A medida que va remitiendo la sensación de urgencia y colapso que se provocó durante la crisis constitucional catalana del pasado otoño, la cuestión más relevante que se plantea para el futuro inmediato es si la demanda de independencia va a crecer, se va a mantener en sus niveles actuales o va a disminuir.
Que los partidos independentistas hayan revalidado su mayoría absoluta en las elecciones del 21-D, con un porcentaje de voto prácticamente idéntico al que ya obtuvieron en 2015, podría indicar que el conflicto está enquistado, con dos bandos de similar fuerza, lo que debería obligar a las partes a alcanzar un acuerdo inclusivo que satisfaga los intereses de todos.
Pero también puede considerarse que una vez que las aguas se remansen y los partidos independentistas renuncien en los próximos meses a la vía unilateral y la desobediencia constitucional, el apoyo social al independentismo irá perdiendo fuerza, por lo que el Estado debería no moverse y aguardar a que el proceso siga su curso.
Con otras palabras, lo que me gustaría plantear en el debate de esta semana es si los lectores de infoLibre piensan que el independentismo va a ir diluyéndose, como pasó en el País Vasco tras el fracaso del Plan Ibarretxe, o si va a continuar activo y pujante, en cuyo caso deberían abrirse negociaciones cuanto antes.
Tengo la impresión de que la derecha tiende a pensar que la sociedad catalana, superada la crisis de 2017, irá evolucionando como lo hizo la sociedad vasca tras el fracaso del Plan Ibarretxe. Les refresco la memoria. El Plan Ibarretxe era un proyecto de reforma del Estatuto de Gernika que planteaba una relación confederal de Euskadi con España y la posibilidad de realizar un referéndum de autodeterminación. El Partido Popular de Aznar y Rajoy se negó a que se llevara al Congreso el proyecto y aprobó una modificación del Código Penal para castigar con cárcel la convocatoria de un referéndum sin cobertura legal. Tras la llegada del PSOE al Gobierno en 2004, se suprimió la reforma legal de Aznar y se permitió a Ibarretxe defender su proyecto en el Congreso, donde cosechó un rotundo fracaso.
Al Plan Ibarretxe se le reprochaba sobre todo que dividiera al País Vasco en dos (el plan salió adelante con el voto en contra de los dos principales partidos españoles, PSOE y PP), que desbordara el marco constitucional y que se propusiera cuando ETA seguía activa. Tras la negativa del Congreso, la tensión política fue remitiendo, el PNV volvió a la moderación y la demanda de independencia perdió mucho de su apoyo social. Hoy no hay un conflicto soberanista en el País Vasco.
¿Podría suceder algo similar en Cataluña? Habiendo fracasado la vía unilateral y tras la división en dos mitades que se ha producido en aquel territorio, podría ocurrir que los partidos nacionalistas catalanes mantuvieran durante mucho tiempo su mayoría electoral pero poco a poco fueran rebajando el alcance de sus reivindicaciones y se olvidaran en última instancia de formar un Estado nuevo.
Cuál deba ser la estrategia política que se siga en la cuestión catalana dependerá de si Cataluña va a evolucionar como el País Vasco o el conflicto se va a mantener un tiempo largo en sus parámetros actuales.
¿Cuáles son los principales parecidos y diferencias entre Cataluña y País Vasco con respecto al conflicto sobre la independencia? ¿Las encarcelaciones, exilios y juicios mantendrán el independentismo catalán activo o se irá olvidando el proyecto de la República catalana y volverá el nacionalismo a posiciones autonomistas como en el País Vasco? ¿Nos aguardan todavía convulsiones políticas fuertes en Cataluña o ya ha pasado lo peor?
Estas cuestiones, me parece, son fundamentales para definir las estrategias políticas de los diversos actores (Estado, partidos políticos, tribunales), pero rara vez salen a la superficie con la crudeza con la que las he planteado aquí. ¿Qué piensan ustedes al respecto?
A medida que va remitiendo la sensación de urgencia y colapso que se provocó durante la crisis constitucional catalana del pasado otoño, la cuestión más relevante que se plantea para el futuro inmediato es si la demanda de independencia va a crecer, se va a mantener en sus niveles actuales o va a disminuir.