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La mordidita

Cautivo y desarmado, Sánchez se rinde a la evidencia: «No soy perfecto», declara. ¿Su crimen? El idealismo. Creer que la gente es buena. La contrición fue tumbativa: ni cartas a la ciudadanía, ni quincena de reflexión. Lo siento mucho, me he equivocado, no volverá a pasar; manzanas podridas; responsabilidad in vigilando, grandes hits del mamoneo patrio.

Siendo sábado de buena mañana, no necesitarán que les cuente que el tridente catacróquer (Ábalos, Koldo y Cerdán) ha muerto por la boca. Koldo activó la grabadora –deporte nacional– no sea que sus compadres del pe so e quisieran cargarle el muerto. Seiscientos mil machacantes en comisiones, en la obra pública ganamos todos. En fin, que en esta dictadura en la que vivimos, la Guardia Civil acaba de empurar al número tres del partido del Gobierno. Típico de la autocracia, ya saben: a Stalin los contrapesos del sistema le jodían el plan quinquenal día sí, día también. Para frenar la hemorragia, el secretario general del partido del que usted me habla salió cariacontecido y dijo que su deber era seguir en la poltrona. Hay mucho progresismo que aplicar, no vamos a distraernos con minucias. «¿Es que no queréis que prometa más vivienda pública y que derogue la ley mordaza?», abroncó a los presentes con derecho a voto.

Velozmente, la «mayoría de la investidura» (sintagma chiripitifláutico) se apresuró a exigir explicaciones: no se descabalga al partido de la Gürtel para caer en este ridículo. La petición, fierísima: «cuando usted pueda, no se agobie». En el cuartel general del pe ene uve sirvieron doble ración de centollo: se avecinan nuevos triunfos forales. Los de Junts ultiman su borrador de trágalas: un busto de Puigdemont en cada rotonda, incorporar el 3% en el estatut y controles migratorios que ríete tú del yanqui loco. En la bancada de enfrente, Feijóo se puso digno. Medida contundentísima: saltarse un sarao en el Palacio Real para no «ratificar al presidente» saliendo en la misma foto (con esta, Douglas te añade un capitulito en Pureza y peligro). Marcial, viejo amigo, etcétera.

Mientras tanto, miríadas de progres y socialdemócratas deambulan desconcertados por las calles de nuestro país. Que si el lawfare, que si viene la ultraderecha. Un clamor se eleva desde las bases: ¡mi partido me roba lo normal! Conviene sosegarse: puede que el encausamiento del fiscal general pinte bastante turbio, que el chorbo de Ayuso sea un mangante, que en el pe pe estén para dar lecciones de honestidad y que los objectives e Indas de este mundo lleven años publicando basura para envenenar el debate público. Pero mucho me extrañaría que Cerdán se dijese un día: es intolerable lo que están haciéndole a mi partido, ¡robaré todo lo que pueda para hacer justicia! Y sí, hay quien pierde más y menos con el advenimiento (hipotético, no hay que vender la piel del perro antes de cazarlo) de un gobierno de derechas, pero ese camino desemboca en el «al menos nos roban los nuestros». Fíjate, creía que eso lo habíamos superado: uno, que se hace ilusiones.

Mucho me extrañaría que Cerdán se dijese un día: es intolerable lo que están haciéndole a mi partido, ¡robaré todo lo que pueda para hacer justicia!

Se vienen jornadas trepidantes. Felipe González, el límpido, ha ungido a Madina como «su candidato»; Susana Díaz sigue llorando frente a cuanto micrófono encuentra (el pe so e andaluz, la regeneración democrática que necesitamos) y María Chivite llora porque no se esperaba esto de Cerdán, su amigo del alma. ¡Con lo limpia que tenía la mirada! Al final, el trío de mostrencos nos sorprenderá con su sutileza.

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Trincaban, sí, pero con la discreción de un ninja.

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