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La Iglesia francesa abre su caja negra: un informe cifra en 216.000 los casos de pederastia por parte del clero

Un cardenal francés se arregla el gorro en un acto litúrgico, en una imagen de archivo.

Christophe Gueugneau | David Perrotin

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“Unas 216.000 personas han podido sufrir abusos sexuales antes de los 18 años por parte de un miembro del clero”. Y lo que es más: “Si tenemos en cuenta la violencia ejercida por una persona vinculada a la Iglesia [personas que trabajan en internados católicos, que se encargan de la catequesis o de la capellanía o de los movimientos juveniles católicos o que trabajan en centros educativos católicos, etc.], la cifra asciende a alrededor de 330.000 personas”.

Ambas cifras se extraen del riguroso y documentado informe elaborado por el Instituto Nacional de Investigación en Salud y Medicina de Francia (Inserm) y la Escuela de Estudios Superiores en Ciencias Sociales (EHESS), de unas 500 páginas, titulado “Sociología de la violencia sexual en el seno de la Iglesia católica en Francia (1950-2020)”. Presentado en septiembre a la Comisión independiente sobre abusos sexuales en la iglesia (Ciase), que a su vez presentó su propio informe este martes.

La Comisión independiente sobre los abusos sexuales en la iglesia la creó el 13 de noviembre de 2018 Jean-Marc Sauvé, a petición de la Conferencia Episcopal Francesa (CEF) y la Conferencia de Religiosos de Francia (Corref). La integran 21 miembros, además de su presidente. En la rueda de prensa de presentación del informe del Ciase, este martes 5 de octubre, su presidente, Jean-Marc Sauvé, repitió esta cifra. “Por su magnitud, las cifras son mucho más que preocupantes, son abrumadoras, de ninguna manera puede darse carpetazo”, insistió Jean-Marc Sauvé.

Esta cifra de 216.000 víctimas, menores de edad, de miembros del clero debería sonar como una deflagración para la Iglesia francesa, sobre todo porque los tres autores del informe –Nathalie Bajos, directora de investigación del Inserm, Julie Ancian, socióloga del Inserm, Axelle Valendru y Josselin Tricou, demógrafos del Inserm– precisan que esta cifra es una “estimación conservadora” porque “muchas personas no pueden o no quieren mencionar tales hechos en el marco de una investigación” y porque “las cifras de violencia presentadas en este informe no tienen en cuenta la situación en los departamentos y regiones de ultramar”.

Hasta ahora, la Iglesia estimaba el número de víctimas en unas 5.000, según los resultados de una investigación de la Escuela Práctica de Estudios Superiores sobre los archivos eclesiásticos. El pasado mes de marzo, Jean-Marc Sauvé, vicepresidente de honor del Consejo de Estado y presidente del Ciase, habló de 10.000 víctimas. Una cifra que se repetía el 21 de septiembre en un artículo de Le Monde.

La presentación del informe Sauvé era muy esperada, especialmente por las víctimas. Y de hecho, se hizo hincapié en ellas al comienzo de la rueda de prensa. Así, tras una brevísima introducción de Jean-Marc Sauvé, se dio la palabra a Alice Casagrande, miembro de la Ciase, y a François Devaux, víctima. Alice Casagrande leyó extractos de testimonios recabados por la Ciase. En cuanto a François Devaux, pudo hablar sin tapujos de una “terrible mecánica sistémica” de la Iglesia, antes de acusarla de haber “desacreditado” las primeras señales de alerta, señalando al propio Papa. “Sois una vergüenza para nuestra humanidad”, espetó.

Pero son las cifras las que resultan demoledoras, aunque el documento del Inserm no se detiene, obviamente, en ellas. Del 3 de junio de 2019 al 31 de octubre de 2020 se hizo un llamamiento a las víctimas, en colaboración con France Victimes, la federación nacional de asociaciones de víctimas. Más de 6.000 personas respondieron. Se identificaron a más de 2.000 víctimas de violencia sexual y 1.628 aceptaron responder a un cuestionario más detallado, entre ellas 1.448 personas que eran menores en el momento de los hechos y adultos “vulnerables”. Aquellos que eran adultos en el momento de los hechos apenas se han tenido en cuenta en este informe.

En una segunda fase, se realizaron 75 entrevistas, de las cuales 45 fueron con menores de edad en el momento de los hechos y 24 con personas que se dice que eran “adultos vulnerables” en ese momento, incluyendo 17 religiosas, dos seminaristas y cinco laicos, que fueron víctimas de violencia sexual o abuso espiritual. Una sección específica del informe está dedicada a estas religiosas y seminaristas.

“Abrir la caja negra eclesiástica”

El llamamiento a las víctimas y las entrevistas permiten conocer las experiencias vividas, con numerosas transcripciones de entrevistas a lo largo del informe. Los autores hablan de “abrir la caja negra eclesiástica” y han identificado “seis configuraciones típicas de abuso de menores que remiten a otras tantas lógicas institucionales de construcción del poder del clérigo y tres dispositivos de control movilizados por los abusadores para obtener la obediencia de su víctima”.

