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Begoña Gómez cambia de estrategia en un caso con mil frentes abiertos que se van desinflando

Puigdemont y los encapuchados

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Albricias, vuelve Puigdemont. ¡Mejillones con papas fritas para todos! Los ceremonieros de Junts andan buscando una pick up para el desfile triunfal: un maletero, pero a cielo abierto. El bueno de Carles quiere contribuir a la gloriosa cruzada normalizadora iniciada por el presidente Sánchez, auriga de nuestra democracia, renunciando al padrón de Waterloo. Con condiciones, conste: presidente o nada, que las mudanzas son un infierno. Illa, inquieto, manda ese eme eses a la Moncloa.

La legislatura está en juego, camaradas: cualquier errorcito (ponerles Font Vella en vez de Fiji en los camerinos o alguna afrenta similar) podría desencadenar la rabieta del sector más pijo de la mayoría progresista. Te tienes que reír. Frenesí electoral en las regiones menos españolas del imperio: minuto y resultado con los presupuestos sin barrer. Lo de las prórrogas es muy buen invento, oiga: la semana que viene voy a intentar colar esta misma columna, a ver si me ascienden.

Mientras los mozalbetes de la Delegación de Recibimientos y Festejos alquilan saltimbanquis con barretina y elefantes para el esperado regreso del president a l'exili (un cargo que suena a queso para una sena de picoteu), la provincia central de la patria ("Madrid, uno, libre, redondo, autónomo, entero: mire las vueltas que da el mundo para quedarse quieto") sigue embarrada a cuenta del comisionismo, la profesión más vieja del mundo. Koldo, fíjense, ha resultado ser lo que parece. Da gusto cuando la gente va de cara. Al ciudadano González Lover lo ha empitonado una jueza por fraude fiscal y falsificación en documento mercantil. El gabinete de la ojiplática presidenta insiste en la tesis de la cacería. Aquí no hay nada que ver, dice Miguel Ángel Rodríguez, mientras agita bengalas y toca la zanfoña. Los diarios locales se venden con una exitosa novela de folletín: el doctor Watson relata el famoso caso de los periodistas encapuchados.

¡Anda! ¡Si Girauta ha fichado por Vox! Este giro de guion no te lo escribe ni Shyamalan, con lo centradito que parecía. La lista es de aúpa. Buxadé, Tertsch y Girauters entran en un bar, no quiera Dios que se encuentren con algún marroquí de la SGAE

Redactores ninja, la última ocurrencia de la planta noble de PRISA. "Acosan a los vecinos, ¡a menores de edad!", titulan los panfletos que abrevan del régimen. Losantos, colérico, denuncia el quincuagésimo noveno golpe de Estado en lo que va de legislatura. "Es lo más grave que se le ha hecho a un político en democracia", afirma uno mirando la foto de dos reporteros de palique, apoyados en un coche. Josu Ternera, molesto, quisiera reivindicarse con una carta al director, pero las pezuñas complican la mecanografía. En el Congreso, gran follón, tremenda zapatiesta. Los propios reclaman a los extraños que acusen a la doña de las fechorías del novio. "Y lo de Begoña qué", rematan el argumento. Otro girito a la carraca.

En las cabeceras moderadas y sensatas, los columnistas más perspicaces lamentan la crispación. Hay gente capaz de decir que le duele España sin soltar una carcajada. ¡Anda! ¡Si Girauta ha fichado por Vox! Este giro de guion no te lo escribe ni Shyamalan, con lo centradito que parecía. La lista es de aúpa. Buxadé, Tertsch y Girauters entran en un bar, no quiera Dios que se encuentren con algún marroquí de la SGAE. Para Juan Carlos debe de haber sido una decisión dificilísima: no se abandona alegremente la Cátedra de Mánagement de la Universidad Albert Rivera. Otra chaqueta más para la colección: ese armario es la envidia de los pavos reales.

Albricias, vuelve Puigdemont. ¡Mejillones con papas fritas para todos! Los ceremonieros de Junts andan buscando una pick up para el desfile triunfal: un maletero, pero a cielo abierto. El bueno de Carles quiere contribuir a la gloriosa cruzada normalizadora iniciada por el presidente Sánchez, auriga de nuestra democracia, renunciando al padrón de Waterloo. Con condiciones, conste: presidente o nada, que las mudanzas son un infierno. Illa, inquieto, manda ese eme eses a la Moncloa.

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