Desde la tramoya
Rajoy ni se despeina
Recuerdo los años en los que se juzgaba a ex altos cargos del Gobierno del PSOE por la guerra sucia de los GAL, o por casos de corrupción diversos. La Justicia, es sabido, llega casi siempre tarde, y para entonces, pensaba yo, ya todo el mundo sabía más o menos lo que había sucedido. Por supuesto, se sabía que el Gobierno de Felipe González había tolerado, como mínimo, que durante unos años se respondiera a ETA desde fuera de la ley y con sus propias armas, y que se habían producido vergonzosos casos de corrupción, con fugas de Mortadelo y Filemón incluidas.
Ilustrado por la presencia constante de estos asuntos en los medios de comunicación, durante años, el público ya sabía lo que tenía que saber, al menos a grandes rasgos. Para cuando llegaban las sentencias judiciales, el veredicto casi daba igual, a efectos políticos y electorales, porque el personal ya tenía una opinión asentada.
Pues bien, el PP se está beneficiando ya de ese efecto (si no hay nuevas revelaciones relevantes). Hace meses que los indicadores electorales no se mueven. El Gobierno y los populares ya han sufrido el efecto de la corrupción, pasando de una mayoría absoluta a una mayoría débil en el Congreso. Pero de ahí no baja. No hay aún quien le arrebate la mayoría electoral, ni desciende ya más –de hecho, sube– el nivel de aprobación del presidente, aunque sea bajísimo.
Cifras para mantener la cordura
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Es incuestionable y bien sabido que el PP se financió ilegalmente, con una caja B cuyos apuntes se han conocido al detalle. Todo el mundo sabe que se aceptaron donativos o como se les quiera llamar, de decenas de empresas y personas que luego se beneficiaban de concesiones y contratos de las administraciones públicas gobernadas por el PP. Todo el mundo sabe, detalles aparte, que en el PP, especialmente en Valencia y en Madrid, abundaban los chorizos que se beneficiaban de sus relaciones clientelares con el partido y los gobiernos regionales y locales. Todo el mundo lo sabe, digan ahora lo que digan las sentencias judiciales, que son más precavidas en el juicio y más garantistas para los acusados.
Pero precisamente porque todo el mundo lo sabe es ya poco probable que algo incremente la indignación y la reprobación con respecto a Rajoy y al PP. Como Rajoy lo sabe, se aplica bien en lo que mejor sabe hacer: resistir. Se las ingenia para poner su comparecencia en el pleno del Congreso en un anodino día en mitad de la vuelta de vacaciones, cuando nadie presta atención. Podrá decir así, como ha dicho, que es un presidente que da cuentas ante el parlamento, cuando ha hecho todo lo posible para evitar darlas, incluyendo recurrir al Constitucional la petición de la Comisión de investigación.
Como era de esperar, Rajoy repitió esta semana en el Congreso los mismos argumentos de siempre, incluido el resultón “y tú más”. No dio ningún dato nuevo ni aportó ninguna clave adicional. Sostuvo lo de siempre, con las imprecisiones, las medias verdades y las mentiras de siempre. Así va a seguir siendo, sin la menor duda. Por eso, los partidos de la oposición harían bien en ir planteando otros asuntos, si es que los encuentran y logran unir fuerzas y potencia argumental en torno a ellos. La corrupción, de tanta como ha habido a su alrededor, a Rajoy ya ni le despeina.