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Final de la Guerra Fría: gana Cuba

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Los vuelos están repletos. Un billete de urgencia desde Madrid a La Habana no baja de los 2.000 euros. A duras penas hay habitaciones en los hoteles de Varadero. En Doña Eutimia, el paladar mejor decorado de la Plaza de la Catedral de la capital cubana, no hay mesa para el día. Los viejos Ford de los 50 no paran de pasear turistas, muchos de ellos estadounidenses ansiosos por conocer la tierra que les fue prohibida, precisamente desde que esos mismos coches salieron de sus fábricas.

Las dificultades habituales siguen, sin embargo: Coppelia pone helados del sabor que llega, el que sea. Y las colas para los cubanos que pagan en pesos no convertibles son insoportables al calor de agosto. De pronto falta leche o aceite. El sistema es ineficiente para dar a su gente una vida fácil. El salario medio no pasa de los 200 dólares mensuales. Por supuesto, el control de la doctrina y de la información es total. Internet existe pero nadie lo usa, porque o no hay o tiene un precio prohibitivo. Sólo se lee el Granma, y la radio y la tele son menos agresivas y maniqueas que los medios venezolanos, pero no paran de proclamar la eternidad de la revolución, compatible con la inevitable caducidad de su mito, el último vivo del siglo XX, Fidel, que cumplió 89 este jueves.

La bandera de Estados Unidos regresa a La Habana 54 años después

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El acontecimiento de hoy es histórico. Desde el año 45 no venía a Cuba un secretario de Estado americano y desde la revolución no se izaba la bandera estadounidense en La Habana. Pero la ciudad no parece ni mucho menos el pueblecito serrano de Bienvenido Mister Marshall. No se preparan bailes de bienvenida a los americanos, aunque se están asfaltando las calles que rodean a la nueva embajada de Estados Unidos. La noticia de la llegada de John Kerry sólo ocupa un tercer o cuarto lugar en los informativos de la televisión, minutos después que el cumpleaños del comandante y su obra.

El Gobierno cubano ha decidido no darle mucha dimensión a la apertura de la embajada y al restablecimiento de relaciones diplomáticas, pero lo cierto es que la Guerra Fría, de algún modo, termina este 14 de agosto de 2015 con el reconocimiento de que el embargo no ha servido para nada y con la legitimación de la idea de que "el pueblo ha resistido hasta la victoria" y que "gracias a los cambios internos en EEUU" los americanos claudican.

Si el resultado de esta larguísima pelea entre David y Goliat pudiera determinarse por los estados de ánimo a las dos orillas del Caribe, en Miami y en La Habana, David saldría de nuevo victorioso. La indiferencia socarrona que se percibe entre los cubanos que se quedaron contrasta fuertemente con la indignación de los que se marcharon a Florida, que consideran que esa histórica bandera en la nueva embajada es la última traición del presidente Obama.

Los vuelos están repletos. Un billete de urgencia desde Madrid a La Habana no baja de los 2.000 euros. A duras penas hay habitaciones en los hoteles de Varadero. En Doña Eutimia, el paladar mejor decorado de la Plaza de la Catedral de la capital cubana, no hay mesa para el día. Los viejos Ford de los 50 no paran de pasear turistas, muchos de ellos estadounidenses ansiosos por conocer la tierra que les fue prohibida, precisamente desde que esos mismos coches salieron de sus fábricas.

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