Los anillos de los árboles en Pirineos confirman que el verano de 2022 fue el más cálido desde la Edad Media
El investigador del CSIC Ernesto Tejedor supo, tras sufrir el verano de 2022, que esas temperaturas habían sido récord. La cuestión era averiguar hasta qué punto. Revisó junto a un equipo las mediciones de la Agencia Española de Meteorología, que llegan hasta 1890, y superaban el histórico por mucho. Después comparó las mediciones con las anillas de decenas de árboles rescatados de un lago en los Pirineos, y comprobó que los últimos dos veranos han sido los más cálidos desde al menos el año 1119, cuando Alfonso I era rey de Aragón. El estudio ha sido ahora publicado en la revista Nature.
De hecho, el gráfico de variación de temperaturas demuestra que probablemente el récord es mucho más extenso en el tiempo, pero los investigadores no lograron encontrar restos de madera anteriores a esa fecha para recrear las temperaturas previas, por lo que decidieron acotar el histórico a los últimos 900 años. No obstante, estudios globales de paleoclimatología afirman que la temperatura media global en este momento es la mayor de los últimos 2.000 años, e incluso de los últimos 100.000 años, mucho antes de la invención de la agricultura. "El último periodo interglaciar, hace unos 125.000 años, es el candidato más reciente para tener unas temperaturas superiores [a las actuales]", resumen los técnicos del IPCC, el panel de especialistas en cambio climático de la ONU.
El estudio que publica ahora Tejedor, junto a otros cinco autores españoles y alemanes, es el más completo elaborado hasta ahora centrado exclusivamente en el Mediterráneo, y demuestra que el calentamiento global está siendo especialmente agresivo en el sur de Europa. Como muestra el gráfico superior, la temperatura media registrada entre mayo y septiembre de 2022 y 2023 estuvo cuatro y tres órdenes de magnitud, respectivamente, por encima de la media del último milenio. "El verano de 2022 fue 4 °C más cálido que la media, lo cual es realmente extremo. Lo normal es que las temperaturas de verano varíen entre +2 °C y -2 °C sobre la media", explica Tejedor, doctor en Geografía e investigador del Museo Nacional de Ciencias Naturales.
Para elaborar este histórico de temperaturas, el equipo de expertos se basó en las variaciones de las anillas de los árboles del pirineo catalán, donde se dan unas condiciones excepcionales para la medición de la temperatura a través de las huellas de la madera. Como los árboles que se pueden encontrar en pie son relativamente jóvenes —no tienen más de 400 años— tuvieron que rebuscar en el fondo de los lagos del Parque Nacional de Aigüestortes en busca de árboles caídos mucho más antiguos, hasta que encontraron algunos con más de 900 años.
"Escogimos la madera de los Pirineos porque es una de las mejores de la región para hacer estudios históricos; tiene una correlación con la temperatura real de 0,7 o 0,8 [sobre 1], que es muy alta", detalla el autor del informe. Según concreta Tejedor, para aproximar temperaturas históricas miden el grosor de las anillas entre sí y la densidad de la madera, con una precisión altísima. "Podemos saber exactamente si estamos viendo la temperatura de 1750 o la de 1751", añade. El Pirineo es una ubicación especialmente buena porque las precipitaciones son muy constantes todos los años, de manera que el exceso de humedad o la sequía no confunden a la hora de estudiar las anillas de los árboles.
Otra de las conclusiones del estudio es que el cambio climático está siendo mucho más acelerado y agresivo de lo previsto hace solo una década, y las temperaturas extremas y los cambios en las precipitaciones están llegando antes de tiempo. El verano de 2022, el más cálido hasta la fecha en Europa, cumple unas condiciones que no se esperaban hasta la segunda mitad del siglo XXI: se alcanzaron sensaciones térmicas de hasta 46 °C y se registraron 41 días de ola de calor en España (24 días en 2024). En Europa murieron ese verano más de 60.000 personas por causas atribuibles al calor.
"La conclusión es que veranos que se esperaban que ocurriesen en las próximas décadas ya han ocurrido. Estos veranos extremos los estamos viviendo antes y de forma más intensa de lo esperado", comenta el geógrafo. El mundo se ha calentado ya de media 1,2 °C frente a la era preindustrial, y según los cálculos de los autores, un verano como el de 2022 solo se daría (teóricamente) una vez cada 75 años en un mundo con un calentamiento de 2,26 °C. Es decir, entre la probabilidad y la realidad hay una enorme brecha debido a la complejidad de los modelos climáticos y la incertidumbre que albergan.
Para reducir las probabilidades de repetir un verano tan caluroso como el de 2022 a uno de cada cuatro años, el calentamiento global tendría que aumentar a una media de 4,35 °C, lo que equivaldría a mantener intactas las emisiones de efecto invernadero actuales durante lo que queda de siglo. Si se tuviese que dar un verano similar en un mundo sin contaminación humana, la probabilidad habría sido de uno entre 100.000 años, lo que evidencia que las emisiones de efecto invernadero están detrás de lo ocurrido.
El estudio de las anillas de los árboles es el método científico más efectivo para calcular temperaturas de los últimos 2.000 años, pero también para medir la humedad. Tejedor explica que ahora está inmerso en un análisis similar para elaborar una serie de hidroclima, un gráfico milenario sobre los años secos y húmedos de España. El investigador explica que en este caso, en vez de basarse en las marcas de madera pirenaica, van a coger muestras de Teruel, Castellón y otras zonas de la costa mediterránea. Allí ocurre lo contrario que en los Pirineos: como la temperatura es muy constante y hay grandes variaciones de lluvias, las anillas de los árboles son más grandes o pequeñas en función del agua que tuvieron cada año, y no del calor o el frío.