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El nuevo presidente de RTVE es, para empezar, y no es poco, una buena persona. He compartido con el profesor José Manuel Pérez Tornero algunas ocasiones académicas en la Universidad Autónoma de Barcelona. Ese don del que disfruta, que es una permanente sonrisa, es reflejo de una bonhomía que va más allá de lo formal, y es de agradecer también que su currículo más reciente se haya construido pensando y divulgando sobre asuntos como la educación a través de los medios y los efectos, sobre todo los negativos, de la digitalización.
Apostaría sin miedo porque su gestión será dignísima, como mínimo desde el punto de vista de la independencia política de la Corporación, y al menos en lo que tiene que ver con él en concreto.
El servicio que prestan una radio y una televisión públicas puede tener un valor social incalculable. Proporcionando contenidos educativos, culturales y para las minorías que los operadores privados no pueden o quieren ofrecer. Protegiendo y fomentando la producción nacional y europea. Informando con equilibrio y objetividad, con independencia y pluralismo.
La información objetiva y equilibrada es como el oxígeno. No te das cuenta de su importancia hasta que te falta. Mientras tanto la das por hecha. Por ese motivo, el enorme salto que dio Zapatero hace ya 15 años cuando se aprobó su reforma de RTVE no ha sido suficientemente valorado aún. Televisión Española nació en el franquismo y se desarrolló durante la Dictadura. Quizá por eso no lograba, ni logra aún, deshacerse de la maldita tendencia del Gobierno de turno a controlar su espacio informativo, una maldición que sí evitó, por ejemplo, la paradigmática BBC inglesa.
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El grado de manipulación llegó a un punto pestilente en los últimos años de Aznar, cuando Alfredo Urdaci, como director de los servicios informativos de TVE, se convirtió en un personaje reprobado por todos y el primero que tuvo que encajar una condena judicial por manipulación.
Recuerdo como si fuera ayer la llegada de Fran Llorente a esa misma dirección, bajo la presidencia de Carmen Caffarel y de Luis Fernández. Era frecuente que algunos ministros socialistas se quejaran amargamente de que TVE no les tratara como ellos querían. En Moncloa sufríamos esas presiones, y teníamos que amortiguarlas. Zapatero le había dicho a Fran que no hiciera caso a las llamadas al orden por parte de sus propios ministros.
La realidad es que si Pérez Tornero y sus consejeras y consejeros fueron nombrados por los grupos parlamentarios esta semana, fue precisamente porque Zapatero lo permitió. Es justo reconocérselo 16 años después.
El nuevo presidente de RTVE es, para empezar, y no es poco, una buena persona. He compartido con el profesor José Manuel Pérez Tornero algunas ocasiones académicas en la Universidad Autónoma de Barcelona. Ese don del que disfruta, que es una permanente sonrisa, es reflejo de una bonhomía que va más allá de lo formal, y es de agradecer también que su currículo más reciente se haya construido pensando y divulgando sobre asuntos como la educación a través de los medios y los efectos, sobre todo los negativos, de la digitalización.
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