Partimos de que podemos crear futuros alternativos, que podemos modificar y diseñar un mundo deseable y sostenible para el conjunto de la humanidad.
Y no, el mundo no se va a acabar en los próximos 10 años, no va a llegar un gran tsunami que arrase todo, como en 2012, ni un asteroide como en Deep Impact o Dont look up, tampoco una sequía bíblica que elimine a toda la humanidad, ni un nuevo virus que, esta vez sí, vayamos a ser incapaces de controlar. Malas noticias para los apocalípticos. Vamos a movernos en términos contraapocalípticos, hacia futuros posibles mejores que este presente, las llamadas protopías —si hoy no es posible la utopía, sí que lo es diseñar y construir mejores futuros que lo que tenemos en el presente—. Hay futuros plausibles que podemos erigir con nuestro conocimiento y nuestras acciones.
Esto no quiere decir que seamos ingenuos o imbéciles o que llevemos puesta una venda sobre los ojos. Sabemos que hemos sobrepasado ya algunos límites muy serios, que realmente estamos en una encrucijada, un poco más allá, diríamos, con elevadas temperaturas crecientes en todo el planeta, con niveles que aumentan de mes en mes y de año en año de concentraciones de CO2 en la atmósfera, con plásticos presentes desde los tejidos del ser humano hasta en las fosas más profundas del océano, con una desigualdad que no para de aumentar en todo el planeta, con una pérdida de biodiversidad y una sobrecogedora devastación de ecosistemas, sabiendo que ha aumentado otra vez el uso del carbón en todo el mundo, España incluida. El pasado año, los editores de las principales revistas médicas en todo el mundo exigieron a los gobiernos que hicieran todo lo posible para mantener el aumento global de la temperatura del planeta en menos de 1,5°C. Un incremento mayor nos enfrentaría al colapso de la salud humana, aportando los datos de la evolución de enfermedades vinculadas al ambiente. Y este 1,5ºC está ya comprometido.
De acuerdo con la ciencia, esta nos confirma que ya hemos traspasado 5 tipping points —puntos de equilibrio planetarios— a partir de los cuales el sistema deriva y puede colapsar y la Tierra, en su globalidad, no es capaz de resetear, por ejemplo, la contaminación química global. El sistema Tierra por sí mismo no será capaz de revertir esta contaminación que determinará el empobrecimiento masivo de suelos cultivables o la extinción masiva de especies. Sin embargo, son cuestiones sometidas a debate científico. Todos estos procesos, mientras no se demuestre lo contrario, no son irreversibles. En todos podemos cambiar la tendencia, aunque algunos sean como un gigantesco transatlántico donde los cambios se van a notar muy poco a poco, pero todos o casi todos pueden ser reversibles con nuestras acciones, conocimiento científico y acción ciudadana que mueva sociedades, empresas y gobiernos. Lo que no podemos hacer es no hacer nada y dejar que siga la deriva. Debemos actuar.
El futuro ya está aquí, sólo que mal distribuido, como decía el gran escritor de ciencia ficción William Gibson, y remataba: el futuro siempre llega temprano, vivimos en futuro presente, en una suerte de futuro expandido que nos llama a la acción, a la acción ciudadana, para poder crear mejores futuros, el futuro presente tiene que ver con los retos críticos de esta década decisiva de 2021 a 2030, no tenemos casi tiempo para actuar, pero lo tenemos para evitar lo peor de lo peor, y manejar los futuros en el imaginario colectivo puede ser imprescindible.
No, la culpa de la gran catástrofe climática no la tenemos ni usted ni nosotros dos. Los gigantes de los combustibles fósiles conocían y conocen el daño que hacían y hacen durante décadas. Pero crearon un sistema que los exime de responsabilidad
Hablar de futuros también supone poner en cuestión ese futuro apocalíptico que nos trasladan: “O el sistema neoliberal as usual o el apocalipsis”, utilizado como muro inmovilizador de la acción y el pensamiento crítico... cada vez hay más voces imaginativas de futuros no pensados hasta ahora. Como ha expuesto la antropóloga y periodista Mar Padilla: "esas voces afirman que la metáfora del fin inminente es una fórmula ideológica que justifica el rodillo económico financiero en el que vivimos, donde solo cabe un tipo de economía que deja un devastador paisaje de ruina social y ecológica a su paso".
Nos posicionamos junto a Noam Chomsky, entrevistado por C. J. Polychroniou en su libro Optimismo contra el desaliento: "Tenemos dos opciones. Podemos ser pesimistas, abandonar y contribuir a que ocurra lo peor sin vuelta atrás. O ser optimistas, atrapar las oportunidades que sin duda existen y contribuir, tal vez, a que el mundo sea un lugar mejor. No es una elección demasiado difícil" frente a los mensajeros del miedo, como la bióloga, filósofa y antropóloga Donna Haraway o la experta en recursos humanos y prospectiva Mónica Quintana o el escritor de ciencia ficción Kim Stanley Robinson, que alzan la voz contra la ideología detrás de la inevitabilidad del fin del mundo.
