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El calentamiento del mar acelera el metabolismo de las medusas y cada vez son más abundantes en verano

Ejemplar de 'rhizostoma pulmo', una de las medusas más comunes del Mediterráneo occidental

El debate sobre las medusas regresa, como cada verano, con playas donde antes no llegaban determinadas especies o lugares invadidos donde en el pasado solo había un puñado. La principal preocupación de esta temporada es la expansión de la famosa carabela portuguesa por la costa cantábrica y mediterránea, aunque también se ha observado un incremento de la cantidad de medusas y de personas atendidas por sus picaduras. Los expertos atribuyen este aumento de los avistamientos al calentamiento de las aguas del Mediterráneo por el cambio climático, una alteración que acelera el metabolismo de estos animales y dispara su presencia durante los meses de verano.

Uno de los equipos que constata este cambio es del socorrismo de Cruz Roja, que controla aproximadamente el 10% de las playas españolas y atiende las urgencias de los bañistas. Miguel Ángel Arrocha es responsable del programa de playas de esta organización y explica que este verano han detectado “un aumento —no muy significativo— de la cantidad de las asistencias sanitarias no graves respecto a 2023; es una tendencia que venimos observando en los últimos años”, dice el portavoz.

La situación es más preocupante en torno a la carabela portuguesa, una variedad de medusa que prolifera en la las playas españolas y que antes solo se avistaba en Canarias y algunas playas de Andalucía. Arricha afirma que los cambios en esta especie es lo que más le inquieta este verano, ya que su picadura es extremadamente dolorosa. “Es lo que más nos llama la atención. Antes solo se avistaba en aguas del Atlántico y alguna era arrastrada hasta el sur del Levante, pero este verano ha habido avistamientos en Cataluña o País Vasco”, apunta.

El calentamiento del mar está detrás de estos cambios, según los investigadores. La temperatura media del Mediterráneo no para de subir verano tras verano y el pasado 15 de agosto alcanzó un récord de 28,47°, con boyas en el Levante por encima de los 30°. Macarena Marambio, del Institut de Ciències del Mar, afirma que este exceso de energía en el agua acelera el metabolismo de las medusas y les permite reproducirse antes, crecer más rápido y vivir más tiempo, por lo que ejemplares que antes se avistaban en septiembre ahora se dejan ver en junio.

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“Si previamente el mar alcanzaba la temperatura óptima en primavera y eran adultas a finales de verano, ahora las vemos desarrolladas en junio y pueden vivir hasta noviembre”, apunta la investigadora. También destaca que este impulso en el metabolismo de las principales especies de medusa, la pelagia noctiluca y la rhizostoma pulmo, son un peligro para otras especies que viven en la costa y el mar abierto, porque se alimentan más y consumen más recursos, desplazando a la competencia. “Las medusas son ganadoras frente a otros organismos porque se adaptan a condiciones muy malas como aguas con poco oxígeno o contaminadas, mientras que la mayoría de organismos huyen o mueren”, relata la veterinaria.

En todo caso, Marimbo matiza que por ahora no tienen datos que concluyan que ahora hay más medusas que antes, ya que realizar conteos en mar abierto es muy complejo. En su lugar, se guían por avistamientos de los socorristas o de aficionados al buceo que envían fotografías a un portal habilitado por el CSIC. “Lo que sí hemos observado es que los ciclos de baja intensidad reproductiva han bajado, viven más tiempo y ahora están más presentes en verano, por eso la gente tiene la sensación de que hay más”, resume. Esto ocurre, por ejemplo, con la llamada medusa huevo frito, muy presente en el Mediterráneo, una especie que abundaba en otoño, pero que ahora aparece incluso en junio, por lo que los bañistas creen que esta especie ha invadido las playas, pero siempre han estado ahí.

Ese calentamiento del agua también permite que la carabela portuguesa llegue a lugares donde antes no se avistaba, porque el calor facilita la proliferación de la especie. Aunque en este caso también juegan un papel clave los cambios en las corrientes y el viento, que son indispensables para empujar esta medusa a través del estrecho de Gibraltar, y luego hacia el norte, para acabar en el Levante.

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