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El miedo a perderse algo mediante nuestras pantallas: FOMO, redes sociales y salud mental

Imagen con los distintos logos de diferentes redes sociales.

“Me da ansiedad no estar conectada, entonces me conecto pero me da ansiedad estar conectada porque es lo único que hago”. Este es uno de los pensamientos recurrentes, que según la psicóloga Desirée Llamas, tienen que hacer frente muchas de las personas que tienen algún tipo de adicción a cualquier aparato electrónico o al uso que le dan a las redes sociales.

“Se estima que 3.484 billones de personas en el mundo tienen redes sociales, es decir, un 45% de la población mundial. En España, concretamente, un 59%. Además, 24 millones de personas españolas utilizan el teléfono para estar conectadas con su entorno y actualmente pasamos una media de más de 2 horas al día conectadas a estas plataformas, y tienen un gran peso en nuestra construcción de identidad y sentido de pertenencia a una comunidad” argumenta Beatriz Pujante, psicóloga de Somos Estupendas, plataforma online en la que ofrecen talleres, información y terapia psicológica.

Las redes sociales pueden y generan adicción. Así lo indica el Ministerio de Sanidad que calcula que de todas las personas que hacen uso de las redes, más de un millón (1.139.000) de ellas, lo hacen de forma compulsiva. Dentro de este grupo son los jóvenes los más propensos a desarrollar este tipo de adicción. Para Susana Pérez, periodista, doctora en comunicación digital y profesora universitaria, el uso de la tecnología y las redes sociales puede desembocar en el FOMO (o miedo a perderse algo, del inglés Fear of Missing Out) debido a que estos conceptos están “totalmente relacionados” ya que en la actualidad “asociamos el FOMO a algo tecnológico y ese miedo a perderse algo es lo que está pasando a través de nuestras pantallas”. 

Miedo a perderse algo

¿Y, qué es esto de FOMO o Fear of Missing Out?. Para la psicóloga Llamas el miedo a perderse algo es un sentimiento o sensación que no constituye ni un diagnóstico ni una patología, sino que más bien se trata de una categorización de una conducta específica referida a un comportamiento. Por lo que este término se utiliza para describir “esa ansiedad que genera no estar conectados a las redes sociales, internet o a cualquier servicio que pueda ofrecer”. 

La periodista Susana Pérez añade que esta expresión afecta principalmente a las sociedades occidentales y desarrolladas como las nuestras y está estrechamente relacionado con “el ritmo de vida que llevamos, el cual es frenético, en el que no tener plan un día para algunas personas empieza a ser un problema”. 

Oliver Serrano, psicólogo especializado en comunicación digital comenta que es en 2004 cuando se acuñó por primera vez el acrónimo FOMO para describir la aprehensión que puede padecer un individuo que siente que se está perdiendo una determinada información, eventos o experiencias que podrían mejorar su vida. Esta situación lo que provoca es que las personas aumenten su consumo de contenidos en medios y redes sociales con el objetivo de estar al tanto de aquello que sucede en su entorno.

“Las personas con FOMO sienten miedo de estar ausentes cuando otras personas experimentan eventos gratificantes. El FOMO genera una respuesta emocional y cognitiva de conectar constantemente con lo que los demás hacen recurriendo a la redes para reducir la angustia”, informa la psicóloga Beatriz Pujante.

“La tecnología está pensada para secuestrar nuestra atención”

Nos levantamos y lo primero que hacemos es coger el teléfono móvil, desayunamos, comemos y cenamos con él, compartimos todos nuestros viajes y acontecimientos importantes a través de las redes sociales. Esto, siempre y cuando se haga con un considerable equilibrio, para la especialista en comunicación digital, Susana Pérez, no debería ser un problema. 

Sin embargo, el punto de inflexión viene cuando no somos capaces de vivir sin publicar en las redes sociales. Es decir cuando “vamos a vivir la experiencia por el simple hecho de compartirla (en redes), no por vivirla en sí”, sentencia Susana desde el otro lado del teléfono. Para la psicóloga Ángela Revert Cabanes las redes sociales funcionan igual que una máquina tragaperras ya que “responden a un patrón de reforzamiento intermitente, es decir, cada ‘x’ tiempo, aparece algo que nos interesa y que nos gusta”. 

Aun así, la Pérez pone el foco en que “la tecnología está pensada para secuestrar la atención de los jóvenes”. Y continúa: “Esto es así porque la mayoría de empresas tecnológicas están pensadas para que compartamos los contenidos con una frecuencia recurrente, es decir, cuanto más se comparta y más contenido se genera más engagement se tiene. En cambio, cuando se deja de publicar contenido el algoritmo se olvida de esa persona”. Revert comparte esta opinión en donde las redes sociales son algo “clave” para el FOMO: “Entro a mirar Instagram, Tiktok o Twitter y quizás no hay nada que me interese, pero sigo ahí y sigo entrando porque sé que en algún momento va a haber algo que me llame la atención, me entretenga o reciba ese feedback positivo”.

Redes sociales y salud mental

El perfil típico de las personas que pueden tener este tipo de sensaciones y adicciones a las redes sociales sería la denominada Generación Z. De hecho, según informa la periodista Pérez, muchos de estos jóvenes confiesan tener problemas de salud mental producidos por el uso que les dan a las redes sociales. “Tienden independientemente y, aunque no quieran, a compararse con los demás y esto puede resultar perjudicial y hacerles sentir de menos”. 

La psicóloga de Somos Estupendas cuenta como los estudios sobre FOMO “desvelan que las personas con más inestabilidad emocional, irritabilidad, impulsividad y ansiedad son quienes mayores trastornos tienen vinculados al FOMO”.

En muchas ocasiones cuando hablamos de tecnología, redes sociales y juventud, se nos viene a la cabeza el imaginario colectivo y generalizado de problemas de salud mental como ansiedad, baja autoestima o bullying. Sin embargo, también se pueden asociar con un desarrollo del pensamiento crítico, a sentirse más conectado a nivel social y conocer otras realidades. Por ello, la psicóloga Llamas insiste en que las redes sociales son una herramienta más que habría que medir en función de “la frecuencia de uso, la calidad de este uso y con el fin que las utilizo”. Hablar de las consecuencias directas de las redes sociales “depende de muchísimas variables y decir que las redes sociales tienen efectos negativos o positivos únicamente sería mentira”, sentencia. 

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Revert añade que, además, las redes sociales aportan un tipo de contenido concreto, el cual es rápido y constante: “estamos siempre estimulados, por lo que cada vez nos acostumbramos más a ese nivel de estimulación y esto hace que nuestro umbral para mantener la atención y sostener el aburrimiento baje muchísimo”, produciendo que la ausencia de teléfono móvil o redes sociales genere, lo que denomina Oliver Serrano como “uso compulsivo y adicción”. Y toda esta situación desemboca en “un estado que es desagradable y la única forma de aliviar ese malestar es estar constantemente chequeando las redes”, opina Revert en donde, según Serrano, ya se han detectado usuarios que llegan a presentar síntomas de abstinencia cuando son privados del teléfono. 

Dadas estas circunstancias las especialistas coinciden en que las soluciones a estas sensaciones son reducir o establecer límites al tiempo que se pasa en las redes sociales, saber desconectar, ser conscientes de que lo que se muestra en redes es solo una pequeña parte de la realidad y si vemos que esta situación está afectando a nuestro comportamiento, a nuestras relaciones con los demás o a nuestro trabajo, es importante consultar a un especialista.

“Algo que creo fundamental es que debemos aprender un poco más a no hacer nada, a aburrirnos y a no ser productivos, ya que la sensación de FOMO también puede verse incrementada por la sociedad en la que vivimos donde siempre tengo que estar haciendo algo y ese algo tiene que ser productivo, que sea visto y sea aprobado por los demás. Tratemos de bajar revoluciones”, finaliza la psicóloga Ángela Revert. 

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