Hacerlo poco a poco

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Hay decisiones políticas que actúan como el virus del ébola: de una vez, de manera visible, rápida y con letalidad intensiva. Pero también generando de inmediato una resistencia tenaz que aísla a medio plazo sus efectos. El embargo cubano fue una de esas decisiones, muy del gusto de la política de bloques de la época y sus líderes –Eisenhower y Kennedy, Castro y Kruschev–. El efecto fue inmediato, evidente y brutal, desde que se decretó inicialmente en octubre de 1960, y hasta anteayer.

Pero, como esos médicos y enfermeros que llevan escafandras hiperaislantes, el Gobierno de Cuba y su gente supieron atrincherarse y se convirtieron por más de medio siglo en el símbolo de la resistencia contra el imperialismo, el abuso de autoridad y la prepotencia. Indiscutiblemente funcionó y hoy Fidel Castro es el último mito vivo del siglo XX. El mismísimo presidente de Estados Unidos ha tenido que reconocer el fracaso de la política de bloqueo.

Si quieres tomar una decisión muy visible y aparentemente contundente, pero en realidad poco eficaz, sigue el modelo agresivo e intensivo del ébola. Saca los tanques como en Tiananmen para diluir una manifestación estudiantil. Expulsa a porrazos a los inmigrantes que se suben a la valla al otro lado de tu campo de golf. Manda bombardear un país como Estados Unidos hizo con Irak. Arrasa día y noche ciudades como Israel hace en Palestina. O mata a decenas de niños hijos de militares como acaba de hacer un grupo talibán en Pakistán.

Pero hay también decisiones políticas que actúan como el virus de la gripe: poco a poco, de manera sinuosa, lenta, pero con efectos también letales, aunque más extensivos que intensivos. El virus de la gripe mata cada año a millones, pero no se ve tanto como otros que dan más miedo. Se sabe que la llegada de emigrantes por las fronteras de Ceuta y Melilla depende mucho más de la voluntad y los recursos que ponga el Gobierno de Marruecos que de la contundencia policial al otro lado, y eso depende de lo que se hace lentamente, sin llamar la atención.

Aún hoy, en China, particularmente en Hong Kong, hay protestas prodemocráticas incluso mayores que las de 1989, pero la sensación es mucho menos apremiante que entonces, porque las autoridades chinas están dejado que los manifestantes se cansen de abrir y cerrar sus paraguas. Mientras, favorecen el consumo de bienes y servicios occidentales y, por supuesto, unas relaciones con Europa y Estados Unidos completamente normalizadas. Israel, que en otras ocasiones actúa como el más sádico agente patógeno, sabe muy bien que la mejor política es la del virus de la gripe: promover de forma silenciosa asentamientos que vayan progresivamente tomando terreno palestino.

Hay líderes que optan por la política del virus de la gripe, y estos son hoy por hoy más abundantes que los radicales líderes de los 60. En un excelente artículo publicado aquí mismo el miércoles, Javier Valenzuela duda de que Barack Obama vaya a pasar a la historia; Historia con mayúscula, dice Javier. Yo creo que lo hará. No sólo por el símbolo del color de su piel, sino porque, sin que apenas se note, como la gripe, está produciendo resultados de fuerte impacto y largo alcance.

Su reforma del sistema de salud ha aumentado el número de asegurados en 15 millones de personas, reduciendo el porcentaje de quienes no están cubiertos del 18 al 13 por ciento. Cuando anunció que cerraba Guantánamo de una vez, casi nadie quiso acoger a los presos. Seis años después, los ha ido colocando poco a poco, y antes de dejar la Casa Blanca podrá confirmar que la prisión queda cerrada. Después de un trabajo de meses, incluyendo un anacrónico intercambio de prisioneros, pudo el miércoles coordinarse con Raúl Castro y con el papa para anunciar al mundo “un cambio en la relación con el pueblo de Cuba”. Si no quieres que se te colapsen los aeropuertos, las inversiones o los consulados, en Miami, Santiago, La Habana o Nueva York, mejor como la gripe: poco a poco.

A los medios de comunicación, como a la gente (y para que hablar de los asesores de comunicación), les gustan más las decisiones, los líderes y las historias “tipo ébola”: sin matices, llamativos, contundentes, rápidos, con personajes y tramas y desenlaces nítidos. Pero lo cierto es que, tanto para bien como para mal, las decisiones, los líderes y las historias “tipo gripe” suelen ser más eficaces en sus efectos a medio y largo plazo.

Hay decisiones políticas que actúan como el virus del ébola: de una vez, de manera visible, rápida y con letalidad intensiva. Pero también generando de inmediato una resistencia tenaz que aísla a medio plazo sus efectos. El embargo cubano fue una de esas decisiones, muy del gusto de la política de bloques de la época y sus líderes –Eisenhower y Kennedy, Castro y Kruschev–. El efecto fue inmediato, evidente y brutal, desde que se decretó inicialmente en octubre de 1960, y hasta anteayer.

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