Eurovisión, ríos de tinta

La canción ligera protagoniza la trifulca nacional. La discusión, me temo, no es musical, sino geopolítica. Un año más, y contraviniendo las nociones más elementales de la geografía y la decencia, el Estado de Israel ha enviado una comparsista a Eurovisión para recordarnos que tienen otros talentos, aparte del de asesinar chiquillos.

Con el confeti a medio recoger, hasta al presidente Sánchez se le ha ocurrido que (¡quizás!) podría hacerse un algo para bajar del escenario a esa recua de genocidas. Miren, parió la abuela: Sánchez crea otra cortina de humo para distraernos de los incontables casos de corrupción que cercan a su familia, braman desde la trinchera derecha. Carlos Herrera, apuntándose a la teoría, se dolía el lunes del "escándalo democrático" que nos está causando el nepotismo presidencial. Terminada la arenga, dejaba el programa en manos de su churumbel, porque en la radio episcopal lo de la paja en el ojo ajeno se exige por contrato.

Más fino, Alsina le explicaba a Susanna Griso que Eurovisión no es una competición entre países, sino entre televisiones públicas que se asocian para armar la verbena. "Quien participa no es Netanyahu". Caramba, ya es casualidad que, no yendo la cosa con ellos, cierto gobierno presidido por el genocida del que usted me habla se haya molestado en desviar dineros para azuzar el televoto. Con todo, la situación es preocupante: tan pronto se difunda el tecnicismo ("no te estoy tocando, el aire no es de nadie"), miles de eurofans caerán en la melancolía. De ahora en adelante, nada de banderas: solo camisetas de la BBC o la RAI. Y, por favor, que alguien vaya llamando al orden al locutor de turno: "Ahora, reciban con un fuerte aplauso al candidato de la Sociedad Rumana de Televisión".

El Estado de Israel ha enviado una comparsista a Eurovisión para recordarnos que tienen otros talentos, aparte del de asesinar chiquillos

En la bancada de enfrente, gran indignación con todo lo sucedido y partes iguales de autocomplacencia. En la SER han armado un recopilatorio con el parecer de sus ilustres. En Hora 25, Inés Hernand –que ahora trabaja en La 1– aplaudía que La 1 encasquetase un mensaje en favor de los derechos humanos durante la retransmisión del festival blanqueador en cuya organización se integra Televisión Española. "Un agujero de luz". Y tanto. Por cierto, leo que en Telemadrid han respondido a tamaña heroicidad acordándose de los homosexuales iraníes y de los demócratas venezolanos. Nuestro All Lives Matter llega con retraso.

Ignoraré, por pudor y dentera, a los valerosos comunicadores que se han atrevido a confesar que "en sus casas se boicotea Eurovisión". Estamos a dos cambios de canal de tomar el Palacio de Invierno, ¡ánimo, camaradas! No me resisto, sin embargo, a hocicar en la conspiración del televoto: con ese nombre, malo será que se le resista a Iker. Resulta que RTVE ha pedido a Eurovisión una "revisión completa" del voto popular (a ciento nueve céntimos, veinte mensajes por persona), porque le escama que tanto europeo se dejase los eurillos en apoyar a la representante del sionismo. Permítanme sugerir que hay mucho hijodeputa al que le sobran veinte euros. "Auditoría externa", palabras mayores. A este ritmo, las explicaciones de este chanchullo nos llegan antes que las del apagón.

En lo que concierne a nuestro periódico, habrán notado que en la sección de Cultura ha aparecido un mensaje que explicaba por qué no iba a cubrirse el evento no deportivo que más seguidores congrega a través de los medios de comunicación. Pensé en dedicar esta columna a cualquier otra minucia, pero el día diecisiete infoLibre se hizo eco de las amenazas que el certamen dirigió a RTVE, intentando que sus comentaristas no mentasen a los gazatíes. No soy digno de tirar la primera piedra, pero la segunda…

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