"No a la tala": las protestas medioambientales dejan de ser un monopolio ecologista

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La polémica sobre la tala de árboles en el parque Madrid Río ha impulsado en las últimas semanas la unión vecinal contra el maltrato de los espacios verdes. La tala de más de 1.000 árboles por la extensión de la línea 11 de Metro ha provocado que unos 2.000 madrileños de cuatro distritos se levanten contra las obras a través de toda clase de colectivos que van más allá del ecologismo, desde asociaciones vecinales a grupos de madres y padres de colegios. 

"Han intentado sumarse partidos, pero es una protesta apolítica porque el valor de esta lucha reside en que es vecinal. El parque es parte de nuestra vida y el barrio lo siente como propio", afirma Maite Gómez, presidenta de la asociación Pasillo Verde Imperial, una de las zonas afectadas por la ampliación del Metro. 

Esta vecina de Arganzuela es la portavoz del movimiento que más contestación social ha levantado desde que se supo que las obras del suburbano acabarían con árboles que han tardado medio siglo en crecer. Ahora dan sombra en verano y sirven de cobijo para vecinos de todas las edades frente al ruido y el tráfico de la ciudad.  

La zona que defienden desde esta asociación es un pequeño tramo del parque que sobrevivió a la reforma de la orilla del río Manzanares que soterró la M-30 hace ahora dos décadas. En teoría, también debían salir ilesos de la construcción de la nueva estación Madrid Río, pero una vez superado el periodo de consulta pública de la obra, la Comunidad de Madrid cambió su ubicación para levantarla en mitad del parque, llevándose por delante 279 árboles

"Tenemos vecinos que jugaban aquí cuando eran pequeños y que ahora vienen con sus nietos, por eso hay tanta conciencia ciudadana y tantas ganas de trabajar para frenar la tala", señala Gómez. "Es indigno porque es el único punto de relajación y frescor que tenemos", añade.  

Los árboles de este tramo del parque superan los diez metros de altura y son muy frondosos por su edad. Si desaparecen, la alternativa que tienen los vecinos son pequeños árboles jóvenes que no cumplen la misma función. "La naturaleza tiene la función de reducir el polvo y la contaminación del aire, y mejora el bienestar de los ciudadanos", recuerda María José Caballero, portavoz de Greenpeace. "Los árboles maduros, además, son una barrera esencial contra el sol en verano y reducen la temperatura entre 2 y 8 grados. En invierno retienen la nieve, evitan riadas y filtran los contaminantes del agua. También aportan humedad al aire, muy importante en una ciudad seca como Madrid, y eso no lo consigue un árbol joven", recalca. 

El otro punto caliente de las obras de la Línea 11 está al otro lado del río, donde van a construir la parada de Comillas, que originalmente no estaba planificada, pero la presión vecinal obligó a redibujar el diseño de la vía. En el parque de Comillas, que ya está vallado y listo para las obras, está prevista la tala de 212 árboles también plantados hace décadas.  

En el parque irá la estación, lo cual es bienvenido por los vecinos, pero también se aprovechará para meter la tuneladora bajo tierra, por lo que tendrán que limpiar todo el parque para hacer hueco. "Nos enteramos de eso en el último momento y van a arrasar con todo. Sabíamos que algo nos costaría tener una parada, pero tiene que haber un término medio", comenta Elena Sigüenza, portavoz de la Asociación de Vecinos del Barrio de Comillas. 

Ese espacio verde es la única zona de recreo en un kilómetro a la rotonda y tiene una petanca y tres pistas deportivas, además de bancos y sombra, por lo que sirve de vía de escape para vecinos de todas las edades. También tiene pegado el colegio público Perú y los niños van a ese parque a la salida de las clases. En verano acoge además un cine al aire libre. 

Sigüenza ya se hace la idea de que podría perder un jardín que le ha acompañado durante años, pero desde su asociación siguen peleando para proteger los árboles y este sábado por la mañana se van a concentrar con muchas otras asociaciones en el Puente de Toledo. 

"En este barrio llueve sobre mojado y estamos curtidos en defender nuestros árboles", señala. "Ya intentaron quitarnos los árboles de la Avenida Antonio López y fue la guerra, aunque después si consiguieron talarnos algunos cuando pusieron el intercambiador de la estación Plaza Elíptica. Tenemos canas ya de las cosas que nos hacen, pero la fuerza vecinal es imparable", zanja la portavoz.  

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El ejemplo de la zona de Arganzuela, donde han logrado paralizar al menos temporalmente la tala, aunque los vecinos de la zona de la parada Madrid Río son escépticos con la medida cautelar que ha tomado la Comunidad. "Tememos que no van a talarlos ahora porque hay elecciones, pero después van a ir a degüello", opina Maite Gómez. 

Aunque la respuesta a la tala está protagonizada por los vecinos, los movimientos ecologistas sirven de importante altavoz para la causa y Ecologistas en Acción es una de las organizaciones que trabaja en el terreno para proteger estos árboles. Jesús Martín, responsable del Área de Naturaleza de esta ONG en Madrid, critica que en los últimos meses son muchas las zonas de la región que están sufriendo la tala discriminada, un problema que relaciona con la cita electoral del 28 de mayo. 

"En periodo electoral se transforma la ciudad y una de sus víctimas siempre es el árbol. Se busca construir e inaugurar instalaciones rápidamente y por el camino se tala indiscriminadamente", explica.

La polémica sobre la tala de árboles en el parque Madrid Río ha impulsado en las últimas semanas la unión vecinal contra el maltrato de los espacios verdes. La tala de más de 1.000 árboles por la extensión de la línea 11 de Metro ha provocado que unos 2.000 madrileños de cuatro distritos se levanten contra las obras a través de toda clase de colectivos que van más allá del ecologismo, desde asociaciones vecinales a grupos de madres y padres de colegios. 

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