¿Dónde está Joseph Kony?

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Este documental logró 100 millones de visitas en seis días; 216 millones en un año. Se llama Kony2012. Colocó en el mapa a uno de los guerrilleros más sanguinarios de África, Joseph Kony, líder del Ejército de Liberación del Señor (LRA, en sus siglas en ingles), una secta con el cartel de movimiento de liberación. Es responsable del secuestro de miles de niños en casi tres décadas de guerra (más de 30.000, según UNICEF). Ha causado muerte y destrucción en varios países: Uganda, República Democrática de Congo y República Centroafricana, donde al parecer se esconde.

Ha pasado un año desde la publicación (5 de marzo de 2012) y Kony sigue libre pese a que EEUU envió a la zona a 100 soldados de élite para asesorar al Ejército ugandés en su persecución y captura. También Francia, muy activa en Malí estos días, participa en el empeño. Kony, ignorado durante años cuando tenía sus bases en el sur de Sudán, se convirtió de repente en una medalla que todos se querían poner, incluida la Corte Penal Internacional con sede en La Haya. Un año después, sin focos ni campañas en Internet, todo vuelve a su cauce, al silencio, al olvido.

El éxito de Kony 2012 se basó en su simplicidad, en su técnica hollywoodiense de buenos y malos, sin grises ni matices. Era un mensaje destinado a adolescentes que viven detrás de una pantalla. Su creador, Jason Russell, había quedado impactado por la crueldad del LRA en su primera visita al norte de Uganda en 2003. Tenía entonces 24 años. Mostró sus primeros documentales en escuelas de EEUU, que sirvieron después de base para la campaña de 2012. Miles de jóvenes presionaron en las redes sociales a cantantes y celebridades como Justin Bieber que retuitearon el mensaje. El 8 de marzo, tres días después del lanzamiento de Kony 2012, el vídeo tuvo 41,3 millones de visitas en 24 horas. Un récord mundial.Kony 2012

Tanto éxito atropelló a Russell. No pudo manejar su celebridad instantánea y las numerosas críticas que despertó el contenido del video, plagado de inexactitudes y errores, y las maledicencias que circularon por la misma Red sobre las intenciones de Invisible Children, la organización humanitaria que impulsó el documental, y de la que Russell es cofundador. Se les acusó de complejo del blanco salvador, de preparar una intervención militar, de estafa.

Diez días después de aquel éxito mundial, Russel salió de su casa en San Diego desnudo y corrió por las calles profiriendo gritos obscenos y hablando del diablo. Fue detenido y enviado a un centro psiquiátrico. Le diagnosticaron un episodio esquizofrénico debido a estrés postraumático.

Rusell reapareció en octubre de 2012 en el programa televisivo de Oprah Winfrey, especializada en actos de contrición públicos como el reciente del ciclista Lance Armstrong, para explicar lo sucedido. Contó con el apoyo de la estrella de televisión –una de las que había retuiteando el vídeo- para convencer a la audiencia que su ataque súbito de locura era la consecuencia lógica de una presión descomunal.

El diario británico The Guardian recuerda el aniversario del éxito de Kony 2012 con un extenso reportaje que incluyen declaraciones de Russell y mucho contexto, incluido el familiar. Procedente de una familia profundamente cristiana, Russell se educó en un buenísimo y una candidez que no resistió el contacto con un mundo complejo, duro.

La autora del reportaje, Carole Cadwalladr, cita entre otros medios a la revista Vice, una de las más críticas y que llega pedir a sus lectores que no donaran dinero a Invisible Children: "Aquellos que viven del éxito de los vídeos virales también pueden morir por su culpa". Parecía profético.

Cadwalladr sostiene que si Russell hubiera sufrido un infarto de miocardio debido al estrés hoy no tendría consecuencias sociales. El corazón tiene mejor cartel que el cerebro. La locura resulta más inquietante porque genera miedo: saber que nadie está a salvo de padecer un trastorno.

The Guardian cita a Charity Navigator, una organización sin ánimo de lucro que escruta las cuentas de las ONG. Charity sostiene que Invisible Children dedica el 80% de sus ingresos a programas y servicios. Le da un notable alto en el manejo de sus cuentas, auditadas desde hace cinco años.

Cadwalladr visitó la semana pasada las instalaciones de Invisible Children en San Diego: 60 trabajadores en plantilla y 35 interinos que atienden teléfonos y responden correos. Nada que ver con el año anterior cuando una sola empleada debía responder 4.000 correos electrónicos al día.

El texto del The Guardian es también una reflexión indirecta sobre Internet, sobre las redes sociales. Pueden ser excelentes instrumentos para dar visibilidad a las noticias que ignoran los grandes medios tradicionales, para poner en el mapa a un asesino en serie como Kony, pero también sirven para hundir reputaciones, difundir falsedades, información no comprobada.

Russell no se ha recuperado del todo. No es solo una cuestión de salud, es su prestigio. Reconoce en esa entrevista que deberá vivir el resto de su vida con las imágenes de su locura transitoria, con las dudas de si un tipo así, que corre desnudo por la calle, es de fiar, si se le pueden entregar donativos.

¿Y Kony? ¿No es todo este debate sobre Russell y su desnudez un exponente de un mundo que solo se mira al ombligo, que yerra en lo importante?

Kony perdió su base militar en el sur Sudán con la independencia de esa parte del país; también perdió el apoyo del régimen de Jartum. Cruzó a la República Democrática de Congo, deambuló por la provincia del Kivu Norte y por Ituri, dejando su sello de muerte en algunos ataques. Se cree que ahora se encuentra en la República Centroafricana acompañado por tres comandantes y 250 guerrilleros, muchos de ellos niños.

El nombre de la ONG, Invisible Children, nace de los viajeros de la noche, de los que ya escribió este periodistaCada tarde, 50.000 niños del norte de Uganda se ponían en marcha por las carreteras y caminos en dirección a tres ciudades, Gulu, Lira y Kitgum para evitar ser secuestrados por la guerrilla. Dormían en calles y plazas sin amparo ninguno hasta que un grupo interreligioso que trabajaba por la paz se fue a dormir con ellos. La presencia del obispo católico John Babtist Odama atrajo a la BBC. La BBC atrajo al Gobierno de Ioweri Museveni y a ONG internacionales que prepararon refugios para los niños, para que pudieran descansar, ver alguna película y hacer los deberes.

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No sé quién es Russell y no sé si su organización es de fiar, lo que sí sé es que hizo más por acabar con esta lacra que decenas de periodistas, entre los que me incluyo, que escribieron sobre la guerra invisible del norte de Uganda sin que nadie prestara atención.

The Guardian cita a Human Rights Watch, que recuerda que Kony 2012 logró implicar a Naciones Unidas y que después se adoptaron resoluciones. También cita a Mark Galloway de International Broadcasting Trust, que asegura que el vídeo cambió la forma en la que muchas ONG se comunican con la sociedad.

Un año después, millones de personas saben más sobre Kony y sus crímenes, pero los que toman las decisiones, los encargados de gobernar el mundo, siguen atrapados por una forma cobarde de hacer política, la de evitar riesgos a no ser que estén en juego intereses económicos, como sucede en Malí, donde detrás del escenario, el uranio es mucho más importante que Al Qaeda.

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