La sequía agrava la crisis energética en Europa

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Martine Orange (Mediapart)

Desde hace varias semanas, las autoridades alemanas vigilan con preocupación las aguas del Rin. Dentro de unos días podría quedar cerrada una de las principales rutas comerciales de Europa: el río está en su nivel más bajo desde 2018 —el último año en el que se tuvo que interrumpir el tráfico fluvial por falta de agua— y podría quedar rápidamente intransitable, cortando todo el transporte fluvial. Esto podría agravar la crisis energética pues el Rin es la mejor vía para el transporte de carbón hacia las centrales térmicas del oeste del país, pero también para el de petróleo para todos los países por los que pasa el río (Países Bajos, Alemania, Francia y Suiza). 

Cuando las amenazas rusas de escasez de gas ya están poniendo a prueba el sistema, las dificultades que ahora atraviesan los suministros a las centrales eléctricas de carbón, convertidos en el último recurso en Alemania, complican aún más la situación. "El transporte de carbón ya se ha reducido debido al bajo nivel de las aguas, ya que son pocos los barcos utilizables y los que lo son llevan menos carga", ha advertido ya la empresa energética alemana EnBW en un comunicado. "Por tanto, los costes de transporte del carbón han aumentado, lo que a su vez incrementa los costes de explotación de las centrales eléctricas de carbón". 

El grupo energético alemán Uniper, que acaba de ser rescatado por el gobierno, ha dicho que planea reducir la producción de algunas de sus centrales de carbón debido a los problemas de transporte en el Rin. Suiza, por su parte, se plantea utilizar sus reservas estratégicas para asegurar el suministro de gasolina y gasóleo. 

La interrupción del tráfico en el Rin es la última mala noticia. Pero la sequía empezó mucho antes a pasar factura al sistema energético europeo, ya perturbado desde la crisis del verano pasado y luego por la guerra de Ucrania. Toda una parte de los medios alternativos con los que contaba el continente para paliar los riesgos de la escasez de gas y el elevado coste del petróleo se ha desvanecido por la falta de lluvias. 

Estas tensiones se reflejan ya en los precios. El de la electricidad nunca ha sido tan alto en Europa. Con la excepción de España y Portugal, que han obtenido de la Comisión Europea el derecho a abandonar el mercado único de la electricidad (el precio del MWh para ambos países es de unos 150 euros), la cotización del MWh se situó de media en torno a los 400-470 euros en el mercado al contado del 9 de agosto. Es el doble de lo que costaba en junio, cuando ya se conocían las amenazas de escasez de gas y los problemas de EDF.

Colapso de la producción hidroeléctrica

La falta de agua afectó a la producción hidroeléctrica en los primeros meses del año, que representa alrededor del 13% de la producción. En España e Italia, la producción hidroeléctrica cayó más de un 40% en el primer semestre y las reservas de agua fueron menos de la mitad de lo normal. A principios de julio, un informe de la Comisión Europea sobre la sequía en Europa señalaba que la producción de energía hidroeléctrica había disminuido en 5.039 GWh en Italia, 3.030 GWh en Francia y 2.244 GWh en Portugal en comparación con la media de los años 2015-2021. Sin ser un gran adivino, ya advirtió que la situación podría empeorar durante este verano en muchos países. 

Italia es, sin duda, uno de los países más afectados. La producción hidroeléctrica (unos 47 TWh/año) es uno de los componentes esenciales de su sistema. El descenso de los niveles de agua en las presas alpinas y la caída de los niveles del Po (que representa el 20% de la producción hidroeléctrica del país) desestabiliza toda la producción. Italia, que dependía en gran medida del gas ruso, se vio obligada no sólo a negociar nuevos contratos de gas más caros, sino también a importar electricidad a gran escala por falta de producción suficiente. A las 19 horas, una de las horas punta del mercado europeo de la electricidad, el 9 de agosto, el precio al contado del MWh en el norte de Italia rozaba los 600 euros. 

Francia está igual de preocupada. La hidroelectricidad representa más del 10% de la producción eléctrica del país. Pero desde principios de año, las reservas de agua de las presas alpinas de EDF (Électricité de France) han disminuido en más de un tercio. El caudal del Ródano es menos de la mitad que el año pasado. EDF, responsable de los múltiples usos (agricultura, población, turismo) del agua en estos territorios, ha tenido que restringir la producción, sobre todo porque también hay que pasar la temporada de invierno. 

Al mismo tiempo, la producción nuclear del grupo, ya reducida en más de un tercio por problemas de corrosión en algunos reactores, se ve amenazada por el calentamiento de la temperatura de los ríos y el bajo caudal de algunos de ellos. Aunque EDF ha obtenido exenciones en las normas de temperatura de los circuitos de refrigeración de los reactores, ha tenido que reducir su producción nuclear, e incluso puede verse obligada a cerrar algunos reactores: Tricastin (Drôme), Golfech (Tarn-et-Garonne) y Saint-Alban (Isère).

El precedente noruego

Mientras la ola de calor y la sequía hacen estragos en toda Europa, Noruega anunció el 8 de agosto que estaba estudiando la posibilidad de limitar sus exportaciones de electricidad al resto de Europa si el nivel de sus presas no aumentaba para garantizar su seguridad eléctrica este invierno. Sus embalses se encuentran en su nivel más bajo desde 1996 debido a la insuficiencia de lluvias desde principios de año. El gobierno noruego no descarta imponer restricciones si la situación no mejora. 

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El anuncio del gobierno noruego está provocando sudor frío a sus vecinos. Aunque no forma parte oficialmente de Europa, es un actor clave en el equilibrio del mercado eléctrico del continente. Además de su producción de gas, exporta una enorme cantidad de energía hidroeléctrica a Suecia, Finlandia, Países Bajos y Alemania. El pasado octubre, Reino Unido inauguró una nueva red de alta tensión que le permite importar 1,4 GW de Noruega. 

La noticia de una posible limitación de las exportaciones noruegas sería un nuevo golpe para el sistema eléctrico europeo. Porque además todos sus vecinos han optado por desarrollar la producción de electricidad mediante turbinas eólicas en sustitución de los combustibles fósiles, pero esta producción está en su nivel más bajo: en estos momentos hay poco o ningún viento debido a las sucesivas olas de calor y a la permanencia de anticiclones. 

Con la excepción de la energía solar, que sólo representa un 5% de media en Europa (pero mucho más en el sur de Europa), el mercado europeo de la electricidad sólo puede sostenerse gracias a las centrales térmicas, sobre todo las que funcionan con gas. Si la sequía continúa, es probable que las tensiones aumenten. Y a pesar de todas las amonestaciones de la Comisión Europea, el ejemplo de Noruega, que ha dado prioridad a la preservación de su seguridad eléctrica y de su población, podría sentar un precedente y convertirse en un modelo a seguir en otros lugares.

Desde hace varias semanas, las autoridades alemanas vigilan con preocupación las aguas del Rin. Dentro de unos días podría quedar cerrada una de las principales rutas comerciales de Europa: el río está en su nivel más bajo desde 2018 —el último año en el que se tuvo que interrumpir el tráfico fluvial por falta de agua— y podría quedar rápidamente intransitable, cortando todo el transporte fluvial. Esto podría agravar la crisis energética pues el Rin es la mejor vía para el transporte de carbón hacia las centrales térmicas del oeste del país, pero también para el de petróleo para todos los países por los que pasa el río (Países Bajos, Alemania, Francia y Suiza). 

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