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"Rentabilizar el viaje"

Helena Resano nueva.

No hay como mezclar política, Iglesia e historia para tener el cocktail perfecto con el que enredar un tiempo y despistar a la gente. Lo de las palabras del Papa pidiendo perdón a México por los excesos de la Iglesia durante la colonización, la réplica de Ayuso y el debate en redes que se ha generado es el mejor ejemplo de lo que importa ahora en política: crear debates que no llevan a ningún sitio pero que ocupan muchos titulares y dan muchos minutos de tertulia.

Nuestra infancia tuvo menos sobresaltos

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En las filas del PP madrileño, entre los afines a Ayuso, lo que dijo la presidenta de la comunidad a miles de kilómetros pilló a contrapié, como suele ocurrir con todo lo que hace o dice Ayuso en los últimos meses. La presidenta estaba de gira por Estados Unidos, enfrascada en hablar de “indigenismo” y de ligarlo a la izquierda más radical y comunista de este lado del charco. El PP, a este lado, anda esta semana en otros debates, intentando respaldar el liderazgo de Pablo Casado con una convención que está recorriendo España y en la que está contando con figuras como Tusk, Sarkozy, Rajoy o Aznar. La convención se ha preparado durante meses en los despachos del PP. Midieron muy bien dónde ir, qué decir y con quién fotografiarse. Pero Ayuso es especialista en robarle el foco a Casado, y casi siempre, con debates que se salen completamente del guión que había marcado Génova. Esta vez, lo hizo corrigiendo nada más y nada menos que al mismísimo Papa.

Que Francisco pidiera perdón por lo que se cometió hace varios siglos depende única y exclusivamente de él: máximo representante de la Iglesia y la fe católica decidió dar ese paso (antes lo habían hecho Juan Pablo II y Benedicto XVI, pero esto a Ayuso no le importó o ni siquiera lo sabía). Lo que hizo el Papa fue admitir públicamente que, quizás, en aquella conquista y descubrimiento, no todo se hizo bien. Nada más. No se puso a hacer un revisionismo de la historia, no señaló a nadie ni tampoco dio la razón a quienes creen que aquello fue una masacre o genocidio como han dicho algunos. El Papa hizo lo que hace un católico: pedir perdón cuando crees que has obrado mal. Pero a Ayuso esto no le acabó de gustar y mostró su sorpresa, a cientos de kilómetros. Apenas fue una frase, pero se permitió corregir al Papa y afirmar que la conquista sólo llevó cosas buenas, libertad. Y aquí abrió el melón: decir que antes de que nosotros llegáramos no había civilización ni libertad es la ofensa sobre la que pivota todo este movimiento de revisionismo que estamos viendo en los últimos años.

Le hemos cogido gusto últimamente a echar la vista atrás y comprobar que no hace mucho éramos mucho más intolerantes, mucho más machistas, mucho más racistas, mucho más xenófobos. Lo positivo de esto es que seamos capaces de darnos cuenta y reconozcamos que hemos avanzado, en algunos asuntos más que en otros. Que hemos recorrido un camino de respeto y tolerancia hacia temas sensibles. Está claro que nada de lo que se hizo en aquel siglo, ni en América, ni en Europa, superaría el filtro de las libertades y derechos con los que vivimos ahora, en pleno siglo XXI. Echar la vista atrás desde el sofá de nuestra casa y enjuiciar aquella etapa de la historia o cualquier otra es un error. Enorme. Pero negar que se cometieron atropellos, que muchos murieron por el hambre de conquista de otros, es encerrarse en un fundamentalismo torpe. Nada de esto corresponde a los políticos. En todo caso, a los historiadores. Pero ya sabemos que meterse en todos los charcos y jardines es la mejor estrategia para acaparar titulares. Las palabras de Ayuso han llegado hasta los despachos del Vaticano, sin entender muy bien dónde estaba la polémica de lo que había dicho el Papa. El viaje a Estados Unidos fue una apuesta personal de Ayuso y su equipo. Sin un buen titular, sobre lo que sea, el viaje hubiera sido un fiasco. Así que punto para Ayuso y punto para sus gurús de cabecera. El viaje ya le ha merecido la pena.

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