La noche ha sido corta en Kiev. En los bares semivacíos de la capital ucraniana, los habitantes, pegados a sus teléfonos, siguieron con enfado creciente el discurso de Vladimir Putin [este lunes] y el anuncio de que se enviarían soldados para “mantener la paz” en los territorios separatistas. Un día después del discurso bélico de Putin, con rumores de columnas de tanques rusos en Donetsk, ciudad del Este de Ucrania en poder de los separatistas apoyados por Moscú, un sol primaveral hace olvidarse del invierno en la capital ucraniana y la incredulidad da paso a la ira. El espíritu de resistencia se está imponiendo en Kiev.
“Hemos existido, existimos y seguiremos existiendo, como un Estado ucraniano soberano, independiente y unido”, insiste Sviatoslav Yurash, el diputado más joven del Parlamento ucraniano del partido del presidente Volodymyr Zelensky. “Si nuestra nación sobrevivió a Stalin, sobreviviremos a todo lo que está ocurriendo aquí”.
A Pavlo Bondarenko, cofundador de Radio Podil, una emisora local del centro de Kiev, no le sorprende: “Hace ocho años que estamos padeciendo una catástrofe a cámara lenta”.
Con sus dos metros de altura, Bondarenko no pasa desapercibido. Sonrisa permanente y pelo rizado, alborotado continuamente, lo que suaviza sus rasgos. Pero dice que está furioso por lo abiertamente imperialista que es Putin y lo indiferente que se muestra la mayoría de los occidentales.
A día de hoy, sigue con sus rutinas, pero está dispuesto a poner el estudio y el equipo de Radio Podil al servicio de los periodistas extranjeros y de cualquiera que esté dispuesto a ayudar a Ucrania.
Serhiy Morgunov, al igual que Bondarenko, vivió de cerca la revolución de Maidán de 2014. Tiene una voz suave y aspecto de estudiante. Pero este fotógrafo de campo, que acompaña y fotografía habitualmente a los soldados en el Este de Ucrania, está convencido: la invasión rusa está sirviendo de acicate para los ucranianos. “Incluso las personas que eran apolíticas se están manifestando y es una voz de resistencia”.
Una e indivisible
“Estamos en nuestro territorio. No tememos a nada ni a nadie. No le debemos nada a nadie. Y no cederemos nada”, declaraba el presidente ucraniano Zelensky el lunes por la noche en un discurso dirigido a la nación, ojeroso y con la voz más ronca que de costumbre, ante un mapa en el que Crimea y Dombás no están tachados con flechas como en los informativos. Si bien el cansancio se hace sentir, el discurso es claro: Ucrania no cederá ni un ápice a las tropas de “mantenimiento de la paz” enviadas por Putin.
El martes, volvió a hablar para insistir al respecto. Las perspectivas de diálogo se alejan: esta vez Putin ha ido demasiado lejos. Rusia ha vuelto a pisotear el derecho internacional, Kiev está pensando en poner punto final a las relaciones diplomáticas con Moscú. También pidió fuertes sanciones contra Rusia. Pero quiere ser tranquilizador, diciendo que Ucrania no entrará en guerra total con Rusia.
Sin embargo, en caso de escalada, el Gobierno está dispuesto a adoptar la ley marcial. Zelensky, con el rostro firme, cambió el traje de humorista por el, más pesado, de líder de un país amenazado por el estallido de violencia.
A falta de canales diplomáticos, los oficiales rusos y ucranianos se responden mutuamente a través de los medios de comunicación. No hay comunicación, pero las respuestas se dejan oír. Desde el Kremlin, el ministro de Asuntos Exteriores ruso, Sergei Lavrov, responde a Zelensky y cuestiona la soberanía de Ucrania.
Para Rusia, el Gobierno de Kiev es ilegítimo desde la revolución de Maidán, que derrocó al expresidente prorruso Víktor Yanukóvich en 2014. Una cosa es cierta: la actitud de Putin con respecto a Ucrania ha creado una profunda brecha entre los dos países y la página prorrusa del país ha quedado atrás.
Esta vez, para los ucranianos, los acuerdos de Minsk firmados en 2015 para alcanzar un acuerdo entre Ucrania y Rusia en torno al Dombás están muertos y enterrados. Un alivio para algunos. “Putin nos ha liberado de los acuerdos de Minsk”, se felicitaba Serhiy Morgunov.
Guerra de memes
Para otros, como Yegor Strelkov, ilustrador y tatuador de Donetsk, el reconocimiento de las repúblicas separatistas es doloroso. “La gente de Dombás son sólo ovejas que han perdido la cabeza”, dice con desprecio. “He visto a estos zombis bailando con banderas rusas en Donetsk. No entiendo este circo”. La incomprensión es total.
Las virulentas reacciones a las imágenes de las tropas en Donetsk y al discurso de Putin no se hicieron esperar en las redes sociales.
“El mayor criminal del mundo lleva una hora hablando de que mi país no debería existir”, reaccionó en Twitter Olga Rudenko, redactora jefe del diario online Kyiv Independent, mientras el líder del Kremlin redibujaba amenazadoramente los contornos de la historia y de Ucrania en nombre de una Unión Soviética imaginada y de una “Rusia histórica”.
Putin repitió su mantra habitual, que tiene a los ucranianos fuera de sí. Ucrania es una creación de Lenin, según él, lo que no dejó de enardecer las redes sociales. Entre dos peticiones de fuertes sanciones contra Rusia, aparecen memes que ridiculizan el revisionismo ruso, con Kiev por un lado y su evolución a lo largo de los tiempos, mientras que Moscú sigue siendo lo mismo, un pantano donde no crece nada.
Moral de acero
A pesar de la tormenta, el optimismo prevalece en la capital, y esto se debe principalmente a los militares, dice Morgunov. “Nuestro Ejército está motivado”, afirma. “Tenemos cientos de miles de reservistas curtidos por su experiencia en 2014 y 2016”, en plena lucha entre Ucrania y los separatistas. “Y tenemos un millón de personas dispuestas a luchar en las Fuerzas de Defensa Territorial”, cree.
Marian Prysiazhniuk, de 30 años, que trabaja con periodistas en el frente, afirma que la moral de las tropas está alta, a pesar de que dos soldados murieron el lunes por la noche y de que la tensión aumenta a medida que llegan las fuerzas rusas. “Nuestro Ejército está listo para luchar, y yo también me uniré a la defensa territorial o a las fuerzas armadas de mi país”.
La caja negra
Alexander Query es un periodista freelance establecido en Kiev.
Traducción: Mariola Moreno
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