El famoso reloj suizo es el símbolo inequívoco de estatus recién adquirido. La pura imagen del triunfo. Lo sabe bien el novio de Isabel Díaz Ayuso. Por eso, en cuanto vio crecer su patrimonio, lo primero que hizo fue ir a comprarse un Rolex en pleno mes de noviembre de 2020 en Ibiza, con una urgencia que no podía esperar su regreso a Madrid.
Cuando leo la lista de los productos que Alberto González Amador quiso deducirse de Hacienda, no puedo dejar de pensar qué haría en Ibiza en invierno, con las discotecas cerradas. Según la factura, lo compró en la tienda de joyería Rabat en el hotel Montesol de Eivissa, con habitaciones de precio bastante asequible para su nivel de ingresos. Alberto es de los que invierte en aparentar pero ahorra en el hotel o en el champú anticaspa, que ahora ya sabemos todos que prefiere un HS de litro porque sale más a cuenta.
O igual no estaba en la isla aunque el modelo Oyster esté facturado allí. Con el lío que tiene de facturas y sociedades pantalla, vete tú a saber. No vamos a especular más. Lo esencial es que lo del Rolex del novio de Ayuso es un clásico. Para quien ha soñado con que le abrieran la puerta de una clase económica y social reacia a dejar entrar a cualquiera, un reloj de lujo puede parecer un buen comienzo. Significa que te empiezan a mirar de otra manera. O eso se imagina el dueño que confía en que su reloj tenga el efecto de una varita mágica. A partir de entonces, cuando pose en las fotos cruzará los brazos para dejarlo al descubierto y deslumbrar al personal.
No es la educación o la cultura lo que te diferencia, sino los logos de las marcas de lujo clásicas, cuanto más grandes mejor
Su trabajo como comisionista ya estaba dando frutos cuando invirtió en el reloj y había que dejar constancia ante los clientes de que manejaba pasta. A los pijos de pata negra el Rolex podría parecerles una ordinariez propia de nuevo rico, pero en el mundillo de ejecutivos de las aseguradoras médicas y el ambiente que rodea a la presidenta de la comunidad de Madrid, esos detallitos te dan caché. No es la educación o la cultura lo que te diferencia, sino los logos de las marcas de lujo clásicas, cuanto más grandes mejor. Es como colgarse un cartel en el que pone ‘Alberto está forrado’ pero sin tener que llegar a eso.
El triunfo se mide en Rolex. En cada una de las tres temporadas de la serie The bear, los guionistas van mostrando con ironía la evolución de los cocineros en su camino a las estrellas Michelín a través de los relojes que lucen, Rolex incluido, claro. Albert Plá, en el vídeo de Experiencia religiosa, que publicó hace unos meses usando la canción como crítica al capitalismo, mostraba un Rolex en su muñeca. Hasta Al Capone tenía el suyo. Y Bárbara Rey regaló al rey Juan Carlos uno de 500.000 pesetas, modelo Daytona. No hay que olvidar que el logo es una corona y está fabricado en Suiza, un país en el que los testarrefos del monarca abrían cuentas para que guardara sus dinerillos.
Hablando de testaferros, González Amador es experto en usarlos también. ¡Qué bonita casualidad! Resulta que tienen más en común de lo que a simple vista podría parecer. A uno y a otro les ha amparado una institución. El Estado en el caso de Juan Carlos y la Comunidad de Madrid en el caso de Alberto. Lo que hermana un Rolex. Como cantaba Julio Iglesias, que también enseñaba el Rolex en las fotos aunque luego hiciera publicidad de Viceroy, 'soy un truhán, soy un señor'.
El famoso reloj suizo es el símbolo inequívoco de estatus recién adquirido. La pura imagen del triunfo. Lo sabe bien el novio de Isabel Díaz Ayuso. Por eso, en cuanto vio crecer su patrimonio, lo primero que hizo fue ir a comprarse un Rolex en pleno mes de noviembre de 2020 en Ibiza, con una urgencia que no podía esperar su regreso a Madrid.