¿Conformar de nuevo una gran coalición con los conservadores u oponerse y celebrar nuevas elecciones? Este domingo 21 de enero, en Bonn, los 600 delegados regionales del SPD se dan cita en un congreso extraordinario para dar respuesta a esta cuestión existencialista para los socialdemócratas alemanes.
“Las opiniones que se oyen aquí y allá en los debates presentes en las federaciones demuestran que el resultado del domingo está abierto. Los contrarios a una GroKo [gran coalición] tienen esta vez la oportunidad de imponerse”, afirma Kevin Kühnert –líder de las juventudes del partido (Jusos) y el detractor más activo en lo que se refiere a la reedición de la gran coalición–, en un encuentro celebrado esta semana en Berlín con medios de comunicación extranjeros.
La esperada votación del domingo se enmarca en la larga carrera de obstáculos que mantiene a Alemania en la incertidumbre desde que Angela Merkel fracasó a la hora de formar la única coalición aceptable para ella, con ecologistas y liberales. La canciller, que se encuentra en un callejón sin salida, trata de seducir al SPD, formación que decidió, después de conseguir el peor resultado electoral de su historia, que había llegado el momento de liberarse del peligroso abrazo de Merkel para recargar pilas en la oposición.
Así las cosas, el domingo se sabrá si el principio de acuerdo presentado el 12 de enero por el presidente del partido Martin Schulz, y negociado durante cinco días de “conversaciones preliminares” con los conservadores, constituye la base necesaria para formar un nuevo gobierno. Mientras tanto, en todo el país, las federaciones regionales y las secciones locales del SPD se han convertido en lugares de intensos debates entre partidarios y detractores (GroKo y No Groko, respectivamente). “El debate contradictorio se desarrolla como corresponde a un partido democrático, es decir, con serenidad y sobre una base argumentativa y objetiva”, se felicita Kevin Kühnert, que dice sentirse orgulloso por que su partido afronte tan bien “este ejercicio democrático”.
"La píldora amarga de la CSU"
Pese a su tono conciliador, el joven de 28 años ataca directamente a la gran coalición, una alianza que no le satisface en absoluto. “Las reivindicaciones centrales del SPD no están recogidas en el acuerdo. Ni rastro de la seguridad social ciudadana que ponga fin a la sanidad de dos velocidades; no encontramos ninguna señal favorable al mejor reparto de la riqueza por la vía impositiva. Y, además, nos veremos obligados a tragarnos la píldora amarga de la CSU [aliado bávaro de la CDU, más a la derecha] en lo que respecta al derecho de asilo, con el establecimiento de un límite superior anual para la acogida de refugiados”, dice.
“Además de la débil huella socialdemócrata, el texto también está impregnado del estilo de años anteriores. En lo que respecta a los grandes temas de futuro un poco complejos, como las pensiones, es hora de definir una línea más tarde, mediante la constitución de comisiones ad hoc. Ahora bien, en la última legislatura, hemos visto que se pospusieron numerosas leyes y medidas prometidas”, añade.
Cuando se le pregunta si la actitud del SPD, en un país en que el sistema político impone el compromiso y las coaliciones, no será excesivamente egocéntrica, cuando Alemania y Europa esperan reformas, Kühnert lo niega: “Un partido no es una organización pública. Tiene derecho a elegir su destino en función de aquellos a los que representa. Sé que tenemos una gran responsabilidad en Europa, por eso soy favorable a que el SPD, en la oposición, alcance un acuerdo puntual con el eventual gobierno conservador minoritario de Angela Merkel. No veo por qué el SPD debería elegir una solución donde se sacrificaría y que le condenaría a muerte. Y todo sólo para reformar un poco Europa”.
Poco después, Kevin Kühnert acaba por reconocerlo: “Incluso si el acuerdo del viernes contuviese la creación de un seguro sanitario ciudadano y la subida de los tipos impositivos más altos, me opondría a la gran coalición. Para mí, lo importante, es que el SPD se renueve y empiece a construir una alternativa política donde puede convertirse en el líder”.
Con estos argumentos el joven, que representa a los 12.000 afiliados menores de 35 años con que cuenta el SPD, de los 430.000 afiliados del partido, se recorre el país para convencer a sus colegas de que se opongan a la GroKo. Sus argumentos a menudo calan, sobre todo en las federaciones más perjudicadas por el auge del partido de ultraderecha Alternativa para Alemania (AfD), es decir, en las federaciones del este.
Ya se sabía que el SPD de Turingia votará No Groko, pero el sábado el discurso de Kühner ahondaba en las palabras tranquilizadoras del peso pesado que es Sigmar Gabriel, ministro de Asuntos Exteriores, y llevaba a sus colegas de Sajonia-Anhalt a rechazar la alianza con los conservadores. Un ejemplo seguido dos días después por los berlineses.
