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Recluta Leonor

La princesa se viste de uniforme. ¡Noticia de alcance! Siguiendo la tradición familiar, la doña lucirá tipín vestida de caqui. Las cabeceras monárquicas prenden sus incensarios. «Durísima disciplina», letras de molde, titular y entradilla. «Normas estrictas, ningún privilegio», dicen en el papel cuché. Campanas al vuelo y heraldos trompeteando por toda la nación: extra, extra, ¡doña Leonor será una más!

Qué refrescante teletipo, ¡qué elegante tradición! María Antonieta se construyó una aldeíta en los jardines de Versalles para jugar a ser pobre. La idea le pareció chachipiruli a la duquesa de Osuna, que le copió la ocurrencia en El Capricho. Ahora, nuestra jovencísima heredera, la princesa de Asturias, Gerona y Viana, duquesa de Montblanch, condesa de Cervera y señora de Balaguer se hará la cama tras el toque de diana.

Sigo hojeando los periódicos. La ministra en funciones señora Robles anduvo el viernes comprobando que todo estuviese a cuerpo de rey, bocatti di cardinale. Prosigue la normalidad. «Con ropa informal, arrastrando el petate y “muy ilusionada, con ganas y nervios”». Reproducir vídeo: un mercedes con el estandarte real para en la comandancia y el ayuda de campo pega un brinco. Sale un general y se cuadra ante su majestad. Zapatazo y mano plana a la sien: bienvenida alteza. Supongo que será la costumbre, el trato común y corriente del que tanto hemos oído hablar. Ingresan seiscientos alumnos: al final de la jornada, el oficial causa baja por calambres y síndrome del túnel carpiano.

Si colorea sin salirse de los bordes, le suman la laureada de San Fernando. Mientras tanto, la tropa con la que ha compartido comedor y pupitre apenas habrá logrado el empleo de teniente

En Lecturas detallan el rigurosísimo programa de renuncias y prohibiciones que encara nuestra dueña: nada de teñirse, la melena recogida y las uñas sin colorinchis. No se ha visto un sacrificio igual desde que Cristo murió por nuestros pecados clavado en una cruz. Ya me la imagino pelando patatas o fregando las letrinas con una escobilla roñosa y se me rompe el alma. Una más, ¡ni lo duden!

¡Los estudios! Si algo caracteriza a los militares es su profunda sabiduría y su amplia cultura. Hay días en que ha salido en la tele el tal Julio Rodríguez (el JEMAD que acabó en Podemos) y lo he confundido con Aristóteles. Decíamos. La corrientísima jovencita (prácticamente, una cualquiera) pasará un año en cada academia, seis meses en cada curso. En menos de lo que se diploma uno en Turismo, su alteza serenísima acabará con la pechera alicatada en quincalla y rango de hija del Capitán General de los Ejércitos, Almiranta de la Mar Océana, Adelantada Mayor de Castilla, mención de honor Miss Simpatía y comendadora de Santiago, Alcántara, Jerusalén y Calatrava. Si colorea sin salirse de los bordes, le suman la laureada de San Fernando. Mientras tanto, la tropa con la que ha compartido comedor y pupitre apenas habrá logrado el empleo de teniente. Pero, en las cenas familiares, contarán lo campechana que era la cadete Borbón. «Es una muchacha llanísima: como nosotros, pero sin lo de ser chusma».

¡El placer es mutuo! En los suntuosos pabellones de palacio, Leonor amenizará las tardes de la corte narrando la sencilla vida de los menesterosos de este mundo. «Viven en pisos pequeñísimos», les dirá, «y pagan algo llamado “hipoteca”». Risillas complacientes, caras de intriga. En adelante, los reales redactores de discursos podrán incluirle un parrafito sobre la camaradería, el espíritu de sacrificio y los valores castrenses. Aquí todos ganan: el Ejército se da importancia y la niña se nos va de safari. ¿Quién da más?

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