Hace falta sumar más que un triple en el Magariños

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Se viene hablando y escribiendo tanto sobre la presentación, este domingo, del proyecto Sumar y sobre la tensión con Podemos, que cuesta mucho aportar algo a la pantalla en blanco. Y no me refiero a lo que se escucha y se lee en la prensa de la caverna o a los mil quinientos tertulianos que nunca han soportado a Pablo Iglesias ni a Irene Montero y que también desean (no tan en el fondo) que se estrelle Yolanda Díaz. No hace falta estudiar en Harvard para saber lo que se juega en esta partida a la izquierda del PSOE: o se logra movilizar a todo ese espacio plural y complejo, o a finales de año veremos en La Moncloa un Ejecutivo formado por el PP de Feijóo y por la extrema derecha de Abascal. No hay más opciones: o más coalición o más regresión, y quien cargue con la mochila de la culpa más le vale ir saliendo por la A-6 hacia Portugal (habrá atasco).

Hay experiencia sobrada en la izquierda para alarmarse por su gen “fisíparo”. Lo explicó de forma diáfana el politólogo Ignacio Sánchez-Cuenca trasladando a la política ese término de la biología en uno de sus más celebrados ensayos (ver aquí): “Es un lugar común que la izquierda es un organismo fisíparo, pues sufre numerosas divisiones que, políticamente, la debilitan. La historia de la izquierda es la historia de sus particiones, entre anarquistas y marxistas, entre socialdemócratas y comunistas, entre estalinistas y maoístas, etc, etc, etc.” Es así. A diferencia de las derechas, el nivel de exigencia ética, programática, de objetivos, de coherencia histórica y también de compromiso político en las izquierdas es mucho más elevado, quizás porque entre las distintas familias del conservadurismo hay un pegamento insoluble, que es el de una doctrina económica neoliberal sin fisuras a la hora de proteger privilegios, aun a costa de multiplicar  la desigualdad.

Pero cada momento histórico obedece a su contexto, y sería erróneo aplicar recetas antiguas a situaciones inéditas. Para ir al grano: huelen a muerto viviente esas acusaciones que pretenden hacer pasar a Yolanda Díaz por una especie de muleta ciega de Pedro Sánchez, una socialdemócrata disfrazada de comunista con amplia sonrisa y repartidora de “graciñas" y "besiños” a diestra y siniestra, dispuesta a lo que sea con tal de enterrar a Podemos de dos paladas: una el 28M y otra en las generales. Vale. Aceptado. Pero a uno le suena también absolutamente osado que alguien pretenda celebrar ese funeral morado por anticipado y como si no tuviera consecuencias. Lo digo de otra forma: si Yolanda Díaz y los quince aliados (casi) incondicionales que en unas horas llenarán el polideportivo Magariños (mítica cancha del Estudiantes de baloncesto), piensan que la defunción de Podemos (en el hipotético caso de conseguirla) no supondrá un disparo sangriento —no en el pie sino en el fémur— del espacio de la izquierda, es que no tienen el oído pegado al asfalto. Tanto una como otra vía pueden conducir al desastre: el de multiplicar la abstención, la desmovilización, y permitir que en unas cuantas (al menos veinte) circunscripciones, Vox sea tercera fuerza y facilite la mayoría absoluta de las derechas. 

Esto no va de quién puso más, ni de quién es más puramente de izquierdas, sino de qué fórmula logra motivar a un amplísimo espacio cívico a la izquierda del PSOE

Hemos publicado en infoLibre suficientes análisis e informaciones en las últimas semanas para que cualquier socia, socio o lector no sectario pueda hacerse una idea cabal de lo que supone el pulso al que se enfrenta el espacio a la izquierda del PSOE (ver, por ejemplo, aquí, o aquí, o aquí). No todos los obstáculos que Podemos denuncia para acudir al Magariños son adjudicables a Yolanda Díaz. Claro que distintas formaciones dispuestas a sumarse a Sumar rechazan el modelo de primarias que plantea la formación morada: ¿por qué estatales y no territoriales si el proyecto de país que se defiende es plurinacional? (ver aquí). Pero también es completamente injusto que esas formaciones no acepten el hecho innegable de que algunas de ellas, y por supuesto el propio gobierno de coalición desde 2019, no estarían hoy donde están si no fuera por la fuerza y el empuje de un Podemos asediado de forma permanente por un entramado político, económico, mediático y hasta policial volcado en difamar y ensuciar un proyecto legítimo y respaldado en las urnas.

Si Díaz es sincera cuando afirma reconocer el peso “especial y diferente” que Podemos debe tener en el movimiento ciudadano y político Sumar, debe demostrarlo con generosidad y transparencia. Y si la dirección de Podemos es sincera cuando declara que acepta unas primarias “abiertas” a la ciudadanía y que no rechaza acordar las características concretas de esas primarias en una mesa “multilateral” de partidos, debería enviar al Magariños su máxima representación y defender sus condiciones en esa mesa multipartita sin complejos (tampoco el de superioridad).

Quien actúe desde las tripas o las heridas pendientes de cierre en ese espacio del que hablamos (o escribimos), algún día tendrá que explicar quién puso más para facilitar la entrega del poder al pack de la derecha y la extrema derecha, ambas dispuestas a derogar los principales avances conseguidos en esta legislatura. Asuma Podemos que la gestión de la ley del sí es sí y sus efectos ha desgastado e irritado a un porcentaje importante de su electorado [aunque analizados los microdatos del último CIS, lo cierto es que Podemos mantiene al menos un 60% de fidelidad]. Asuman Díaz y sus ya socios de Sumar que visibilizar este domingo la casi absoluta soledad de Podemos no provocará su “rendición” (como parece que no pocos desean) sino que más bien puede llevar a su núcleo duro a practicar aquello que advertía Sun Tzu: “El enemigo acorralado se defenderá hasta la muerte si no se le deja una salida”. Es cierto que en la intención de voto adjudicada en las encuestas a ese espacio va subiendo el peso hacia el (no nacido hasta este domingo) Sumar y va bajando el de Podemos, pero ese dato no es aún suficientemente fiable (si es que algún vaticinio demoscópico puede serlo en estos tiempos gaseosos).

Uno tiene ciertas dudas de que la estrategia escenificada en la moción de censura de Vox, con ese reparto alegre y sonriente de papeles entre Pedro Sánchez y Díaz, facilitando a toda la prensa conservadora (o no tanto) colocar en los titulares el concepto tíquet, sea una herramienta eficaz frente a las derechas. Si a alguien pone en un brete es a la propia Díaz ante el electorado más morado del paisaje. A uno le sigue pareciendo más eficaz (y realista) repartir juego político a una Nadia Calviño cargada de credibilidad en las valoraciones del CIS, lo cual además facilitaría el dibujo de una Yolanda Díaz tan a la izquierda como necesita para no alentar las dudas que Pablo Iglesias expresa desde su plataforma mediática y su empeño en tutelar a Podemos.

Maestros tiene (y muchos) la estrategia política, así que no me hagan mucho caso. Eso sí: insisto en que esto no va de quién puso más, ni de quién es más puramente de izquierdas, sino de qué fórmula logra motivar a un amplísimo espacio cívico a la izquierda del PSOE que salió a las calles el 15M, otorgó respaldo político a un Podemos original ilusionante y ahora (desde hace tiempo) desmotivado, preocupado y fracturado, pero a la espera de que sus posibles referentes no se empeñen en destrozar los logros incuestionables de la coalición de gobierno regalando el poder a unas derechas neoliberales alejadas de la moderación democrática de sus colegas europeos.

Lo de este domingo en el Magariños hará visible esa ilusión ciudadana y un acuerdo político amplio de la España plurinacional que desborda la burbuja madrileña y centralista. Pero ojo, que una victoria con algún triple contundente y espectacular no confunda a nadie: la liga se juega el 28M y, más aún, en las generales. Y hacen falta todas y todos. De soberbias y vanidades anda sobrado el paisaje.

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Este artículo se ha actualizado a las 11:40 del sábado para corregir el dato de fidelidad de voto a Podemos tras conocerse que las menciones a Yolanda Díaz dejaron de imputarse a Podemos y pasaron a la casilla “Otros” sin ninguna advertencia de Tezanos.

Se viene hablando y escribiendo tanto sobre la presentación, este domingo, del proyecto Sumar y sobre la tensión con Podemos, que cuesta mucho aportar algo a la pantalla en blanco. Y no me refiero a lo que se escucha y se lee en la prensa de la caverna o a los mil quinientos tertulianos que nunca han soportado a Pablo Iglesias ni a Irene Montero y que también desean (no tan en el fondo) que se estrelle Yolanda Díaz. No hace falta estudiar en Harvard para saber lo que se juega en esta partida a la izquierda del PSOE: o se logra movilizar a todo ese espacio plural y complejo, o a finales de año veremos en La Moncloa un Ejecutivo formado por el PP de Feijóo y por la extrema derecha de Abascal. No hay más opciones: o más coalición o más regresión, y quien cargue con la mochila de la culpa más le vale ir saliendo por la A-6 hacia Portugal (habrá atasco).

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