Creadores de nuevos imaginarios de futuros. Lo político es —desde luego— el tipo de escenarios que deseamos e imaginamos. Y sabemos, siguiendo a George Monbiot, que el “golpe maestro de los grandes contaminadores fue culpar a usted y a mí de la crisis climática”. No, la culpa de la gran catástrofe climática no la tenemos ni usted ni nosotros dos. Los gigantes de los combustibles fósiles conocían y conocen el daño que hacían y hacen durante décadas. Pero crearon un sistema que los exime de responsabilidad. Por eso para diseñar el futuro no va a servir con que usted o nosotros cambiemos de compañía eléctrica o reciclemos o comamos menos carne o vayamos en bici o votemos al que prometa hacerlo mejor. Serán actuaciones necesarias pero las trasformaciones deben ser a una escala brutal.
Son necesarias trasformaciones radicales del sistema de producción y consumo, implantando modelos reales de economía circular, de los que ahora solo existe el nombre, de la producción y —ojo— del consumo energético, de la producción y consumo de alimentos, de la relación con la naturaleza, de la ocupación del suelo, de las políticas de uso del agua, de las políticas de transportes, etc. Y sí: esto se debe hacer con el apoyo de toda la sociedad , entendiendo que todo el mundo prefiere un futuro más sostenible que el riesgo o el caos, o el colapso....
Actualmente el sistema paraliza la acción de los ciudadanos, sobre todo de los jóvenes, les excluye de la toma de decisiones y les dibuja un futuro sombrío que les produce sentirse "tristes, asustados y ansiosos" ante el futuro "preocupante" de un planeta enfermo por el "galopante" cambio climático, hasta el punto de que cuatro de cada diez dudaban si tener hijos para someterles a un futuro "aterrador".
Kim Stanley Robinson, autor de ciencia ficción e impulsor de los “ministerios del futuro”, hace una llamada de atención para cambiar urgentemente nuestro modo de vida y desarrollar un modelo social sostenible, y afirma que si no “el futuro inmediato será un desastre”. Precisamente por ello, como enseña Roger Hallam, uno de los fundadores de Extinction Rebellion, se podría construir un futuro sostenible y de cuidados en convivencia, a partir de la constatación del desastre, mediante la acción ciudadana impulsada por ello. Extinction Rebellion propone, desde su fundación, narrativas de futuros que evitan la sexta extinción masiva, y nos dice cómo llevarlos a la práctica. Pocas personas juntas, pero decididas a poner en riesgo su vida, encienden la mecha de grandes cambios, como sucedió cuando se inició la lucha de los derechos civiles en los estados más racistas yankis, esta lucha prendió al combatir el hecho concreto de la discriminación racial en los autobuses interestatales de Estados Unidos. Emprender futuros personales es mejorar nuestras capacidades para convertirnos hoy en el cambio que queremos ver en el futuro, superando la llamada narrativa del fin del mundo que lleva a la desmovilización social y política.
Pero para originar este cambio tan brutal de tendencia y beneficiar el bien común son necesarias, al menos, tres transformaciones radicales, inaplazables e ineludibles:
- En primer lugar, la democracia del 99%, el conjunto de la humanidad, de la gente, de los ciudadanos va a elegir un futuro más seguro, más sostenible, quitando el 1% que seguramente es el que ha sido más beneficiado hasta ahora, el que lo “tiene todo” y no quiere que nada cambie para seguir acumulando riqueza, o perpetuando la corrupción o la desigualdad, va a preferir el statu quo actual antes que estas trasformaciones para el futuro.
- El segundo gran tema es tomar decisiones basadas en la ciencia, y no basadas en intereses de lobbies concretos, o intereses privados o el cortoplacismo electoral. Si la ciencia dice que hay que tomar decisiones para la conservación del planeta habrá que tomarlas sí o sí, aunque estas decisiones sean radicales y duras, pero si están suficientemente bien repasadas y fundadas deberán tomarse y también ser debidamente bien explicadas.
- El tercer punto clave es la urgencia, ya no caben ridiculeces tipo vamos a seguir abriendo pozos de petróleo, en Noruega o Argentina, por ejemplo, “son los últimos”, es algo parecido a la gran película No Mires Arriba: vamos a conseguir ganar los últimos dólares explotando el asteroide, o construyendo centrales nucleares con dinero público para que unos pocos puedan sacar beneficios, y ese dinero no se enfoque en el bien común de una verdadera transición energética, por ejemplo.
Todos estos temas deberán explicarse y debatirse, en democracia real, con suficiente explicación de las políticas públicas y rendición de cuentas, en un futuro de interconectividad, de aprendizaje y cuidados mutuos, de aplicación de buenas prácticas y experiencias exitosas en otros países, con transparencia y buenos informes que expliquen mes a mes los logros conseguidos, las debilidades y las fortalezas de las decisiones tomadas, ver cómo se va avanzando.