En cualquier caso, la cifra de 216.000 víctimas corre el riesgo de ser puesta en tela de juicio. Por ello, los autores del informe se encargan de explicar el origen de la cifra. Del 25 de noviembre de 2020 al 28 de enero de 2021 se llevó a cabo una encuesta entre la población general. Se interrogó por internet a 28.010 personas mayores de 18 años, una muestra por cuotas. La encuesta era completamente anónima y contó con la aprobación del comité de ética del Inserm.

“Relacionando el número de actos de violencia cometidos por un miembro del clero a la población general, podemos hacer una estimación del número de personas víctimas de esas agresiones en Francia”, escriben los autores. Y añaden: “Aplicando el porcentaje de mujeres abusadas antes de los 18 años por un miembro del clero (0,17%) a la población de mujeres en Francia metropolitana mayores de 18 años a 1 de enero de 2021 (26.933.808), estimamos que 46.000 han sufrido violencia sexual. En el caso de los hombres, el porcentaje de violencia es del 0,69% y el de la población afectada de 24.469.124, es decir, 170.000 hombres padecieron este tipo de violencia. Se calcula que aproximadamente 216.000 personas han sufrido abusos sexuales por parte de un miembro del clero antes de los 18 años”.

© Infographie Mediapart

“Lo ideal hubiera sido realizar una encuesta aleatoria, pero en el tiempo disponible, con los medios a nuestro alcance, nuestro análisis es muy detallado y es la metodología más rigurosa que podríamos haber utilizado”, apunta Nathalie Bajos el lunes. “Esta cifra, científicamente, no es interesante como tal, lo que nos interesa es la magnitud del fenómeno, sus características y su evolución en el tiempo”, precisa.

Véronique Margron, presidenta de la Corref, considera en todo caso que se trataba de estimaciones “escalofriantes”. “Sea cual sea la realidad de las cifras, es espantosa. Sobre todo porque podemos suponer que probablemente estamos subestimando la realidad. Existen fenómenos de no declaración de la violencia sexual. Por eso, lamentablemente, estamos seguros de que no es menor”, explica.

La encuesta del Inserm incluye tres periodos diferentes: 1940-1969, que corresponde a un periodo de relativa influencia de la Iglesia en la sociedad; 1970-1990, que abarca un periodo de rápido declive; y de 1990 a la actualidad, es decir, una situación más tranquila pero en la que la Iglesia tiende a convertirse en un hecho minoritario en la sociedad.

A lo largo de estos tres periodos, el número de agresiones sexuales denunciadas por las víctimas, así como en la encuesta a la población general, bajó. Pero, escriben los autores, esta disminución está directamente relacionada, por un lado, con la reducción del número de miembros del clero y, por otro, con la reducción del número de personas que habían participado en actividades relacionadas con la iglesia durante su infancia.

“Cada abusador habría agredido a una media de 36 menores”

El Inserm compara estas cifras con otras. El entorno familiar sigue siendo –con mucha diferencia– el primer lugar donde se comete violencia sexual, pero esta violencia en el seno de la Iglesia católica “es proporcionalmente más frecuente que la que se produce en otras instancias de socialización no familiar o en el entorno de la amistad, como la educación nacional, los clubes deportivos o incluso las actividades culturales y artísticas”.

La encuesta del Inserm insiste en la especificidad de la violencia sexual en el seno de la Iglesia. De los primeros hechos cometidos por miembros del clero, el 93,4% se produjeron antes de los 18 años (frente al 77,3% del conjunto de la población). De ellos, el 93,2% los cometieron hombres y afectan, a diferencia de la violencia sexual en el seno familiar, mayoritariamente a hombres.

Además, esta violencia sexual se repite con mayor frecuencia en el tiempo: el 35,9% se produjo una sola vez, frente al 51,5% de la violencia en la población general. Por último, en casi la mitad de los casos, la persona era conocedora de otros actos de violencia perpetrados por su agresor en el seno de la Iglesia, es decir, aproximadamente el doble que en el caso de los actos de violencia ocurridos en otros círculos.

El Inserm también indica que el 42% de las víctimas lo contó, un tercio en el momento de los hechos y dos tercios, después. De estas víctimas, el 10% habló con alguien de la iglesia.

El documento también intenta estimar la proporción de “abusadores” (la palabra empleada por los ponentes) entre los miembros del clero. “Una proporción del 5% parece plausible a la luz de los datos recogidos por las comisiones de investigación en el extranjero”, escriben. Sin embargo, en el periodo 1950-2020, Francia contaba con 116.000 sacerdotes y religiosos, según la Conferencia Episcopal Francesa, a los que habría que añadir 2.600 diáconos. “Podemos entonces estimar que 5.900 de ellos cometieron delitos sexuales. Si relacionamos esta estimación con las 216.000 personas abusadas, cada abusador habría agredido a una media de 36 menores a lo largo de su actividad sacerdotal”.

“Esta estimación es muy superior a la que se desprende del análisis de los archivos, que lleva a establecer entre dos y cuatro personas abusadas por un mismo clérigo”, subrayan, considerando muy probable que “la Iglesia no realizara una investigación a partir del expediente de la persona denunciada para tratar de encontrar a las diferentes personas de las que pudo haber abusado”.

