He dudado mucho si escribir esto, y si alguien tiene la paciencia de seguir leyendo descubrirá enseguida por qué. A menudo uno piensa que está todo ya dicho o escrito sobre esta maldita pandemia, y que sólo cabe seguir aplaudiendo cada noche a quienes se juegan la vida por todos nosotros. Así que sólo me atrevo a compartir estos mandamientos laicos que procuro tener muy presentes mientras seguimos, cada cual en su ámbito, batallando por alentar la esperanza en lugar de la ira.
1º Amarás la vida por encima de todas las cosas. La de tus semejantes tanto como tu propia vida, y esa prioridad está por delante de todas las dificultades materiales que puedan surgir. La salud es lo que más importa, y sólo cuidando la tuya serás capaz de proteger la de los demás.
2º No tomarás en vano las recomendaciones básicas que nos reclaman desde el conocimiento de la ciencia. En la vida (decía el guionista Rafael Azcona) se puede ser de todo menos pesado. Así que no las repetiré porque todos las conocemos. Simplemente, cúmplelas.
3º Santificarás cada minuto, cada hora y cada día de cada semana de confinamiento, procurando disfrutarlo contigo mismo y con los demás, sea teletrabajando o haciendo aquellas pequeñas cosas que siempre dejamos pendientes en nuestra propia (alquilada o hipotecada) casa, desterrando el derrotismo y compartiendo la angustia, pero también la risa. Leyendo, charlando, viendo esa película o esa serie que tanto te emocionó o que tantos te han recomendado. Vive, que no es poco. Y no olvides que por oscura que ahora mismo veas tu situación, siempre hay alguien (o muchos nadies) que lo tienen infinitamente peor.
4º Honrarás a tu padre y a tu madre, a tus abuelos, a todos esos jovencísimos “mayores” que soportan en lo físico el peor azote del virus y en lo emocional la insoportable y constante letanía de que ese cabrón va a por ellos. Sea en vivo, por teléfono, por whatsapp, de un balcón a otro o por vía telepática no pierdas una sola oportunidad de transmitirles tu cariño, tu agradecimiento, tu fuerza para superarlo y la garantía de que nunca más dejarás de escuchar lo que te quieren decir, aunque lo hayas oído (más que escuchado) miles de veces.
5º No matarás. Ya lo sabías desde siempre, pero nunca se te había pasado por la cabeza que si uno lleva dentro el maldito bicho puede convertirse en un asesino en potencia si no toma todas las precauciones que ya conoces. No seas imbécil ni te conviertas en un peligroso covidiota que va por ahí manejando un arma que puede ser mortal.
6º No cometerás actos que perjudiquen el bien común. No creas todo lo que te llega por whatsapp, ni por las redes ni por medios que ya alguna vez has comprobado que engañan o que no contrastan las noticias. No reenvíes a nadie esos mensajes sin la menor garantía de fiabilidad que sólo contribuyen a angustiar más al prójimo o a enfrentar a unos contra otros. Cada bulo rebotado es un clic en el botón del odio o un lastre en la tarea común de ganar esta ¿guerra? (No me gusta el término, porque banaliza o distorsiona lo que significa la palabra guerra para quienes la sufren en Siria, en Libia o en otros lugares del mundo a los que también llegará este puto virus).
7º No robarás. Y deberías ampliar el concepto y abrir tu mente. Porque acaparar mascarillas o guantes o desinfectantes o también harina o azúcar o papel higiénico en esta situación que sufrimos todos es también robar. Si no quieres que te falte nada importante no cojas más de lo que de verdad necesitas. Es fácil de entender: si todos hiciéramos eso el desabastecimiento general sería casi inmediato.
8º No darás falsos testimonios ni mentirás, no sólo en las redes, con o sin seudónimo, sino muy especialmente desde una tribuna política o mediática si tienes una responsabilidad pública. La democracia exige mantener en todo momento la conciencia crítica, y es higiénico que las autoridades (todas ellas) perciban la presión de ver señalados errores y carencias para mejorar la gestión. Pero utilizar la complejidad y las incertidumbres de una crisis de salud pública que afrontan con inseguridades o retrasos similares tantos otros países del mundo para sacar supuesto provecho político es simplemente mezquino. Se nos ha llenado el panorama de Capitanes a posteriori, esos sabios y sabias que no se cansan de acertar predicciones sobre el pasado.
