No íbamos a acabar el año sin el aguinaldo del PP, que no es económico claro. Porque cuando hay dinero de por medio no se reparte a los ciudadanos. Su generosidad para regalar insultos y barbaridades a la ciudadanía, en cambio, es infinita. Ni tan siquiera en la última sesión del año ha habido un alto el fuego. El ejercicio acaba como empezó, negando la legitimidad del Gobierno y usando instrucciones que se alargan más que un chicle en juzgados cooperantes.
La bancada popular en pleno aguantó sentada ayer en la última sesión de control del año desde las nueve de la mañana hasta que a las 10.45 Feijóo se levantó de su escaño satisfecho ya con el aguinaldo. Tampoco es cuestión de perder más tiempo del necesario en el hemiciclo. Porque hasta que no se marcha Feijóo no se mueve nadie. Borja Semper le pisó los talones. Antes, el líder popular había inaugurado la jornada preguntando a Sánchez si había grabado el desayuno. Y es que el cruzado juez Peinado había preparado el plato fuerte con devoción, como quien condimenta con cariño el pavo de Navidad: Begoña Gómez iba a declarar. Lo importante no era lo que diría sino todo lo que se desata alrededor, la guarnición.
Y hablando de pavos, hinchado como un pavo se ha mostrado Borja Semper desde su escaño al acabar su intervención y mirar a su jefe en busca de aprobación, a la espera quizá de que le lanzará un polvorón en agradecimiento por su abnegada adhesión. Ha citado a Begoña Gómez y terminado argumentando que Sánchez es un segundón porque perdió las elecciones frente a Núñez Feijóo, la frase que más puede halagar al líder. Semper sí que se ha ganado el aguinaldo. Quienes le acusan de blandito internamente seguirán haciéndolo, pero él sabe cuándo dar vaselina para que el jefe siga confiando en su valía.
Pero ni pavo ni pava, el plato fuerte ha sido el duelo al sol entre Bolaños y Álvarez de Toledo (...) Sus tortuosos intercambios dialécticos, se parecen cada vez más a una relación de pareja tóxica
Pero ni pavo ni pava, el plato fuerte ha sido el duelo al sol entre Bolaños y Álvarez de Toledo. “Para el próximo debate, usted y yo sin papeles”, le ha desafiado el ministro, que siempre le echa en cara que lea de principio a fin todas sus intervenciones y respuestas. Sus tortuosos intercambios dialécticos se parecen cada vez más a una relación de pareja tóxica. Se tiran los trastos a la cabeza cuando se encuentran pero ansían el cara a cara cuando están separados. El recurso cinematográfico clásico de tensión sexual no resuelta llevado al ámbito político en el Congreso. Porque esto ya no va de qué se dicen, se ha convertido en un sainete solo para dos.
Que Cayetana suelte que “Franco no fue derrotado por la izquierda, murió en la cama”, lanzando un guiño al corazón más ultra de su partido, o que eche un capote al novio de Ayuso para asegurarse su favor, es lo de menos. Se trataba de pronunciar las máximas salvajadas en vísperas navideñas, fum, fum, fum. Porque no hay que dar tregua al enemigo sino munición al personal para dinamitar las cenas familiares con el argumentario popular.
El tránsfuga de UPN, ahora en el PP, Carlos García Adanero pone tema para el postre: “ETA es una banda terrorista”. Otro que se ha ganado el aguinaldo. “¿Va a seguir dando cosas este gobierno al independentismo?”, pregunta como el que se sienta en las rodillas de Papá Noel. Regalitos que no falten, él sabe bien cómo lograrlos. Lo esencial es carecer de principios.
Cómo Gil Lázaro, que lleva casi 40 años ocupando escaños entre Senado y Congreso. Hasta 2016 con el PP y desde 2019 con Vox. Está mayor y hasta pierde el hilo de vez en cuando, pero las barbaridades que suelta contra los inmigrantes, que acabarán cambiándole los pañales cuando esté gaga del todo, son puro veneno. Lástima que Abascal no le escuche, como es habitual, no está en su sillón. Empalma las vacaciones de un año con las del siguiente. Para él, siempre es Navidad.
No íbamos a acabar el año sin el aguinaldo del PP, que no es económico claro. Porque cuando hay dinero de por medio no se reparte a los ciudadanos. Su generosidad para regalar insultos y barbaridades a la ciudadanía, en cambio, es infinita. Ni tan siquiera en la última sesión del año ha habido un alto el fuego. El ejercicio acaba como empezó, negando la legitimidad del Gobierno y usando instrucciones que se alargan más que un chicle en juzgados cooperantes.