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La izquierda y la seguridad

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Antes de nada, no quiero entrar en debates que no soy capaz de sostener. No creo tener el conocimiento teórico suficiente como para defender posturas tan acaloradas e inamovibles sobre el discurso de esa escritora de la que usted me habla, pero también es verdad que escribir una columna es el reino más sofisticado del hablar sin saber español. Esta vez no lo haré, pero, evidentemente, en el futuro me marcaré algún "hablar sin tener ni puta idea", que para eso soy español y columnista.

De lo que sí que creo que puedo colegir que la corriente de pensamiento de Ana Iris Simón puede petarlo de manera transversal y que si algún día una ultraderecha con un mínimo de olor a "no pijos, aristócratas y vagos" llega a España y lo sabe capitalizar puede ser incluso hegemónica (mi miedo para los barrios desde hace años), es que la izquierda nunca ha disputado el concepto de seguridad. Entendiendo "seguridad" como la capacidad de salir a la calle sin miedo y como la sensación, acertada o no, de tener bajo control los parámetros básicos de una vida futura con un mínimo de confort. Nadie envidia las penurias, la falta de libertad o el vivir en un país traumáticamente poco desarrollado de nuestros abuelos, o, en mi caso, de mis padres. No va de eso el debate.

Pero sí parece evidente que la gente que en este momento está en los 20 y 30 carece de certezas y seguridades. No tienen una estabilidad laboral, no tendrán una casa pagada y, simplemente, no pueden hacer un plan a medio plazo. No ver, desde nuestro privilegio, que eso les puede llevar a agarrarse a cualquier discurso (y digo cualquiera) y que no sería más que un fracaso de las políticas de izquierdas es superioridad moral de la mala. La seguridad es, me parece, el concepto clave de lo que se nos viene. Y disputarlo debe ser prioridad. Cuando a la gente se le han ido quitando todas y cada una de las seguridades que tenía (laborales, personales, económicas, hasta identitarias), que nadie le pida nada.

De momento, mientras discutimos esto y nos hacemos las mil zancadillas propias de cualquier debate en la izquierda, un consejo para todos: vamos a intentar no echar la bronquita y a insultar a quien busca seguridades donde pueda encontrarlas o donde crea (ilusoriamente, quiero creer) que las pueda hallar. Porque de lo que la gente está harta es de que la izquierda le eche la bronca. No piden mucho. Vamos a no llamar fascistas a gente que nos votaba y que dicen las encuestas que lo va a dejar de hacer porque, creo, solo busca seguridad. Porque es humano, es lógico y, además, tienen la razón.

Antes de nada, no quiero entrar en debates que no soy capaz de sostener. No creo tener el conocimiento teórico suficiente como para defender posturas tan acaloradas e inamovibles sobre el discurso de esa escritora de la que usted me habla, pero también es verdad que escribir una columna es el reino más sofisticado del hablar sin saber español. Esta vez no lo haré, pero, evidentemente, en el futuro me marcaré algún "hablar sin tener ni puta idea", que para eso soy español y columnista.

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