9º No consentirás pensamientos ni deseos que sólo contribuyan a dificultar nuestra capacidad de superación individual y colectiva. Mejor dicho: piensa y siente lo que te dé la gana, pero si tienes la más mínima conciencia de que esa idea o ese deseo no va a aportar absolutamente nada bueno a la causa que nos ocupa y nos preocupa a los demás, cállatelo. No pasa nada. Oportunidades de guardar silencio perdemos todos demasiado a menudo. (Yo el primero).
10º No codiciarás los bienes ajenos, no sólo porque la codicia y la avaricia son primas hermanas de la injusticia, la desigualdad y la frustración, sino porque esta crisis múltiple y global del coronavirus es una dramática oportunidad de abrir los ojos a toda la necedad acumulada. O salimos juntos, sumando esfuerzos desde lo que nos une, lo público, lo común, el Estado, la multilateralidad, las alianzas internacionales, la solidaridad de los pueblos… o saldremos muy muy mal parados la inmensa mayoría. Y esto exige ayudas a quienes más las necesitan: parados, autónomos, pymes, familias sin ingresos… Y exige frenar de una santa vez la codicia de quienes han aprovechado las condiciones de un capitalismo de amiguetes para obtener suculentos beneficios o percibir sueldos disparatados y no han esperado ni dos semanas para realizar despidos masivos de trabajadores precarios. Hay que poner todos los recursos públicos para que este colapso no deje a nadie en la estacada, pero hay que ponerlos sin permitir que los codiciosos habituales atraviesen otro cenagal sin mancharse el traje. (Como exigen los sindicatos, hay que comprobar que todos los ERTE estén justificados).
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Y estos diez mandamientos se resumen en uno: no olvidemos nunca lo esencial, lo que nos une, lo que nos permite sumar fuerzas imparables cuando nos va en ello la vida. Tengamos memoria individual y colectiva si alguna vez volvemos a escuchar (y ocurrirá) que el Estado del bienestar no es sostenible, o que bajar impuestos y adelgazar todo lo público es camino de salvación. Recordemos que, ya antes de la crisis, España gastaba (o invertía deberíamos decir) bastante menos en Sanidad que vecinos como Italia, Francia, Reino Unido o Alemania, pero en la última década esa brecha se ha agrandado por los recortes aplicados; que nuestro gasto sanitario por cabeza es la mitad del alemán; que en recursos humanos, en España tenemos 5,7 enfermeros por cada mil habitantes, mientras esos vecinos tienen el doble o el triple; que en camas de UCI también estamos bastante peor, sólo superados por Reino Unido (ver aquí los datos que aporta Ángel Munárriz).
Si a alguien se le ocurre volver a la senda del austericidio en lugar de plantear propuestas factibles para sostener los mimbres del Estado de bienestar, no olvidemos todo esto. La máxima austeridad es la de los cementerios. Aunque el núcleo duro y más rico de la UE siga sin querer enterarse.
P.D. Pusimos en marcha el lunes pasado desde infoLibre la iniciativa #QuieroSumar, abierta por nuestros principales colaboradores y arropada por socias, socios y lectores. En los últimos días se ha sumado gente de la cultura, de la universidad, del periodismo, el cine, la música o la televisión. Pero sobre todo se ha sumado la ciudadanía, convirtiendo en trending topic esta plataforma para compartiren trending topic y divulgar todo tipo de reflexiones, propuestas y mensajes que aparquen el tan castizo “ya lo decía yo” o “vamos a morir todos” para dar paso a lo que cada uno podemos hacer o alentar para superar juntos este reto colectivo. Quiero sumar.
He dudado mucho si escribir esto, y si alguien tiene la paciencia de seguir leyendo descubrirá enseguida por qué. A menudo uno piensa que está todo ya dicho o escrito sobre esta maldita pandemia, y que sólo cabe seguir aplaudiendo cada noche a quienes se juegan la vida por todos nosotros. Así que sólo me atrevo a compartir estos mandamientos laicos que procuro tener muy presentes mientras seguimos, cada cual en su ámbito, batallando por alentar la esperanza en lugar de la ira.