Conducir la recuperación o dejarse atropellar

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Dispuesto a inyectar una buena cantidad de millones procedentes de la arcas públicas españolas y europeas, el Gobierno tiene dos opciones: conducir la recuperación o dejarse atropellar por quienes están al mando de los coches más potentes. Si opta por la primera, deberá saber a dónde quiere llegar, qué modelo de país quiere construir, e ir tejiendo acuerdos para ello. La segunda es más fácil, consiste en disponer de fondos, ir atendiendo demandas de unos y otros y tirar los dados a ver dónde nos llevan.

Viene esto a cuento de un episodio ocurrido el viernes pasado en el grupo de reactivación económica de la Comisión de Reconstrucción. Según cuenta Europa Press, dos días antes el PSOE había apoyado una propuesta de Más País-Equo que exigía a las empresas que fueran a recibir ayudas una serie de medidas. Se podría pensar que quizá eran barreras a su buen hacer, pero me temo que no. Tales condiciones eran "no repartir dividendos durante al menos dos años, no operar ni tener filiales en paraísos fiscales, cumplir el Acuerdo Climático de París, cerrar la brecha salarial entre hombres y mujeres y comprometerse con la protección de la biodiversidad".La enmienda fue aprobada con el apoyo de PSOE y UP, pero 48 horas después, un nuevo pacto, esta vez con Ciudadanos, borró del mapa dichas condiciones y limitó las ayudas a aquellos "sectores relevantes más afectados por la crisis".

La negociación y el acuerdo es algo consustancial al ser humano, forma parte de su naturaleza, y probablemente por eso se ha estudiado a fondo a lo largo de la historia y ya sabemos algunas cosas al respecto.

Entre las más importantes, esa que dice que "no hay buen viento para quien no sabe a dónde va". La frase, atribuida a Séneca, es muy útil en muchos aspectos de la vida, y más en una negociación. Saber dónde se quiere llegar es el primer paso, al que deberá seguir la indagación de los múltiples caminos que siempre hay para conseguir el objetivo. Sólo si este punto está claro se podrán distinguir los fines de los medios, y aquello que es negociable de lo que no se está dispuesto a renunciar. Hasta este momento el Gobierno ha dado señales claras de querer hacer de la recuperación una oportunidad para impulsar las transiciones pendientes, con la ecológica en lugar destacado, de ahí que este giro pueda provocar zozobra e incomprensión. "¡Qué fuerte!" exclamó la diputada de Más Páis-Equo en la Comisión, Inés Sabanés.

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Hay que empezar a entender que no siempre el acuerdo es mejor que el desacuerdo. El disenso es la materia prima de la política, y el acuerdo el éxito de un trabajo bien hecho. Para que esto sea así el acuerdo nunca debe dañar a terceros, y esos terceros somos todos. Sería todo un ejercicio de cinismo ver a los consejos de administración repartiendo dividendos procedentes de ayudas públicas, del mismo calibre que si esas ayudas son recibidas por empresas que operan en paraísos fiscales -el sumidero por el que se van los anhelos de equidad-, que aumenten la brecha salarial entre hombres y mujeres, o que se destinen a actividades que incrementen la amenaza de la vida en el planeta que supone la crisis climática, o que contribuyan a dañar la biodiversidad, esa que los científicos nos dicen que de su salud depende la nuestra, ayudando, por ejemplo, a evitar pandemias.

Una cosa es que la geometría variable obligue al sano ejercicio de pactar con unos y otros asuntos diferentes, y otra muy distinta que cada movimiento se salde con cadáveres en el camino. En este caso, la confianza de Más País-Equo y la coherencia de una senda de recuperación marcada por la transición ecológica y la justicia social.

Como los propios representantes socialistas han reconocido, quedan días de negociación por delante, y el error se puede enmendar. No obstante, más importante aún de cómo quede la enmienda, es que el PSOE y el Gobierno decidan si quieren liderar la recuperación. De lo contrario, quienes disponen de ese poder que llamamos "fáctico" acabarán arrollándole.

Dispuesto a inyectar una buena cantidad de millones procedentes de la arcas públicas españolas y europeas, el Gobierno tiene dos opciones: conducir la recuperación o dejarse atropellar por quienes están al mando de los coches más potentes. Si opta por la primera, deberá saber a dónde quiere llegar, qué modelo de país quiere construir, e ir tejiendo acuerdos para ello. La segunda es más fácil, consiste en disponer de fondos, ir atendiendo demandas de unos y otros y tirar los dados a ver dónde nos llevan.

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