Por su parte, la Escuela Pública de Estudios Superiores, que trabajó a partir de archivos eclesiásticos y judiciales, contabilizó alrededor de 3.000 sacerdotes “abusadores”. Basándose en esta cifra, la comisión Sauvé estima que, por término medio, un sacerdote podría haber abusado de más de 60 menores. Estas cifras son, en cualquier caso, muy elevadas.

El informe del Inserm señala especialmente la reacción de la Iglesia ante los escándalos de violencia sexual en su seno. Y en particular la Iglesia francesa: “En comparación con las oleadas de escándalos que han sacudido a la Iglesia en Estados Unidos, Canadá, Irlanda, Australia, etc., la mayoría de los obispos y católicos franceses se tranquilizan pensando que Francia se salva. Debido a una presencia mucho menor de sacerdotes en las instituciones educativas que en estos países, a una mayor desvinculación de la Iglesia católica con la sociedad y a una estricta separación entre la Iglesia y el Estado, estos abusos masivos les parecen poco probables”.

Así, “a lo largo de los años 1980-2000, la Iglesia católica en Francia se negó a reconocer el carácter sistémico de la violencia sexual y sexista cometida dentro de sus muros y, sobre todo, la existencia de rutinas organizativas para proteger a los agresores. Más aún, la Iglesia adoptó, más que nunca, una posición dominante con respecto a las sociedades occidentales, precisamente sobre cuestiones de moral sexual y familiar, e incluso sobre la protección de los niños en peligro, como vimos durante los debates en torno al matrimonio homosexual, redoblando así el escándalo de su negativa a la introspección sobre sus propios fallos”.

Y los cuatro autores concluyen que “los resultados de esta investigación muestran que las situaciones de abuso sexual se refieren a la violencia sistémica mucho más que a la ‘mala conducta individual’. Estos abusos “no pueden solucionarse simplemente con una adecuada selección y formación de los candidatos al sacerdocio o a la vida religiosa”.

“Detrás de esta cifra se encuentran también todos los mecanismos descritos en el informe, la magnitud de los fallos institucionales con los autores de las agresiones que no han sido denunciados y menos aún perseguidos”, confirmó la religiosa Véronique Margron. “Es impensable pensar que una Iglesia que está para dar hablar del Evangelio, atenta contra los más pequeños, haya sido el lugar de la muerte física, moral, emocional o psicológica de tantas vidas”.

La religiosa espera “que la conmoción moral esté a la altura de la catástrofe y que obligue a la Iglesia a reconocer todo esto”. También es hora, en su opinión, “de pensar en la reparación de lo irreparable”. Es probable que la cuestión de las reparaciones sea un tema central para la Iglesia tras la presentación del informe Sauvé.

Pero la institución podría sufrir una sacudida aún más fuerte porque se señala otra causa de la especificidad de la violencia sexual en la Iglesia: el hecho de que la institución “sigue reivindicando abiertamente la dominación masculina y la inscribe en su cultura y sus estructuras”. “Mientras se niegue a renunciar al monopolio masculino del poder y a su metaforización paternal [...] el riesgo de violencia sexual en el seno de la Iglesia católica permanecerá”, se afirma en el informe del Inserm.

Lejos de la realidad. El 22 de julio, el colectivo de mujeres “Toutes Apôtres!” [Todas apóstoles] escribió una carta a la Conferencia Episcopal francesa en la que pedía una comisión independiente sobre la situación de las mujeres en la Iglesia. El colectivo, nacido hace un año, reclama la posibilidad de que las mujeres “tengan acceso a los distintos ministerios ordenados y participen en el gobierno de nuestras parroquias y diócesis, como en el Vaticano”. Siete semanas antes, el Papa confirmó que las ordenaciones de mujeres eran castigadas con la excomunión.

Durante la rueda de prensa, Jean-Marc Sauvé no fue tan lejos, reconociendo sin embargo que la “excesiva sacralización del sacerdote, su identificación con Cristo, es un problema”, y considerando que “una concepción excesivamente tabú de la sexualidad puede constituir puntos ciegos para actos graves”.

La Conferencia Episcopal Francesa y la Conferencia de Religiosos y Religiosas de Francia celebran sus asambleas generales en noviembre y se espera que retomen las 45 recomendaciones de la Ciase. Por ejemplo, ésta cree que hay que revisar el gobierno de la Iglesia, encontrar nuevos equilibrios entre la verticalidad y la horizontalidad, que el secreto de confesión no puede oponerse a la obligación de denunciar las agresiones a los menores, o que el procedimiento penal canónico podría abrirse a las víctimas, grandes ausentes de este juicio.

Ante la prensa, el martes, el obispo Eric de Moulins-Beaufort, presidente de la CEF, pidió “perdón” a las víctimas, señalando su espanto. También anunció que ya se estaba actuando, refiriéndose en particular a la reforma penal canónica en curso... Una respuesta que parece tibia frente a la conmoción.

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Traducción: Mariola Moreno

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