Sin embargo, si bien la corriente No Groko va viento en popa, no está –ni mucho menos– todo dicho. Porque las federaciones de Berlín, Turingia y Sajonia enviarán sólo 37 delegados al congreso del domingo, mientras que la de Renania (NRW) estará representada con 144 (divididos sobre el asunto); la de Baja Sajonia (favorables) contará con 81; la de Hamburgo (favorable), 15 y la de Baden-Wurtemburgo (favorable) tendrá 47 delegados. Además, algunos sondeos llevan a pensar que los alemanes –pero también votantes y afiliados del SPD– aunque lamentan el principio de acuerdo, apoyan en una amplia mayoría la apertura de las negociaciones de la coalición.
Mientras que Martin Schulz visita incansablemente a las secciones locales y a los delegados regionales, el posicionamiento de los jefes de filas del ala izquierda del SPD puede contribuir a hacer cambiar definitivamente el viento a favor de la posición defendida por Schulz. Entre ellos Ralf Stegner, dirigente de la federación de Schleswig-Holstein, tradicionalmente muy crítico frente al acuerdo con la derecha, o Matthias Miersch, que representa la “izquierda parlamentaria del SPD”.
Pero, para ellos, sería lamentable no intentar conseguir más por una nueva negociación sin concesiones. “Estoy y sigo escéptico con relación a la GroKo, pero el SPD no puede permitirse irse de vacaciones o someterse a una cura. Actualmente, sólo hay una alternativa, negociar para formar una gran coalición o celebrar nuevas elecciones en breve, por las que los populistas de derechas nos estarían seguro eternamente agradecidos”, decía Ralf Stegner en este tuit (abajo). Por su parte, Matthias Miersch recuerda que, en última instancia, tras eventuales nuevas negociaciones, el SPD organizará un referendo donde las bases juzgarán sus hechos.
En las redes sociales esos argumentos parecen dar puntos. Todavía más en la medida en que, como admite Andrea Nahles, exministro de Empleo y de Asuntos Sociales, nadie tiene un plan B, en caso de decir no a una gran coalición. Incluso el muy convincente Kevin Kühnert se muestra más dubitativo en ese punto: “Nunca he dicho que estuviese a favor de la celebración de nuevas elecciones. Pienso que la solución de un gobierno conservador minoritario sería ideal”, repite. Sí, pero Kühner no decide por Angela Merkel, que se opone tajantemente.
Mientras, los sondeos publicados esta semana sitúan la intención de voto del SPD en un exiguo 18% –en el peor de los casos, a cuatro puntos de la ultraderecha–, de forma que el miedo de un verdadero desastre electoral es fuerte: “Si rechazamos la coalición, Schulz estará acabado y se producirán salidas. Iremos al combate con una dirección provisional, en medio del caos. ¿Cuál será la reacción del electorado? Corremos el riesgo de ser sancionados por no haber asumido nuestras responsabilidades”, señala preocupado un militante berlinés, que pide anonimato.
Y las razones evocadas recientemente por la jefa del grupo parlamentario de Die Linke, Sarah Wagenknecht, y su esposo y compañero de filas Oskar Lafontaine constituyen otro motivo de inquietud. En el último número del semanario Der Spiegel, Wagenknecht aludió a la posibilidad de crear “un gran movimiento unificador a la izquierda”, proponiendo que los dirigentes de diferentes partidos favorables a esta idea “se reúnan para crear algo nuevo”. Y dos días después, recibía al francés Jean-Luc Mélenchon en Berlín, pionero de esta vía.
La puesta en práctica de la idea de Sarah Wagenknecht sin duda tendrá que esperar un poco. Los responsables de Die Linke saludaron, en su mayoría, su discurso de unión de las izquierdas, pero rechazaron categóricamente la idea de crear otro partido. Además, la pareja Wagenknecht-Lafontaine actualmente está en guerra casi abierta con los dos copresidentes del partido, Katja Kipping y Bernd Riexinger. Esta propuesta podría ser, ante todo, una maniobra dirigida a desestabilizar a sus rivales. Pese a todo, una parte del mensaje le ha llegado correctamente al SPD: los futuros decepcionados del SPD saben a quién dirigirse para seguir luchando en la izquierda. __________
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Traducción: Mariola Moreno
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¿Conformar de nuevo una gran coalición con los conservadores u oponerse y celebrar nuevas elecciones? Este domingo 21 de enero, en Bonn, los 600 delegados regionales del SPD se dan cita en un congreso extraordinario para dar respuesta a esta cuestión existencialista para los socialdemócratas alemanes.