Telepolítica
Las elecciones perjudican a la democracia
Antes de que nadie se altere, parece obligado explicar que el título de la columna tiene una manifiesta intención irónica y bienhumorada. Qué duda cabe de que la democracia se fundamenta en la participación de los ciudadanos en la conformación de los gobiernos y, por tanto, en la definición de las políticas públicas que se deben llevar a cabo. Sin embargo, este modelo tiene algunas deficiencias derivadas del interés de los partidos políticos en conseguir el apoyo popular a toda costa.
Hace casi 50 años Umberto Eco pronunció una famosa conferencia titulada ¿El público perjudica a la televisión?.¿El público perjudica a la televisión?. En aquella intervención, planteaba cómo el afán de las cadenas por conseguir la atención de los espectadores acababa por deteriorar el propio medio. Al final, quedaba en el aire una interesante reflexión. ¡Qué buena sería la tele si no se midiesen las audiencias! ¡Qué cómodo sería el trabajo de los creativos televisivos si nadie tuviera en cuenta la opinión de los espectadores! A la vista de cuáles son los programas más vistos, sobrevuela la duda de si el gusto mayoritario de la gente es lo que empobrece los contenidos. Se forma un endiablado círculo vicioso: los programas son malos porque son los que le gustan a la gente, y a la gente le gustan porque son los que hay.
El show políticoshow
Si aplicamos este mismo razonamiento al mundo de la política, podríamos llegar a conclusiones similares. Los partidos políticos son organizaciones cuyo objetivo existencial es el de ganar las elecciones y gobernar. Son organizaciones complejas, muy piramidales y que no tienen otro sentido que el de llegar al poder. Las formaciones políticas viven obsesionadas con las encuestas, los estudios de estrategia electoral y los análisis de sus expectativas en cada momento. En base a esos datos, van modelando sus discursos, sus programas y sus iniciativas. Todo se acelera y se complica cuando se acercan las elecciones.
Los líderes políticos son más previsibles de lo que puede parecer. Hablamos de organizaciones donde no suele existir la improvisación y donde cada movimiento es estudiado antes de llevarlo adelante. Por eso, en realidad, la política es hoy en día por encima de todo una representación pública, un espectáculo. Este concepto es el que da sentido a la eclosión de los populismos, que son lo más parecido que pueda existir a la televisión basura. La relación de los líderes populistas con sus votantes es la misma que la que tienen los peores shows televisivos con sus teleadictos.
Las estrategias en Euskadi y Galicia
Cuando llegan las campañas electorales, la tensión crece y también suele aparecer la sobreactuación. Este próximo domingo hay elecciones previstas en Galicia y Euskadi. En mitad de todo el shock social que ha supuesto el impacto del coronavirus hemos vivido una campaña atípica. Casi todo lo que hemos visto estos últimos días es el resultado de las necesidades urgentes de cada formación.
Feijóo quería una campaña rápida y tranquila, con la menor presencia del PP posible. Las siglas del partido no han aparecido por ningún lado, como tampoco lo han hecho sus portavoces más ruidosos. La línea blanda que el presidente gallego promueve concilia poco con Álvarez de Toledo y compañía. Algo parecido ocurre en Euskadi, donde el PNV va a obtener un magnífico resultado si no pasa nada extraordinario. A veces, como ha ocurrido en esta doble campaña, la estrategia del partido favorito consiste en que no pase absolutamente nada para que no se altere la rutina prevista.
Los socialistas parece que mejorarán sus posiciones impulsados por la marca nacional. Posiblemente, les hubiera venido mejor una campaña más viva, pero las circunstancias que rodean esta convocatoria no parecen animar a una intensa movilización colectiva. Se esperan elevados niveles de abstención y se extiende un cierto desinterés general por los comicios. Entre el calor, el miedo al contagio y la previsibilidad de los resultados pueden alcanzarse récords de participación a la baja.
Balance de daños en los partidos políticos
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La poca fortaleza en ambos territorios de Vox y de Ciudadanos les ha dejado a ambos partidos sin mucho discurso que incorporar. Vox tiene su propia agenda centrada en las zonas donde alcanzan mejor penetración. Desde Ciudadanos, esperarán a tener un papel de mayor peso en próximas convocatorias. Ahora mismo, su escenario preferido es el Congreso de los Diputados, donde sus diez escaños se han convertido en un trascendental fiel de la balanza que puede inclinar de un lado u otro las votaciones de mayor trascendencia en clave estatal. La reaparición de Inés Arrimadas tras el verano será a buen seguro uno de los hitos de la próxima temporada teatral.
Al final, la coyuntura ha vuelto a colocar a Unidas Podemos en el centro de la atención mediática. Las encuestas parecían no ir muy bien y Pablo Iglesias y los suyos, que arrastran la fama de saber jugar las cartas electorales, han decidido apostar fuerte y con evidentes riesgos. Han decidido reactivar la tensión frente a una parte de la prensa y recuperar su denuncia de las cloacas del Estado, a sabiendas de que generaría una batalla siempre deseada por la derecha política y mediática. El domingo veremos la eficacia del plan desarrollado.
A partir del lunes, muchas de las actitudes mostradas estos días desaparecerán y otras se implementarán. Las elecciones habrán pasado y los partidos volverán a recuperar cierta normalización. Ya no será tan necesario intentar llegar como sea hasta el último espectador ni animar su movilización de cara a las urnas. Posiblemente, encontraremos unas estrategias más reales y menos sobreactuadas. Se acercarán más a sus auténticas intenciones. Sin elecciones de por medio, la vida democrática suele ser más sincera.