La AMMD es un movimiento de militares demócratas, antifranquistas y antifascistas, que surge del Manifiesto contra el Franquismo en las Fuerzas Armadas y tiene como objetivo erradicar las ideologías de carácter totalitario y antidemocrático de entre los miembros de las fuerzas armadas y la Guardia Civil.
20 años de la Guerra de Irak
Cuando Sadam Hussein era de los nuestros:
Fue en 1973 cuando, invitado por Franco, el dictador iraquí visitó España rodeado de todos los honores que como huésped distinguido le dispensó el régimen franquista.
Antes, Sadam Hussein se había paseado por los lujosos salones del palacio de Westminster, el Elíseo, el Quirinal, el Castillo de Bellevue y demás palacios y residencias oficiales de los jefes de Estado de casi toda la Europa occidental, intercambiando reverencias, agasajos, regalos y demás parabienes diplomáticos.
En aquel momento, Irak llevaba muchos años liderando el Movimiento de Países No Alineados, en un intento de sustraerse a los dos grandes bloques hegemónicos contendientes.
A diferencia de los dictadores de su entorno, Egipto, Arabia Saudí, Emiratos Árabes, Kuwait, Irán, Siria, Jordania, etc., la dictadura presidida por Sadam se construyó sobre un escabinado de valores y programas en clave occidental, manteniendo una organización militar y policial tomada de los manuales soviéticos, pero valiéndose de un arsenal mixto, de origen ruso para el ejército de tierra y francés para el del aire. La mayor parte de la doctrina y del adiestramiento militar iraquí tenía como patrón el heredado del periodo del dominio británico.
En la última década Irak había conseguido situarse en uno de los primeros lugares en renta per cápita de todo el Oriente Medio. Una enseñanza básica obligatoria y gratuita. Abolición de la marginación de la mujer, acceso a la universidad de decenas de miles de jóvenes de ambos sexos, tolerancia y respeto a todos los cultos religiosos, incluidos los católicos y judíos, y castigos ejemplarizantes para los corruptos.
El régimen, eso sí, se dotó de un aparato policial, exterminando cualquier atisbo de oposición política.
Hasta el momento de iniciarse la guerra por la alianza occidental, Irak era el país más seguro de todo Oriente Medio, libre de terrorismos y con una escasa delincuencia callejera.
La crisis del petróleo promovida por la OPEP aumentó los precios del crudo, se incrementaron las exportaciones y las magníficas perspectivas de las reservas iraquíes permitieron a la dictadura de Sadam Hussein reformas sociales (que aquí llamarían populistas) que sirvieron para crear un cierto consenso de apoyo popular al régimen, rodeado como estaba de dictaduras corruptas, religiosamente sectaria y poblaciones sojuzgadas sumidas en la pobreza.
George Bush, Tony Blair y José María Aznar ya habían decidido en su encuentro en las Azores que había que meter en cintura a Irak por el mal ejemplo ejercido sobre su entorno como país no alineado y bajo pretexto de imponer una democracia
Las mentiras sobre las supuestas "armas de destrucción masiva", ampliamente difundidas merced a una gigantesca campaña de manipulación e intoxicación de medios de comunicación, periodistas, comentaristas, tertulianos y editores (como actualmente sucede con la guerra de Ucrania), no consiguieron acallar el clamor de rechazo de los ciudadanos de toda Europa –y particularmente de los españoles–, así que fueron difundidas las informaciones contrastadas sobre la inexistencia de estas armas imaginarias.
Pero George Bush, Tony Blair y José María Aznar ya habían decidido en su encuentro en las Azores que había que meter en cintura a Irak por el mal ejemplo ejercido sobre su entorno como país no alineado, y bajo pretexto de imponer una democracia –que ni está ni se la espera– apoderándose de las gigantescas reservas petrolíferas de Irak –bloqueo que persiste– poniendo en manos de las petroleras occidentales el control del mercado del crudo e implantando un embargo económico que ha dejado a este país en la más absoluta pobreza, con una economía destruida, unas instituciones corrompidas y la vuelta a la hegemonía religiosa islámica que Sadam Hussein había conseguido controlar.
En las fosas comunes, doscientos mil muertos iraquíes, la mayoría civiles, sirven de recordatorio de las consecuencias que estas campañas de manipulación informativa tienen para las víctimas de siempre, la población civil.
Porque las guerras siempre se sabe cómo como empiezan, pero nunca cómo terminan.
Ni George Bush, ni Tony Blair ni José María Aznar han respondido por estos crímenes.
Por eso produce un sentimiento de repulsa la resolución del Tribunal Penal Internacional de pedir la extradición de Putin por los supuestos crímenes contra la humanidad cometidos, según este Tribunal, en la guerra de Ucrania por las fuerzas rusas.
De los crímenes cometidos por fuerzas ucranianas durante el conflicto del Dombás a comienzos de la década pasada, el Tribunal no ha abierto la boca.
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Floren Dimas es oficial del Ejército del Aire retirado e investigador histórico, miembro de la Asociación por la Memoria Militar Democrática y de Militares Antifranquistas.
Cuando Sadam Hussein era de los nuestros: