Aquí me cierro otra puerta
Seis meses
El otro día escuché en El Intermedio decir a una sanitaria que hasta ahora no había habido una conciencia ciudadana real sobre el cambio de costumbres que tenemos que hacer durante la pandemia y que ahora, cuando el Gobierno había pedido el estado de alarma durante seis meses, parecía que la gente se estaba dando cuenta de lo que estaba pasando. No me sorprendió, la verdad.
No sé qué nos pasa como sociedad para que la terrible época del primer confinamiento (creo que hay que ir llamándolo "primer"), las decenas de miles de muertos o el sufrimiento económico propio y ajeno no hayan sido suficientes para que hayamos cambiado de manera radical y definitiva nuestra manera de relacionarnos porque, sí, el mundo se tiene que ralentizar un año para acabar con esto. La realidad es que no lo hemos hecho y que estamos pagando las consecuencias y las seguiremos pagando. Ya sabemos lo suficiente del virus como para conocer qué podemos hacer y qué debemos eliminar para no haber llegado hasta aquí y hemos decidido no hacerlo. Ahora, desgraciadamente, ya da bastante igual porque la pandemia está descontrolada y solo con medidas duras se podrá controlar. En estos momentos, aunque lo hagas todo bien te puede tocar.
Que salga el ministro Illa diciendo que no va a haber un confinamiento duro porque con estas medidas doblegaremos la curva es, básicamente, fomentar esta actitud inmadura que hemos demostrado. Sí, va a haber confinamientos duros. Si no en toda España, en parte. Sí, vamos a estar seis meses sin salir por la noche y, sí, las Navidades van a ser una mierda. Sí, no te vas a poder reunir con tus colegas y, sí, cada vez que estás en un bar o restaurante en interior sin mascarilla durante horas te pones en riesgo a ti y a los que te rodean. Sí, no comportarse así matará a gente, le joderá la vida a nuestros sanitarios (a los que aplaudías a las ocho, recuerda) y arruinará a muchas familias. Y Pedro Sánchez diciendo que habrá no una, sino dos vacunas en diciembre provoca el mismo efecto que lo de Illa. Porque, y el presidente lo sabe mejor que yo, incluso si estuvieran no serán decisivas en nuestro día a día hasta meses después. Muchos meses.
El discurso de una parte de la izquierda haciendo hincapié en la responsabilidad del Estado en lo que pasa, en la necesidad de reforzar el sistema sanitario sobre todo, está muy bien pero no puede ir acompañado de descargar la responsabilidad individual de cada uno de nosotros. Hay condicionantes de clase que marcan todo, claro que sí, pero hay un punto de lo que tenemos que hacer que única y exclusivamente tiene que ver con cada uno de nosotros. No decírnoslo, no señalarnos, es infantilizarnos como individuos y como sociedad. Sí, hay unos chavales que fueron a barrer los desperfectos en La Rioja y hay que ponerlos en valor. Pero que no sirva para descargar la responsabilidad de los jóvenes. Muchos la cagaron y la están cagando, y no vale la excusa de la juventud para todo. Ellos la están jodiendo, todos la estamos jodiendo. Hasta los que nos creemos que lo estamos haciendo todo bien lo hemos hecho mal en algún momento (o en muchos) y no nos hemos contagiado por suerte. Eso sí: si compras menos billetes de lotería, menos te toca.
Ahora ya todo es complicado y solo nos queda ver hasta dónde llegará el confinamiento. Si, como dijo la sanitaria en El Intermedio, el estado de alarma de seis meses sirve para que asumamos que a esta pandemia le queda mucho y que nuestra vida no va a volver a ser lo que era en meses o años, dejaremos de estar siempre surfeando olas. Nos van a confinar, las Navidades van a ser un asco, no hay que prodigarse en bares y restaurantes en interior y sin mascarilla. Tu cuñado y tu hermana te contagian igual. No hay que quedar con mucha gente a la vez. Esta es la nueva vida.
Son seis meses. De momento. Asumámoslo y hagamos que todos lo interioricen. Basta de descargar nuestra responsabilidad y de que los gobiernos nos infantilicen. Cuanto más tardemos en hacerlo, más largo será esto, más gente morirá, más gente sufrirá, más gente se arruinará. Nuestros abuelos vivieron una guerra y nosotros solo tenemos que dejar de tomar copas y pedir pizza a domicilio. Podemos.