Ya existen miles de ejemplos virtuosos de gran calado que indican que somos capaces de cambiar el rumbo, desde el aumento de renovables a una democracia real con justicia, para la toma de grandes decisiones que afectan a todas las personas. Vivimos en un cambio de fase donde lo viejo no acaba de morir y lo nuevo de nacer, en ese paso del Mar Rojo en el que supuestamente nos abren las aguas hacia un futuro predeterminado, o eso o el apocalipsis. El paso a una economía de lo digital basada en una red de nodos principales, en régimen de monopolio y que las personas sigan inconscientes de su poder o se diluyan en ese tipo de red, planteando el colapso como una vía de “atajo” hacia el "tecno-neofeudalismo". El Aviador Dro, grupo tecno pop español, ya describió en los 80 la potencial prevalencia futura de corporaciones gigantescas altamente tecnificadas, sobre gobiernos, estados y personas, deviniendo en un orden tecno feudal global. Más adelante creó la obra musical y juego de rol Mecanisburgo, una urbe futurista dominada por los intereses económicos, por enormes corporaciones, a las que se enfrenta el Frente de Liberación Mutante.
Cédric Durand, profesor de Economía en la École des Hautes Études en Sciences Sociales de Paris Nord, en su libro de 2021, Tecno-Feudalismo, Crítica de la Economía Digital, hace un ensayo exhaustivo en el que concluye que las empresas se habrían vuelto más poderosas que el Estado y donde los individuos serían totalmente dependientes de estas empresas. El ecosistema corporativo de Silicon Valley y su equivalente chino. Siguiendo al autor: se van imponiendo las cadenas de valor globales o el sistema de crédito social chino, las grandes corporaciones compiten por el ciberespacio para obtener el control de las fuentes de datos. Los sujetos se adjuntan a la globalidad digital. En el orden económico emergente, el capital abandona la producción para concentrarse en la depredación, siendo necesario continuar con el extractivismo más salvaje, como estos últimos 50 años.
Futuros alternativos
En concreto y en España, es posible imaginar un país con grandes bosques, bien conservados, con estepas cerealistas, con extensos humedales, ríos limpios, con costas que respeten la subida del nivel del mar, con lobos protegidos. Con una agricultura que minimice el uso del agua, que use el mínimo de fertilizantes y pesticidas, adaptada a cada clima y cada pueblo, tecnificada y competitiva a nivel internacional. Pensemos en una ganadería extensiva que conserve los ecosistemas, reduzca el riesgo de incendios, controle biomasa y necromasa inestable integrada con la biodiversidad, con generación de empleo local que alimente al país manteniendo los ecosistemas, organizados bajo parámetros de bien común y proximidad. Imaginemos un país con trabajos donde la gente se sienta realizada y pueda cambiar hasta encontrar el que le guste, con investigación en sectores punteros. Dotado de una sanidad preparada y con medios, donde la inteligencia y la atención del sistema sanitario llega hasta los últimos rincones de España; con una educación acorde a lo que se merece el país. Es posible imaginar pueblos con vida, ciudades intermedias, vertebradas entre sí con ferrocarriles y transportes públicos rápidos y eficientes. ¿Aceptamos el desafío y ponemos a nuestras mejores mentes para hacerlo o preferimos el ladrillo, la corrupción, la contaminación, el nepotismo y la estupidez? Esto es la modernidad, el resto es antiguo testamento, resignación, sacrificio y destrucción.
Demos una oportunidad a la posibilidad de crecer en la capacidad de proteger nuestro mundo afectivo, el cuidado del otro ligado al cuidado, al gobierno de sí, situar el cuidar para poder cuidar bien, una actitud de cuidados en relación con uno mismo, con los otros, y con el mundo, hacia los futuros colectivos, siempre en el centro las personas y los demás seres vivos, la participación de las personas. Sin participación no hay futuros. “Puede que, como especie especializada en descuidar el entorno, acabemos averiguando que cuidarnos y cuidar a otros es una forma de compensar lo que ya hemos perdido”, escribía hace poco Juan Carlos Pérez Jiménez, filósofo y Doctor en Ciencias de la Información.
La acción ciudadana, la participación ciudadana en cogobernanza, en estos temas claves, sería la forma de construir un futuro deseable para todas y todos, futuros no antropocéntricos, ajustados energéticamente, posiblemente implicando un decrecimiento temporal hasta ponernos por debajo de la capacidad de carga planetaria, segunda meta del movimiento Extinction Rebellion, que la economía tenga empatía eco-céntrica, poniendo la vida y su cuidado en el centro... una steady state economy... ajustada a una sostenibilidad real.
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Fernando Prieto es miembro del Observatorio de la Sostenibilidad; y Alejandro Sacristán es miembro del comité directivo del Club Nuevo Mundo.