La batalla es Crimea

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Podríamos titular: Obama derrota a Putin en Kiev. O caer en uno peor, futbolístico: EEUU-UE 1 Rusia 0. Los dos serían ciertos y a la vez erróneos. Los titulares tienen el inconveniente de que son una foto fija, tienen un tono grave, trascendente, proyectan verdades absolutas, inamovibles, cuando la realidad y los mapas están en permanente movimiento. Un titular triunfalista podría dar la impresión de que el partido ha terminado. Nada más falso, el auténtico partido acaba de comenzar. Aunque las maneras lo indiquen, no estamos ante una timba de póker sino ante una partida de ajedrez de consecuencias aún imprevisibles.

La batalla de Kiev se ha desplazado a Crimea, un asunto extremadamente sensible para Moscú. No es solo un asunto de personas, sino de barcos.

De momento, el único eliminado en esta compleja partida estratégica es Víktor Yanukóvich, que midió mal sus fuerzas y sus aliados. Ya no son los muertos, los asesinados por los francotiradores de la policía especial ahora disuelta, es el insulto de la corrupción opulenta en un país en el que un 35% de la población vive por debajo del umbral de pobreza. Con Yanokóvich cae, de momento, todo lo que parezca ruso. Una frase que solo sirve para la mitad europea de Ucrania, ya que la otra mitad aún se siente soviética, parte de un imperio difunto cuya capital está en el Kremlin, en la oficina de Vladimir Putin.

Ahora manda Maidán, la plaza de la Independencia, apoyada en el Parlamento para dar una pátina de legalidad a lo que ha sido una revolución popular o un golpe palaciego porque el Ejército negó su apoyo al presidente con un argumento rotundo: “Nosotros no disparamos contra el pueblo". O las dos cosas.

El partido de Yulia Timoshenko, el más estructurado de la oposición, se ha hecho con el control político de los acontecimientos. De momento. La fuerza de la calle, el que maneja gran parte de los manifestantes armados es Oleh Tyahnybok, jefe de Svoboda, de extrema derecha. Aunque ha moderado su discurso mantiene amigos entre lo más rancio y fascista de Europa: el Frente Nacional de Francia, el British National Party, el Movimiento por una Hungría Mejor (Jobbik) y el italiano Fiamma Tricolore, entre otros. Svoboda es un peligro potencial. No es solo su presente, es su pasado, el pasado de una Ucrania ocupada por los nazis, el antisemitismo, las matanzas masivas de judíos. Las memorias están en carne viva.

Es cierto que Vladimir Putin ha perdido este asalto, que sus intereses económicos y políticos han quedado comprometidos, que puede sentirse en peligro, no tanto por una repetición de las manifestaciones en Moscú, algo improbable, sino por el aparente movimiento de las fronteras, algo a lo que todos son alérgicos. Las guerras sellan un mapa, pero los mapas no son piezas fijas, tienen movimiento, memoria, historia. Las guerras, y más si son mundiales, detienen el movimiento.

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¿Cómo responderá Putin al desafío? Ahora, con los JJOO de Sochi terminados, que le tenían maniatado, algo que han aprovechado sus rivales, se abren varias opciones. La militar está descartada. No es reconquistable por la fuerza lo perdido. Pero esa vía no es desechable para defender a la parte rusa, si esta se viera en peligro. Dependerá mucho de la inteligencia de Maidán, de sus movimientos en las próximas semanas y del resultado de las elecciones del 25 de mayo.

La segunda vía es política y se basa en la paciencia. Consiste en enredar, poner piedras en el camino de los nuevos líderes, esperar que logrado el objetivo que les unía se despedacen entre ellos. Si la UE actúa con inteligencia, trata de preservar la unidad del país, calmar a la parte prorusa de Ucrania, Putin lo tendrá difícil. Pero esa UE que se siente victoriosa en este asalto posGuerra Fría ya amenaza con el FMI, con las reformas. Con todo eso que tan bien conocemos en España. Putin espera al día después de la desilusión.

Putin esperará. Además de las regiones prorrusas, le preocupa Crimea, Sebastopol, el gran puerto de su Flota. Ya ha habido movimientos allí: manifestaciones prorrusas, runrún de secesión. El nuevo ministro de Interior ha viajado rápido para atajar el problema, para dar seguridades. La flota es un asunto capital en un país que no tiene un acceso fácil al mar. Por el norte está el hielo, por el Mar Negro, la OTAN. Solo le queda Vladivostok. Poca cosa para quien se siente superpotencia.

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