Un virus en el corazón de la máquina de exportar china

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Rara vez los responsables políticos, el mundo financiero y los economistas se han encontrado semejante panorama. La epidemia de coronavirus, iniciada en China, está arrastrando al mundo a un territorio desconocido. Ningún acontecimiento pasado puede servir realmente de referencia; la epidemia del SRAS, que también surgió en China, se remonta a 2002-2003, pero desde entonces China ha dado un considerable “salto adelante”. Su peso e integración en la economía mundial se han vuelto decisivos, puesto que ahora representa el 20% del PIB mundial.

Entonces, ¿cuáles podrían ser las repercusiones del coronavirus, si China sigue estando de facto en cuarentena del mundo? Todo dependerá de la intensidad y duración de esta epidemia, de la capacidad de encontrar rápidamente los tratamientos para detenerla, dicen los analistas de banca. Sin embargo, existe la percepción común de que esta neumonía viral, si continúa propagándose a gran escala, podría poner en peligro la máquina de exportación de China, el modelo en el que el país ha basado su desarrollo en las últimas tres décadas.

El primer reflejo de los mercados financieros fue, como siempre, especular con las noticias. En alerta durante meses, se preguntaron si el coronavirus podría ser el detonante que sacudiría un sistema ya frágil e inestable. Tan pronto como el Gobierno chino comunicó los primeros casos de neumonía viral y la peligrosidad del virus, los mercados bursátiles mundiales, que se encuentran en niveles estratosféricos, comenzaron a caer, especialmente en Asia.

El lunes, la Bolsa de Shanghái, que estuvo cerrada durante ocho días debido al Año Nuevo Chino, perdía un 7,76%. Pero en opinión de los analistas, esto es sólo una corrección en comparación con otros mercados asiáticos. Desde entonces, la situación se ha estabilizado en casi todas partes. El Índice Compuesto de Shangai subió y ahora ha bajado sólo un 5,3% en cinco días. El Hang Seng, el índice insignia de la Bolsa de valores de Hong Kong, perdía sólo un 1,38% en el mismo período y el Nikkei, el índice de la Bolsa de Tokio, bajaba un 0,26%. En cuanto a los índices europeos y estadounidenses, todos están en alza, después de haber caído ligeramente.

Bien es verdad que el Banco Central de China ha hecho todo lo posible por enviar señales tranquilizadoras. Antes de la reapertura de los mercados chinos a principios de esta semana, inyectó 1.200.000 millones de yuanes (156.000 millones de euros) para apoyar la economía, dañada por la epidemia de coronavirus. Los mercados financieros vieron más que una señal tranquilizadora: los bancos centrales siguen ahí. “Nos van a salvar no sólo del ciclo económico, no sólo del calentamiento global, sino ahora también de una pandemia global”, afirmaba irónicamente un analista de Rabobank.

Si el mundo financiero sigue evolucionando en su burbuja, los mercados directamente vinculados a la economía real se llevarán la peor parte. El cobre, el café, la soja, el acero, todo el universo de las materias primas, del que China se ha convertido en un actor clave en los últimos veinte años, se encuentra en tinieblas.

El ejemplo más llamativo es el mercado del petróleo. China es ahora el mayor importador de petróleo del mundo. Ya el 20 de enero, cuando se dio la alerta, en el mundo de las finanzas se previó un fuerte impacto en el consumo de crudo: los precios han bajado. En quince días, el crudo Brent ha perdido más del 14%, cayendo a menos de 55 dólares por barril, y el WTI se está acercando a los 50 dólares.

Los temores parecen bien fundados. Según fuentes citadas por Bloomberg, las importaciones chinas han disminuido un 20% desde el comienzo de la epidemia. Se estima que el consumo en el país está tres millones de barriles por debajo de lo normal, lo que representa el 3% del mercado mundial. La situación del mercado del petróleo es tan tensa que los miembros de la OPEP están considerando la posibilidad de celebrar una reunión de emergencia para discutir nuevos recortes de la producción.

Obligados por el Gobierno a limitar los desplazamientos, incluso a no moverse, los chinos se encuentran como petrificados. El transporte por ferrocarril y por carretera está vacío. El transporte aéreo se hunde. Sin esperar las recomendaciones de sus Gobiernos o incluso prohibiciones, los extranjeros han cancelado los viajes a China. Las aerolíneas internacionales han suspendido las conexiones con las principales ciudades chinas, al igual que Air France, British Airways, United y otras. La suspensión de los vuelos afecta ahora a Hong Kong.

Pero el transporte marítimo también está empezando a sufrir un duro golpe. El Baltic Exchange Dry Index, un índice que sintetiza el precio del transporte marítimo de mercancías a granel (cereales, carbón, etc.) y que se considera un indicador destacado de la economía china y mundial, ha visto su precio reducirse a la mitad en menos de un mes. El índice de fletes del Báltico, que da el precio de las mercancías por contenedor, ha caído un 67% desde su inicio en las rutas entre el norte de los Estados Unidos y China. Todos estos son indicios de que las corrientes de importación y exportación de China están congeladas.

