdas, como en Bérgamo en 2015. Como justificación, el ex alcalde de la ciudad lombarda, Giorgio Gori, hoy eurodiputado demócrata, se remite a sus declaraciones de la época: “Si la historia es memoria, estos acontecimientos merecen ser preservados”, dijo entonces. “Proponer su eliminación es, en mi opinión, un error que, a pesar de las comprensibles motivaciones, denuncia una falta de distancia necesaria con los hechos históricos, casi una especie de venganza a posteriori que no cambiaría nada en esta historia.”

Italia frente a sus proyectos de memoria

En medio de los arrozales de la región de Vercelli, el municipio de Pezzana tomó una decisión aún más singular: en septiembre de 2021, su pleno municipal renovó por unanimidad la ciudadanía de honor del Duce. Un mes antes, el expresidente de los radicales italianos, Igor Boni, había escrito al ayuntamiento de esta ciudad de 1.300 habitantes para pedirle que retirara el título honorífico.

“Sin debate alguno, el alcalde propuso confirmar la ciudadanía de honor y los ocho concejales presentes votaron a favor”, relata Giulio Manfredi, militante del partido Europa Radicale. Una revocación habría sido “una grave alteración de la historia”, se puede leer en el acta del pleno.

Giulio Manfredi forma parte de la asociación radical Adelaide-Aglietta, que lleva cuatro años impulsando iniciativas para revocar la ciudadanía honorífica de Mussolini en Pezzana: flash mob frente al ayuntamiento, carta al presidente de la República Sergio Mattarella, reuniones con el prefecto... “Nuestras acciones han tenido muy poco eco, incluso los grandes partidos de la oposición no han dicho gran cosa”, lamenta el activista.

Solo el diputado radical Riccardo Magi aceptó darle voz. En otoño de 2022, pidió al gobierno de Giorgia Meloni, recién elegido, que promulgara un decreto para revocar la ciudadanía de honor en todos los municipios del país. En febrero de 2023 recibió una respuesta negativa.

La cuestión remite inevitablemente a los grandes proyectos de memoria que se están retrasando. “Ha habido una voluntad política, incluso en la izquierda, de olvidar lo que había sido el fascismo, sobre todo para demostrar que el pueblo italiano era muy diferente, por lo que cuanto menos se hablara de ello, mejor”, analiza el historiador Amedeo Osti Guerrazzi.

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El 25 de abril, Italia celebrará el 80º aniversario de su liberación, una fecha marcada históricamente por fuertes movilizaciones antifascistas, pero que ha experimentado su cuota de polémicas desde la llegada al poder de Meloni. “El clima general es bastante desfavorable para el antifascismo, considerado como algo superado”, concluye el profesor. “En Italia hay un deseo de superar el antifascismo en nombre de un sistema político más eficaz y menos democrático, pero también en otros países europeos o en Estados Unidos”.

 

Traducción de Miguel López

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