AlRevésyAlDerecho es un blog sobre derechos humanos. Y son derechos humanos, al menos, todos los de la Declaración Universal. Es un blog colectivo, porque contiene distintas voces que desde distintas perspectivas plantean casos, denuncias, reivindicaciones y argumentos para la defensa de esos bienes, los más preciados que tenemos como sociedad. Colectivo también porque está activamente abierto a la participación y discusión de los lectores.
Coordinado y editado por Ana Valero y Fernando Flores.
AlRevésyAlDerecho es un blog sobre derechos humanos. Y son derechos humanos, al menos, todos los de la Declaración Universal. Es un blog colectivo, porque contiene distintas voces que desde distintas perspectivas plantean casos, denuncias, reivindicaciones y argumentos para la defensa de esos bienes, los más preciados que tenemos como sociedad. Colectivo también porque está activamente abierto a la participación y discusión de los lectores.
Coordinado y editado por Ana Valero y Fernando Flores.
A lo largo del siglo XIX, como muestra el historiador Orlando Figues en Los europeos, se fue forjando una red de contactos y flujos culturales que recorrieron gran parte de Europa. La literatura, el arte y la música, entre otras cuestiones, comenzaron a romper las barreras nacionales gracias a la conexión de artistas en intelectuales que se movían por todo el continente en pleno auge del ferrocarril. De esa manera, la literatura que se leía en París era muy parecida, cuando no la misma, que estaba de moda en San Petersburgo. Durante el primer tercio del siglo XX, este desarrollo de una cultura de masas europea tuvo un nuevo impulso -a pesar de la Gran Guerra-. Las memorias de Stefan Zweig, El mundo de ayer, pese a la idealización de algunas de sus descripciones, son una buena muestra de todo ello. Los artistas, escritores e intelectuales, aunque normalmente de manera inconsciente, comenzaron a promover la idea de la importancia de superar los Estados-Nación y la de la fraternidad entre pueblos. De hecho, este mismo autor, en pleno auge del nazismo y el fascismo en los años treinta, publicó el ensayo “la desintoxicación moral de Europa” en el que defendía la necesidad de volver a impulsar la educación y la cultura europea frente al odio de las ideas totalitarias y nacionalistas.
La consolidación de las dictaduras en Europa en los años treinta sustituyó las ideas de cultura europea que abogaban por un mayor contacto entre sociedades por una cultura ultra, excluyente y estrictamente nacionalista que rechazaba todo lo que no entraba en el estrecho margen de sus razas arias. De ahí que la quema de libros o la censura fueran acciones demasiado frecuentes allá donde se establecieron estos sistemas.
La derrota de estos regímenes en la II Guerra Mundial permitió construir una Europa occidental organizada en base a sistemas democráticos. Seis de ellos se unieron para formar las primeras instituciones supranacionales y, aunque su principal objetivo era económico y político, de manera indirecta se retomó parte de la cultura europea y del europeísmo del siglo XIX. La propia Comunidad Económica Europea necesitaba un relato que la justificase y la cultura era un elemento que podía vertebrar a todos los países socios a través de ideas como la de democracia, la de defensa de los derechos humanos y la de multiculturalidad. Sin olvidar que parte de las primeras ideas de cultura europea de la CEE se vertebraron a través del mercado y, por tanto como un negocio que servía también para limitar la influencia norteamericana. En la década de los ochenta, y sobre todo, en los noventa, la cuestión de la cultura europea entró en la agenda de las instituciones europeas (Tratado de Maastricht, 1992). Se aprobaron algunos proyectos que han sido esenciales en las últimas décadas, como el programa ERASMUS, la capitalidad europea de la cultura y la financiación a programas culturales, educativos y de investigación. Y se quedaron a medio camino otros como la Carta Europea de la cultura. Todo ello permitió ensanchar el europeísmo, incluyendo también la aportación de los movimientos migratorios. El problema es que, en esos mismos momentos, como muestran Ivan Krastev, y Steven Holmes y también Timothy Garton Ash y Tony Judt, mientras Europa occidental se imponía en la Guerra Fría, sus actuaciones, en muchos casos arrogantes y relajadas, le impidieron ganar la paz. Todo ello por no incluir los problemas con los discursos colonizadores, lo cuales se están desmontando en la actualidad.