Riesgo de contagio

Tras las órdenes del Gobierno, muchas fábricas no han reabierto sus puertas y miles de trabajadores no volvieron a sus lugares de trabajo después de las vacaciones de Año Nuevo. Todo está parado o incluso en un completo estancamiento. Airbus ha anunciado que ha congelado las operaciones en su planta de ensamblaje de A 320 en Tianjin. Los fabricantes de automóviles extranjeros, que tienen una fuerte presencia en la provincia de Wuhan, el epicentro de la epidemia, han detenido el proceso. Según Caixin, la producción podría caer un 10% este mes en la provincia debido a las interrupciones de suministro.

Las primeras rupturas en las cadenas de suministro están empezando a sentirse. Las fábricas de Honda y Ford en Corea del Sur han anunciado que han suspendido sus operaciones debido a la falta de piezas de repuesto. Las fábricas de electrónica en Japón y Taiwán tienen lista de espera. Apple ha advertido que puede tener problemas para entregar su iPhone debido a la falta de componentes fabricados sólo en China. Nike no puede distribuir a sus tiendas, ya que todos sus modelos de zapatos están hechos en China.

El impacto en esta etapa es todavía limitado. Porque la epidemia llega en un momento de relativa recesión económica después de las fiestas de fin de año en Occidente, después del Año Nuevo Chino. Desde hace años, las multinacionales y los importadores han integrado perfectamente este período en el que todo el mundo está de vacaciones en China. Todavía tienen existencias.

Pero si la cuarentena se prolonga, el contagio económico podría extenderse. Los consumidores pronto descubrirán que no sólo escasean las máscaras de papel. Toda la fragilidad de nuestro sistema podría quedar expuesta.

Tras haberse convertido en el taller industrial del mundo, gracias a la globalización preconizada desde el decenio de 1990, China ocupa ahora un lugar decisivo en la cadena de valor de las multinacionales. Domina, o incluso está en una posición de virtual monopolio sobre secciones enteras de la economía mundial. Componentes electrónicos, semiconductores, tierras raras, piezas industriales, productos químicos, textiles, farmacéuticos, zapatos... en todos estos sectores, China se ha convertido en el proveedor del mundo. Según el Wall Street Journal, el 80% de los ingredientes activos de los medicamentos vendidos en Estados Unidos provienen de China. En caso de que se produzcan interrupciones masivas en las cadenas de suministro, el mundo pronto se dará cuenta de que las políticas de deslocalización excesiva, de existencias cero, de entrega justo a tiempo tienen un alto costo para la sociedad, que su propia seguridad no está garantizada.

Pero incluso si la epidemia se contiene rápidamente, la economía mundial no es inmune a otra conmoción: una pronunciada desaceleración en China. Incluso antes del coronavirus, la economía china daba serios signos de agotamiento. Ya no era capaz de mantener el ritmo de crecimiento desenfrenado que había sido capaz de sostener antes, todo el modelo chino está amenazado, desmoronándose bajo una montaña de deuda, de sobreinversión y de sobrecapacidad industrial creada en las dos últimas décadas. La guerra comercial lanzada por Donald Trump llegó justo cuando China empezaba a perder la capacidad de ocultar estas vulnerabilidades.

A finales de 2019, Pekín anunció que el crecimiento del país podría, por primera vez en años, caer por debajo del umbral simbólico del 6% en 2020. El pronóstico ahora parece muy ambicioso. Moody's acaba de revisar su pronóstico a la baja, esperando un crecimiento chino del 5,4% este año en el mejor de los casos. Esta es probablemente la primera de una larga serie de revisiones para China y el mundo.

La advertencia del presidente Xi Jinping de que la epidemia representa un gran peligro de desestabilización económica y social, y el llamamiento a todas las fuerzas políticas para que se movilicen para derrotar al “diablo” del coronavirus, refleja la preocupación en los círculos de poder. No sólo frente a una epidemia que cada día se cobra más muertes y víctimas. Pero también por sus consecuencias. El cese de parte de la producción, la prohibición por parte de algunos países –Indonesia o Pakistán por ejemplo– de las importaciones chinas corren el riesgo de una caída incontrolada de la economía china.

Para 2015, el mundo pudo llegar a conocer lo que significaba una desaceleración de China para la economía mundial. El petróleo, las materias primas, los mercados de valores, todo había subido y bajado. Los países del Sur, como Brasil y Argentina, que habían basado todo su desarrollo en el milagro chino, se encontraron con una recesión y dificultades financieras de las que aún no han salido. En el último minuto, a fin de evitar un hundimiento mundial, el banco central chino reinició la máquina de liquidez e inyectó miles de millones para apoyar la actividad. La economía mundial había vuelto a caer en picado.

Pero no es seguro que los mismos medios sean suficientes hoy en día para reactivar la actividad, ya que el coronavirus ataca a un modelo debilitado. Entonces no sólo se infectaría China, sino también la economía mundial.

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Traducción: Mariola Moreno

Leer el texto en francés:

Rara vez los responsables políticos, el mundo financiero y los economistas se han encontrado semejante panorama. La epidemia de coronavirus, iniciada en China, está arrastrando al mundo a un territorio desconocido. Ningún acontecimiento pasado puede servir realmente de referencia; la epidemia del SRAS, que también surgió en China, se remonta a 2002-2003, pero desde entonces China ha dado un considerable “salto adelante”. Su peso e integración en la economía mundial se han vuelto decisivos, puesto que ahora representa el 20% del PIB mundial.

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