Urge volver a València Pilar Portero
4,2 millones: ¿qué votan los marginados?
Alguna vez lo he contado. El 30 de enero de 2015 acudió a Madrid Jean-Luc Mélenchon, invitado por Alberto Garzón y por Pablo Iglesias, cada cual (aún) por su lado. Un pequeño grupo de periodistas españoles y franceses fuimos convocados a cenar con el líder del Partido de la Izquierda galo en Casa Perico, taberna clásica madrileña, y, en la conversación de sobremesa, Garzón expresó su confianza en atraer a las urnas a “los abstencionistas, la gente marginada…” Mélenchon fue contundente: “No te engañes, Alberto, los pobres no van a votar. Hay que aprender de la experiencia latinoamericana. Se gana con el apoyo de las clases medias y, desde el poder, aplicando políticas sociales, puede sumarse entonces a los marginados” (ver aquí). Lo he recordado este lunes, al conocer los últimos datos sobre pobreza severa en España: 4,2 millones de personas, el 8,9% de la población, vive en ese estado de marginalidad, de exclusión social (ver aquí). ¿Cuántas de ellas votarán el próximo domingo?
Si contrastamos aquel comentario de Mélenchon con los datos del CIS sobre voto y nivel de renta, hemos de dar la razón al político galo. El nivel de abstención baja a medida que aumentan los ingresos de los electores, del mismo modo que resulta difícil atraer a las urnas a quienes se sienten muy alejados del sistema político que los mantiene en la cuneta, apartados de unos mínimos de bienestar social. ¿Significa esto que no ha habido avances significativos contra la desigualdad con la coalición de Gobierno progresista en el poder? Los ha habido. El indicador de pobreza severa en España se ha reducido 1,3 puntos respecto al año anterior, lo cual supone devolverlo al porcentaje de 2011, recuperando el destrozo que supuso la gestión neoliberal de la gran recesión y también los daños de la pandemia (ver pág. 23 del informe de EAPN). No es poco.
La lectura de los estudios del Instituto Nacional de Estadística (ver aquí) y de la mencionada red europea contra la pobreza y la exclusión social conocidos este lunes es más instructiva que mil declaraciones electoralistas en vísperas del 28M. El progreso supone que el bienestar y el futuro de cualquier ciudadana o ciudadano tengan cada vez menos relación con el distrito postal en el que nacen. Los pobres también votan, siempre que perciban la utilidad de la democracia. Sigamos.
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(Aquí puedes leer las entregas anteriores de 'El dato y el dardo')
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