Querido François, por tu culpa no puedo dormir. Ya sé que no soy la única, menudo eres toi. No te asustes, no tengo sueños tórridos contigo, ni te imagino entrando en mi portal camuflado con tu casco de moto cual repartidor de Telepizza, no. Lo que me tiene en vela es el debate interno que, por tu culpa, se está librando en mi cabeza, una batalla sin tregua entre mi defensa a ultranza del respeto a la vida privada de cada cual y la duda de si un hombre deja de ser un “cada cual” al convertirse en presidente.
Y aquí están mis dos “yos” a la greña. Si un “yo” dice: “¡Y a mí que me importa con quién se acueste o con quién se levante un gobernante, tiene que responder por su gestión, no por su pasión!”, el otro “yo” contesta: “Ya, pero si en algún sentido el ciudadano es el paganini de las pasiones, algo tendrá que explicar monsieur le president, digo yomonsieur le president”. Y así todo el rato, loquita me tienes.
Cierto es que la semana pasada me salían ronchas al ver cómo los informativos de mi país se convertían en un Sálvame Deluxe sin fronteras, destacando en titulares –entre Gamonal y corrupciones patrias– tu affaire, ilustrado por unas fotos tipo Cuore a las que sólo les faltaba un Aargg –o Aggg–, en francés-. Y me imaginaba al personal sentado al fresco, en una silla de enea, comiendo pipas y comentando: “Cómo estará la mujer, si hasta le ha dado un patatús, vamos, vamos”, “anda, que la risa que tiene que tener ahora la Ségolène”, “chica, yo no sé que le ven a este hombre, con lo monas que son las tres, será lo de la erótica esa del poder”. Y me daba vergüenza ajena y me asaltaba el complejo de: “qué paletos somos” y la teoría de: “qué vacías deben de ser nuestras vidas si nos ponemos a comentar la de un desconocido”.
Y cuando creo que lo tengo todo claro y cristalino, me da por reflexionar sobre las repercusiones de cada movimiento de un jefe de Estado en la vida del ciudadano y se me reavivan las dudas:
- Que te acompañaran dos guardaespaldas pagados por el erario público en tus encuentros privados
- Que los fotógrafos hayan podido violar con tremenda facilidad la seguridad presidencial y hacerte fotos, tan ricamente, desde un coche, como si estuvieran en el Safari Park
- Que el estatus de primera dama –que en Francia no existe formalmente–, se cargue también en la cuenta de los franceses. ¡Como para que sean dos, Oh la lá!Oh la lá
Pero entonces, de nuevo, vuelve a poseerme el “yo” que cree que, seguramente:
- Si hubieras acudido con dos guardaespaldas a tomarte un Benedictino con un amigo soltero y aburrido, no habría noticia..
- Que si las fotos te las hubieran robado saliendo de una fiesta de disfraces de antiguos alumnos del cole, vestido de Pantera Rosa, no se hablaría de la seguridad presidencial, sino del daño para tu imagen por hacer coña en un momento tan complicado.
- Que si hubieran ingresado a la primera dama por lo que fuera o fuese que pasara de puertas adentro, seguramente, lo achacaríamos a que hay mucha gripe.
Me martillea también la pregunta del ¿Cui prodest? –a quién le beneficia el escándalo– teniendo en cuenta que tu episodio sale a la luz en este preciso momento y no antes, dos años tentando a la suerte, dicen.
En estos días, no ha habido reunión de trabajo o cena con amigos en la que no haya salido tu nombre, François. Y después de múltiples discusiones –en las que flotaban la admiración envidiosa, la coña marinera, y la dicotomía entre la defensa de lo público y lo privado– sigo sin encontrar la salida de este mar de dudas en el que me hallo, el propio hecho de escribir hoy sobre lo que me lía tu lío, me genera cierto cargo de conciencia.
Ver másLa derecha avanza en la municipales francesas
En fin François, uno de los efectos secundarios de l'amour es que nos atonta y no deja que fijemos la vista en lo importante. Y va a ser que con l'amour ajeno nos pasa algo similar, porque tu rueda de prensa se esperaba con tanta expectativa morbosa de que aclararas algo de “eso tuyo” que, lo digno de comentar, se comentó poco. Cuando hablaste de economía y anunciaste ese viraje brusco hacia la política neoliberal, olvidándote de la justicia social que te llevó al Eliseo, sí que te marcaste con la ciudadanía un “Mon Chéri, esto no es lo que parece”.Mon Ché
Voy a recomendarte una canción española que te puede aliviar en días difíciles, “Digan lo que digan” de Raphael,Digan lo que digan que viene a ser algo así como: “pasando de la peña”.
Claro que, por ser vos quien sois, yo me preocuparía si en vez de oír: “no sé qué ven las mujeres en este hombre” escuchas: “no sé qué vimos en este hombre para votarlo...”.
Querido François, por tu culpa no puedo dormir. Ya sé que no soy la única, menudo eres toi. No te asustes, no tengo sueños tórridos contigo, ni te imagino entrando en mi portal camuflado con tu casco de moto cual repartidor de Telepizza, no. Lo que me tiene en vela es el debate interno que, por tu culpa, se está librando en mi cabeza, una batalla sin tregua entre mi defensa a ultranza del respeto a la vida privada de cada cual y la duda de si un hombre deja de ser un “cada cual” al convertirse en presidente.