¿Podrá el 'mástergate' más que toda la 'Gürtel' y la 'Púnica' juntas?

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Es una pregunta que me atormenta desde hace días. Lo explica muy bien en su columna Lucía Méndez; lo que empezó siendo un asunto menor ha acabado provocando un incendio aún hoy incontrolado. Reacciones políticas, mediáticas y ese 83% de la población que dice que Cifuentes debería dimitir según el barómetro de laSexta Noticias.

¿Qué tiene el mástergate que no tengan escándalos como Gürtel o la Púnica?mástergateGürtel Púnica A estas alturas lo único que podemos hacer es imaginar hipótesis, a falta de que una buena investigación nos lo aclare pasado un tiempo.

Hay quien dice que la clave es que llueve sobre mojado: el historial de casos de corrupción del Partido Popular en puntos clave como Valencia o Madrid es de tal magnitud que la paciencia de los españoles ya no da para más. Aunque esa factura el Partido Popular la haya ido pagando ya –a muy bajo precio- en las distintas convocatorias electorales, cabría pensar que esta es la gota que colma el vaso. Podría ser, aunque creo que esto hay que entenderlo más bien como el marco y contexto en que se produce el mástergate.

Otras tesis apuntan al papel de algunos de los nuevos medios de comunicación “digitales” –como puntualizaría Rivera–, que ejerciendo su rol de vigilantes del poder han arrastrado al resto a seguir el tema y convertir en un tsunami lo que podría haber sido una gota más. Desde luego, el papel de los medios de comunicación ha sido determinante, pero no creo que me equivoque mucho si digo que muchos de ellos no hubieran entrado al juego si no hubieran visto la reacción social. De hecho, fueron muchos los que tardaron en dar titulares y noticias destacadas al respecto y aún hoy los hay que se lo están pensando. Allá ellos.

También es cierto, como se apunta desde algunos sectores, que el caso Cifuentes está demostrando ser la punta del iceberg de todo un sistema de manipulación e instrumentalización corrupta de las instituciones públicas universitarias cuya dimensión intuyo que estamos empezando a conocer, y eso podría indignar a una sociedad que todavía recuerda cómo no hace tanto que la Universidad era apta sólo para los ricos. Uno de los tuits que más corren estos días dice “Antes sólo estudiaban los ricos, y ahora sólo estudian los pobres”. Demoledor.

Sin menospreciar la importancia de estos asuntos, sin embargo, creo que no está ahí la clave, sino en dos puntos bien distintos: en primer lugar, la sencillez de un caso como este, que puede resumirse en que a Cifuentes –y parece que no es la única– le han regalado un máster, contrasta con la dificultad para descifrar las habituales tramas de contrataciones públicas, sobornos, comisiones y blanqueos de dineros varios, cuya comprensión solo está al alcance de expertos con mucha paciencia y tiempo para seguirlas. Esto, sin embargo, se entiende en un titular.

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Por otro lado, como es de sobra conocido, la indignación se multiplica cuando se siente el agravio. Los que hemos pasado por postgrados, másteres y doctorados; las madres y padres que además de sacrificar ahorros ven a sus hijos que, tras acabar su grado, se ven sumidos en una interminable carrera de másteres, especializaciones, estudios en el extranjero, idiomas y prácticas sin remunerar como si de una carrera de obstáculos se tratara, cuyo final es –en el mejor de los casos– un contrato precario; o los profes que comprobamos cómo nuestros alumnos del turno de tarde, tras terminar la jornada laboral, acuden a clase de lunes a viernes de 4 a 9 de la noche y les enterramos bajo una pila de trabajos y exámenes. Todas y cada una de estas personas nos sentimos estafadas. Y ahí, me atrevería a aventurar, está la clave. Una vez más, es la desigualdad, en este caso de trato, la que explica la indignación.

Si esta hipótesis se confirma, deberíamos plantearnos cuánto nos queda por recorrer para poder decir que somos una sociedad plenamente democrática cuando no somos capaces de reaccionar de la misma manera ante casos que –aunque complejos, abstractos y lejanos– tienen la misma o más trascendencia que los que estamos conociendo. Y sin sociedades democráticas, no puede haber países democráticos.

Mientras tanto, el Partido Popular sigue dando muestras de su profunda debilidad tanto por incapacidad para entender la gravedad de la situación y actuar en consecuencia, como por la imposibilidad de cortar la tela de araña de corrupción que han tejido durante años y en la que están atrapados. El recordatorio de Cifuentes a Rajoy de los SMS a Bárcenas es todo un poema. Tétrico, pero poema.

Es una pregunta que me atormenta desde hace días. Lo explica muy bien en su columna Lucía Méndez; lo que empezó siendo un asunto menor ha acabado provocando un incendio aún hoy incontrolado. Reacciones políticas, mediáticas y ese 83% de la población que dice que Cifuentes debería dimitir según el barómetro de laSexta Noticias.

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