Hoy empieza el tercer trimestre del curso, el segundo del año 2023, que tendrá como punto álgido el 28 de mayo cuando se abran las urnas de más de 8000 municipios y 12 comunidades autónomas. Toda una renovación de poderes con muchas preguntas en el aire. Algunas las contestarán las urnas el 28M; otras, tendrán que esperar.
Aunque se nos olvidará todos los días, no está de más recordar que las elecciones autonómicas y municipales tienen lógicas propias distintas de las legislativas. Candidatos con nombres y apellidos, así como debates, polémicas y líos propios de cada municipio, influyen en ocasiones más que las siglas que los acompañan. Urge llamar a la prudencia, por tanto, ante la inevitable tentación de extrapolar de forma automática y sin los necesarios matices los resultados de mayo a lo que pueda ocurrir en diciembre.
El debate, previsiblemente, vendrá marcado en un plano general por asuntos de índole nacional que quedaron pendientes el trimestre pasado: la modificación de una u otra manera de la ley del sí es sí y la ley de vivienda. Junto a esto, la izquierda articulará la campaña sobre los buenos datos económicos, en especial los del empleo, los mecanismos de protección social en los años convulsos que hemos vivido y la defensa de la sanidad pública, en especial en aquellas comunidades donde más se está deteriorando, como es el caso de Madrid. La derecha volverá a enfatizar sus propuestas de rebajas fiscales y criticará las políticas de alianzas del gobierno de coalición y a la coalición en sí misma. Sobre este telón de fondo operarán las polémicas y propuestas propias de cada comunidad autónoma y municipio. Cuánto habrá de cada uno de estos factores está por ver, si bien es cierto que cada vez pesa más la política nacional en campañas fuertemente marcadas por medios de comunicación de ámbito nacional y líderes nacionales arropando a sus candidatos. En este contexto, cuando el 28 de mayo se abran las urnas, algunas preguntas que hoy flotan en el ambiente quedarán resueltas o al menos tendremos ya buenas pistas para darles respuesta.
Aunque se nos olvidará todos los días, no está de más recordar que las elecciones autonómicas y municipales tienen lógicas propias distintas de las legislativas
De forma transversal: ¿sigue interesando tanto la política y vamos a volver a ver índices altos de participación electoral, como acostumbramos en España? Todo indica que sí. ¿Van a recuperar los dos grandes partidos, PP y PSOE, parte del voto que han ido perdiendo desde 2008? Todo indica que también, aunque eso no signifique una vuelta al bipartidismo anterior. ¿Se confirma el bibloquismo en el electorado o hay trasvase de votos entre bloques como pasó en la Comunidad de Madrid y en Andalucía? Veremos. ¿Ganan los candidatos que se muestran más firmes, duros e inflexibles, o aquellos con una imagen más favorable al acuerdo y la moderación? Si fuera la segunda opción, daría al traste con una parte importante de esa obsesión por la polarización convertida en respuesta demasiado fácil para casi todo. ¿Los partidos de ámbito autonómico o local, y las opciones de la España vacía obtienen un mejor resultado que en épocas anteriores? Ojo con la idiosincrasia de cada territorio y con el peso que pueden alcanzar las particularidades que cabalgan sobre la sensación de abandono y marginación.
Por la derecha, recomposición: Por un lado, está por ver si se certifica la defunción de Ciudadanos, y dónde van sus votos. En ese sector del electorado pescará con fuerza el PP, pero hay que estar atentos a las transferencias de votos tanto a Vox como, en algunos sitios, al PSOE. Más a la derecha, será el momento de comprobar si Vox sigue la estela de las elecciones en Andalucía y Castilla y León, donde perdió votos respecto a 2019. Finalmente, ¿será el PP capaz de aglutinar todo el voto conservador huérfano? Y lo que es más relevante, ¿podrá hacerse con nuevas mayorías absolutas como en Andalucía o tendrá que gobernar mediante acuerdos con Vox? ¿Será capaz de trazar pactos con otras fuerzas?
En la otra parte, test de estrés: la izquierda tiene en estas elecciones una suerte de examen ante las políticas del gobierno de coalición, que influirán sin duda -no se sabe cuánto-, en estos comicios. El resultado que obtengan los partidos de los entornos de Podemos, Izquierda Unida, Sumar y las izquierdas de cada territorio, con composiciones distintas en cada comunidad autónoma y municipio, serán una forma de medir fuerzas en ese espacio político y comprobar hasta dónde unos y otros suman y restan. El gran peligro es que, como consecuencia de su división, algunas de estas formaciones no superen el 5% de barrera electoral que se exige en diversas comunidades, e incluso el 3% donde existe este límite. Especialmente relevante puede resultar este asunto en la Comunidad Valenciana, donde es preciso superar el 5% de los votos emitidos en toda la Comunidad. Su población y peso político hace que lo que ocurra en este territorio vaya a ser muy significativo tanto en la lectura que se haga del 28M como en las estrategias de cara a las legislativas de fin de año.
Para las fuerzas nacionalistas, estos comicios no son, ni mucho menos, menores: ¿Qué pasará con la correlación de fuerzas entre Bildu y el PNV en Euskadi, especialmente en territorios muy sensibles como Guipuzcoa? ¿Y en qué punto se encontrará la batalla en el seno del independentismo catalán?
Comienza un trimestre que despejará muchas incógnitas, y mantendrá en el aire otras. La más importante, ¿quién es capaz de leer hoy mejor el estado de ánimo de una sociedad recién salida de una pandemia, en la incertidumbre de una guerra, preocupada por la inflación y que dice desconfiar de la política? Quien lo consiga tendrá mucho ganado, ley electoral mediante.
Hoy empieza el tercer trimestre del curso, el segundo del año 2023, que tendrá como punto álgido el 28 de mayo cuando se abran las urnas de más de 8000 municipios y 12 comunidades autónomas. Toda una renovación de poderes con muchas preguntas en el aire. Algunas las contestarán las urnas el 28M; otras, tendrán que esperar.