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AlRevésyAlDerecho es un blog sobre derechos humanos. Y son derechos humanos, al menos, todos los de la Declaración Universal. Es un blog colectivo, porque contiene distintas voces que desde distintas perspectivas plantean casos, denuncias, reivindicaciones y argumentos para la defensa de esos bienes, los más preciados que tenemos como sociedad. Colectivo también porque está activamente abierto a la participación y discusión de los lectores.

Coordinado y editado por Ana Valero y Fernando Flores.

alrevesyalderecho@gmail.com

Publicar fotos de muertos y heridos

Joaquín Urías

Los atentados del verano en Cataluña han abierto un cierto debate público sobre la publicación de fotos y vídeos de víctimas de atentados, de los cadáveres de sus autores y de menores implicados en los hechos. El debate ha sido especialmente virulento en las redes sociales, de modo que la polarización ha sido instantánea.

Por un momento pareció que todo el que fuera más o menos conservador o “de orden” tenía que estar a favor de que se publicara todo tipo de imágenes horribles. Primero de las víctimas del atentado, luego de los cuerpos de sus autores. Por otro lado, cualquiera que se calificara de progresista o de izquierdas parecía obligado a indignarse con la publicación de cualquier representación, siquiera lejana, de personas heridas o muertas por esta causa.

A decir verdad, el debate no parecía sincero. La polarización parecía sugerir, de algún modo, que quienes vinculaban a sus autores con el Islam o incluso con la acogida de refugiados tenían determinado interés en la difusión de imágenes tan terribles que golpearan la conciencia de la población para inclinarlos a su causa. Respecto al bando contrario, se ha llegado a insinuar que la oposición a que se viera la tragedia en todo su detalle respondía al deseo de minimizar el impacto público de los atentados. Sin llegar tan lejos, hubo quien apreció en la postura restrictiva de la publicación un cierto buenismo, al parecer propio de sociedades demasiado sensibles y débiles a la hora de responder a las amenazas reales de nuestro tiempo. Incluso un gran escritor y académico recurrió a la publicación de espeluznantes vídeos de ejecuciones para –supuestamente- demostrar que no hay que arredrarse ante la visualización de la violencia explícita y visualizar que estamos en guerra.

En realidad, si descartamos oscuras motivaciones políticas y obviamos las referencias a una sociedad cada vez menos viril, el debate tiene cierta enjundia desde el punto de vista de la ética y del derecho. Para apreciarla habría que abordar la cuestión de modo un poco más sosegado y fijándose en los matices, antes que en el trazo grueso y superficial.

Con esa perspectiva, quizás el debate hubiera debido plantearse entre el daño y la utilidad social que conllevara la publicación de cada imagen. Así, seguramente, dejando de lado intereses políticos más o menos legítimos, puede partirse de que hay dos grandes grupos de intereses en juego: de una parte están los intereses vinculados con el derecho de la sociedad a estar informada; de otra parte los que están relacionados con el derecho de las víctimas y sus familiares a vivir su duelo en la intimidad y a que no resulten expuestos públicamente sus heridas e incluso cuerpos.

Basta esta aproximación para solucionar muchos de los casos supuestamente polémicos. Hay imágenes que no tienen ningún valor informativo, igual que hay otras que no dañan en absoluto los derechos de las víctimas. Unas no deben publicarse, mientras que frente a la difusión de las otras no cabe oponer ninguna pega.

Así, la publicación de primeros planos de una herida o de un cuerpo destrozado parecen responder exclusivamente a un interés morboso que no aporta nada nuevo a la publicación. No pueden venir legitimados por el derecho a informar y recibir información. Por el otro lado, la publicación de imágenes en las que se aprecia a numerosas personas en el suelo, o atendidas por los servicios de asistencia, sin que ninguna de ellas resulte especialmente identificable, no daña los derechos de ninguna víctima concreta y –en cambio- permite a la sociedad entender con fundamento la dimensión de la tragedia y del daño causado.

Así, las imágenes publicadas en las portadas de algunos periódicos, que mostraban Las Ramblas a los pocos minutos del atentado, con numerosos heridos y cadáveres diseminados, sin centrarse específicamente en ninguno de ellos, deben poder publicarse. No hay obstáculo ético o jurídico frente a su difusión y, en cambio, aportan información sobre los efectos reales del atropello. Gracias a esas fotos uno puede hacerse una idea cabal de lo sucedido.

En cambio, la difusión del rostro desfigurado de un terrorista muerto por los disparos de la policía, no tiene ninguna justificación ética ni jurídica. No aporta realmente ningún dato nuevo al hecho mismo de esa muerte y sus circunstancias y, en cambio, puede dañar derechos de su familia, que también los tiene, evidentemente.

De este modo, indagar en el posible daño individualizado o el posible interés informativo podría servir para resolver el debate en términos de lógica democrática menos burdos que el apoyar o repudiar genéricamente la difusión de cualquier fotografía en la que aparezcan víctimas de los atentados.

Respecto a la posibilidad de que una misma imagen tenga interés informativo y al mismo tiempo lesione la dignidad o la intimidad de la persona que aparece reproducida, lo cierto es que es un supuesto muy excepcional. Sólo se plantearía en casos en los que la persona resultara perfectamente identificable y al mismo tiempo la imagen en sí tuviera un contenido informativo propio más allá de la mera narración. No se me ocurre ningún caso de estos días en que suceda algo así, pero el criterio para resolverlo no debería ser muy distinto: plantearse los posibles beneficios y daños específicos que podría causar la difusión de la imagen y decidir en consecuencia.

De lo que no hay duda es de que este tipo de cuestiones no pueden resolverse en una sociedad abierta y plural, ni apelando a instintos más o menos bajos, ni aferrándose a un mundo ideal en el que no puedan verse la maldad y el sufrimiento. Las imágenes de un atentado –como las de una guerra u otra tragedia– no pueden usarse como arma arrojadiza para hacer daño a unos u otros, pero tampoco pueden ser un tabú que oculte la realidad. La justicia social se construye con responsabilidad, asumiendo la auténtica dimensión del derecho a la información y sus consecuencias y evitando daños gratuitos a personas concretas.

Desde luego, mientras estos debates no se aborden con cierta distancia crítica y se sigan generando en el ámbito de unas redes sociales polarizadas y agresivas estaremos muy lejos de esa sociedad responsable capaz de avanzar hacia la justicia social.

Ilustraciones: 1. Joann Sfar. 2. Charlie Ebdo. 3. Jose Sacco. 4. Jonh Romita Jr.

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Publicado el
4 de septiembre de 2017 - 11:06 h
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