Aquí me cierro otra puerta
Ser el segundo: una lección de Yolanda Díaz
Creo que estoy legitimado para hablar de ser el segundo porque he hecho una carrera profesional basada en no ser el primero de ningún sitio y saber cuál es mi lugar. No es fácil: hace falta no tener demasiado ego, lidiar con la frustración de no ser quien decide siempre y tener claro que solo hay que asomar la gaita cuando te toca. También, que quien sea el primero sepa serlo. Porque quien sea el primero tiene que creer que necesita del segundo para funcionar, no que lo tiene porque no le queda más remedio y busque aplastarte para dejarte fuera y quedarse solo.
Un gobierno de coalición debería ser una oportunidad. Hablo como persona de izquierdas que nunca ha votado al PSOE y jamás se había visto representado en un gobierno y que, creo, tiene la estima y el amor de personas socialistas a su alrededor. Creo que para ellos y ellas, los socialistas, también debería ser algo bueno que yo me viera representado en un gobierno. En su justa medida (existe un infrarreparto de ministerios por voto obtenido en contra de Unidas Podemos) y con sus justas competencias, eso sí. Creo que no ocurre, pero debería.
Esta coalición, además, debería ser provechosa porque un impulso desde la izquierda le viene muy bien al PSOE (nunca lo deseó y por eso pactó con Ciudadanos cuando quiso y con UP cuando no le quedó más remedio) y a UP, especialmente a la gente que viene de la sigla P, le hace falta pragmatismo, seriedad, cabeza fría y saber poner un pie antes que el otro. La realidad es que esta coalición se mantiene porque no queda más remedio y cualquier otra solución es peor, pero ninguna de las dos partes la ve como un escenario no ya ideal, sino deseable.
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El problema para el PSOE (y un poco para Podemos) llega con Yolanda Díaz. Porque no tiene puntos débiles en ninguno de los dos flancos. No se le puede acusar de no ser leal, de ser impetuosa, de carecer de cultura de coalición, de no ser pragmática y posibilista. Es más socialdemócrata que el PSOE y puede llegar más lejos "por la izquierda" que UP. Tiene la popularidad de la gente, la posibilidad de ser trasversal y levantarle voto al PSOE, el cariño de sectores muy impetuosos de la clase trabajadora. Se viste como el enemigo, habla con el tono del establishment, no le da miedo a la madre de nadie. Ella es la verdadera encarnación de todo lo que estaría bien en una coalición. Solo parece haberse "equivocado" en algo: defiende sin ambages y sin matices a la clase trabajadora. Y para ello deja al margen batallas poco prácticas, del gusto del lado morado, y ataca con guante de seda el neoliberalismo, el leitmotiv económico del PSOE actual.
Para arrasar en la batalla por la reforma laboral, porque la ganará si no la ha ganado ya, Yolanda Díaz ha trabajado más que nadie y ha sabido ser la segunda. Supo, incluso, no batallar con Calviño por un rango de vicepresidencia superior, porque la ministra de economía es de esa estirpe política que no solo necesita ganar, sino parecerlo. Díaz ha sabido renunciar a batallas hasta ganarse un capital político sorprendente y dar, ahora sí, el hachazo: el de arrinconar el neoliberalismo en nuestro mercado laboral. Desde la izquierda, pocas victorias más sonadas contra el PSOE y más dolorosas para su alma neoliberal. El precio político y electoral de aplastar a Yolanda Díaz es difícil de cuantificar. No lo van a pagar. Y si lo hicieran, posiblemente sería una mala decisión.
Nadie a estas alturas duda de que toda reforma laboral será mérito de Yolanda Díaz y que la persona del Gobierno que de manera más decidida defiende los intereses de la clase trabajadora es la de Ferrol. Para lograrlo, Yolanda Díaz ha sabido, insisto, ser la segunda. Y eso en la vida es una virtud tremenda. Díganmelo a mí, que con este limitadísimo talento sigo viviendo de esto. La cuestión aquí es, además, que nadie tiene más talento que Díaz. Y todos lo saben. El PSOE, también.