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El cuento de la Diada (una distopía)

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Cataluña, noviembre de 2060.

"Cuando escribo estas líneas se cumplen cuarenta años desde que el Gobierno decidió indultar a los presos del procésprocés. España vive aún en la zozobra que le sobrevino y que hace apenas diez meses desembocó en una nueva guerra civil".

"Pese a la tristeza de vernos nuevamente entregados a una contienda fratricida, algo hemos aprendido de la primera y en esta solo están permitidas las armas de paintball. No hay víctimas, pero el país se ha convertido en una eterna tomatina. Como la propia Greta Thumberg, presidenta del comité pacificador de Amazon-Amazon —compró la ONU en 2040—, afirmaba hace unos días, ‘es verdad que la pintura no mata, pero cuando un Eurofigther te deja caer encima veinticinco mil kilos de azul siena, acabas de Titanlux hasta el coño’".

"El gesto del Gobierno indultando a los presos no pareció suficiente a los independentistas, que reclamaron, además, que Felipe VI apareciera en televisión en horario de máxima audiencia, para decir tres veces seguidas ‘lo siento’. Al Ejecutivo de Pedro Sánchez la exigencia le pareció un chantaje infantil e inaceptable y ofreció dos ‘lo siento’ seguidos de un ‘de verdad’. Así se hizo. Ese fue el comienzo de la debacle".

"En las siguientes elecciones, Vox llegó al poder y, amparándose en la proclama secesionista, bendecida en aquel tiempo por parte de la izquierda, de que ‘votar nunca puede ser delito’, convocó referéndums para derogar todas las leyes progresistas aprobadas con anterioridad. En el caso del matrimonio homosexual, no solo fue abolida la ley, sino que todos los gais que ya se habían casado fueron obligados a divorciarse. Sorprendentemente, la mayoría de ellos se hicieron votantes de Vox. ‘Es una injusticia pero me ha dado la vida’, declaraba uno en el Telediario".

"La formación de Abascal se mantuvo en el Gobierno durante veinte años gracias a su medida estrella: el turno de veinticuatro horas en la hostelería. Encontrar a un español sobrio se convirtió en una tarea imposible, hasta el punto de que muchos ingleses que nos visitaban creían estar en su propio país. La ciudadanía se sumió en una sensación de felicidad que, aunque falsa, proporcionaba una enorme estabilidad al Gobierno. La oposición no supo reaccionar. En un debate electoral, el propio Errejón, con la voz algo pastosa, le espetó a Abascal ‘no estoy de acuerdo con tus políticas fascistas’, para, a continuación, echarle la mano por el hombro y concluir ‘pero te quiero como a un hermano’".

"En 2042, coincidiendo con la llegada al Ministerio de Arte y Tronío de Morante de la Puebla, Abascal, borracho de poder, declaró al toro animal sagrado. Un error que le pasaría factura. Apenas seis meses después, los astados, que no eran ajenos al respeto que imponían, abandonaron las dehesas y pastaban a su antojo por parques y jardines de toda España. De nada sirvió que, de manera urgente, el Ministerio del Interior creara la Unidad de Cabestros de Intervención Rápida para atender los altercados que los animales provocaban. En pleno mes de agosto, el aeropuerto de Barajas estuvo un día entero bloqueado porque un semental de Cebada Gago decidió cubrir a una vaca en la pista principal de la T-4. Las compañías aéreas se quejaron. Ryanair decidió no operar más en España y cobrar un extra a sus pasajeros que habían contemplado la insólita escena".

"Meses más tarde, durante el desfile del Día de la las Fuerzas Armadas, Romerito, un miura de seiscientos kilos, irrumpió en el palco de honor poniendo en peligro a la Familia Real que presidía el acto y permitiendo, de paso, descubrir que la infanta Elena era una excelente velocista. Afortunadamente, el JEMAD, con una bandera española arrancada del estrado a modo de capote, pudo hacer un quite al rey y logró alejar a Romerito por chicuelinas aunque, crecido ante los aplausos, el militar se extendió en la faena y, finalmente, acabó recibiendo un puntazo en la zona del perineo".

"Tras el vergonzoso espectáculo, el Gobierno contraatacó filtrando en redes, como ejemplo de lo acertado de declarar sagrado al toro, un vídeo en el que un Victorino se colaba en una residencia de Galapagar y once ancianos recuperaban milagrosamente la movilidad en las piernas. Pero la paciencia de los españoles ya se había agotado. El pueblo se echó a la calle. Un editorial de infoLibre, entonces dirigido por María Patiño, recogía el sentir popular pidiendo un Gobierno ‘sensato y coherente’. Se convocaron elecciones y Forocoches sacó mayoría absoluta".

"Siguieron años de una cierta calma. Forocoches instauró un Gobierno de tecnócratas que condujo al país con relativo acierto. Se produjo un despunte tecnológico sin precedentes. Cada día aparecían maravillas deslumbrantes como el ecógrafo de melones, que permitía comprobar cuáles estaban en su punto, o un robot que sabía perfectamente el carril por el que debía circular en una rotonda".

"Todo iba razonablemente bien hasta que hace dos años, tras una noche de disturbios en Barcelona con los que los separatistas celebraban otro mal resultado de España en Eurovisión, el presidente del Gobierno —un sobrino nieto de Toni Cantó que antes de integrarse en Forocoches fue diputado de Bildú, Coalición Canaria y la Chunta Aragonesista— declaró el estado de excepción en Cataluña".

"En aquel momento estaba al frente de la Generalitat una Roomba T1000, un prodigio de la inteligencia artificial que, además, tenía el Palau de la Generalitat limpísimoRoomba T1000. Su nombramiento fue una aguda maniobra de los independentistas porque, al tratarse de una máquina, solo estaba obligada a cumplir las tres leyes de la robótica, entre las que no se contempla el delito de rebelión. La Roomba declaró la independencia, pero en lugar de implantar la república optó por la monarquía y recurrió a los servicios de alguien con experiencia en ese terreno y muy bien conectado internacionalmente: el rey Juan Carlos, que, tras haberle sido implantado un exoesqueleto en Emiratos, seguía en perfecta forma pese a sus ciento veintitrés años".

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"Aunque al principio se mostraron reticentes, tanto Esquerra como la CUP decidieron apoyar a la corona porque entendían que la instauración de la monarquía se hacía en ‘beneficio de la república’".

"Así las cosas, el presidente Cantó no tuvo más remedio que declarar la guerra a Cataluña. A partir de entonces, la democracia se desvaneció y a ambos lados de la frontera triunfó un mundo extraño, autoritario y oscuro".

"Escribo estas líneas desde el Gineceo de las Criadas, entre el gimnasio Oriol Junqueras y la biblioteca pública Gerard Piqué. Soy una de las elegidas. Una más del grupo de mujeres fértiles cuya misión, en compañía de don Juan Carlos, es dar un heredero al procés. Secretamente, soy también miembro de la resistencia que intenta sabotearlo. Hace tres días hemos mandado al pasado una Thermomix de última generación para impedir que Rufián se abra cuenta en Twitter".

Cataluña, noviembre de 2060.

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