El enorme error estratégico de Ciudadanos

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Contaba aquí hace cinco años que mi hijo, un joven universitario progresista y moderado, aunque yo le invitara a que diera su voto a los socialistas, se sentía más atraído por el espíritu revolucionario y fuertemente identitario de Podemos.

Pasados tres años, escribí también que el chaval se había ido más bien hacia Ciudadanos. Que con la crisis afortunadamente en retitarda y el asunto de Cataluña en efervescencia, y con una propuesta progresista en lo social y liberal en lo económico, Albert Rivera le parecía encarnar un proyecto más interesante que el de los ya aburguesados chicos de Podemos.

Pues bien, mi hijo va a votar al PSOE. Y también lo harán mis otras dos hijas mayores, moderadas y progresistas como su hermano, pero que como él nunca pensaron en votar a los socialistas a pesar de mis argumentos.

Lo cuento no porque mi vida privada tenga ninguna importancia, por supuesto, sino porque es una metáfora de lo que está pasando. Desde la moción de censura, Ciudadanos ha ido perdiendo progresivamente el apoyo, que podría haber mantenido, de millones de ciudadanos que antes veían en Rivera a un político equilibrado y moderado.

Es incomprensible que, vistas las tendencias, Ciudadanos siga porfiando en el error. Podía explicarse por la necesidad de regeneración democrática su apoyo al PP en Andalucía, pero a partir de ahí ha sido todo un dislate; y lo sigue siendo. Primero la terrorífica foto de la Plaza de Colón. Luego la decisión de la Ejecutiva del partido de proclamar que no se apoyará al PSOE para formar Gobierno en España y el anuncio posterior de ese mismo compromiso en lugares tan poco controvertidos como Madrid. Más tarde el pellizquito de monja de comprar con un escaño a Soraya Rodríguez, o la pelea de colegio de ver quién va a liderar supuestamente el futuro Gobierno, si Pablo o Albert, Albert o Pablo.

Es evidente que la decisión de girar a la derecha por parte de quien marque la estrategia en Ciudadanos responde al intento de ocupar el puesto primero en la Derecha, mejor que ocupar el siempre esquivo Centro. Obedece al pánico de quedar en tierra de nadie en una sociedad políticamente polarizada. Pero las semanas pasan y la estrategia está demostrando con datos ser equivocada. Cientos de miles de votantes, como mis tres hijos mayores, se han activado para frenar los disparates de las tres derechas, en la que ya identifican sin la menor duda a Ciudadanos.

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Y mientras los tres jóvenes líderes del PP, de Ciudadanos y de Vox se pelean por dar el titular más disparatado y más reaccionario, Sánchez puede dedicarse a gobernar “hasta el último minuto”, como él mismo ha anunciado con resolución. A aplicar sus propuestas en esos “viernes sociales” de sabor nítidamente progresista. A mostrar su cara más positiva, más moderada, más optimista, que tanto contrasta con la mala baba, la agresividad y los excesos de “la derecha”.

Asustados por la amenaza de que se pongan en peligro las libertades y los derechos de las mujeres y de las minorías, o de que nuestro país se vuelva antipático con los inmigrantes, de que vuelva el espectro de Aznar o incluso de que se favorezca el uso de las armas en las casas, son muchos quienes, con mayor o menor simpatía por Pedro Sánchez o por el PSOE en general, se han convencido de que el voto útil debe ir a los socialistas.

Las decisiones de Albert Rivera y de Ciudadanos han sido un elemento crucial para asentar esa idea.

Contaba aquí hace cinco años que mi hijo, un joven universitario progresista y moderado, aunque yo le invitara a que diera su voto a los socialistas, se sentía más atraído por el espíritu revolucionario y fuertemente identitario de Podemos.

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