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La libertad no mata, los fanáticos, sí

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Están por un lado los muertos –entre ellos los dos policías que protegían la sede de Charlie Hebdo, el director de la publicación, Stéphane Charbonnier (Charb) y varios de sus dibujantes estrella: Cabu, Wolinski y Tignous–, y están por otro los principios. Y los heridos, y el dolor; también la rabia.

A los muertos se les rinden honores, memoria, funerales, enterramientos o crematorios, según lo considere cada familia. Lo único que no puede caer bajo ninguna bala es la esencia de lo que somos, los valores sobre los que nos sustentamos, entre ellos la libertad de expresión. Sin ella se impondría el miedo, el silencio, la sumisión. Si el límite fuera Mahoma, cualquier religión o intransigencia, lo será todo, también el presidente del banco que financia tu periódico, el Gobierno de turno que insufla vida a través de anuncios oficiales o subvenciones, el poder en cualquiera de sus formas. Esta es la teoría; todos estamos de acuerdo, pero se trata de un asunto complejo que exige ir más allá de las emociones.

Antes de que avance en el texto, un recordatorio: la viñeta que encabeza el texto pertenece a David Pope, supongo que nos perdonará la licencia. Resume el combate libertad-barbarie.

La credibilidad de un medio depende de los lectores, de años de trabajo y de fidelidad a unos valores periodísticos. La credibilidad se pierde en un santiamén. Ese prestigio se construye con transparencia e insobornabilidad. Charlie Hebdo siempre rechazó las ayudas oficiales; también, la publicidad. Su salud económica, su libertad, dependía –y depende– de sus lectores. Ahora los va a necesitar más que nunca.

El ataque contra la sede de la revista en el día de su consejo de redacción, cuando estaban todos sus periodistas y dibujantes, es un acto planificado, no casual. En uno de los vídeos difundidos en las redes sociales y medios digitales, uno de los asaltantes grita "¡Alá es grande!"; también se escucha "hemos vengado al profeta Mahoma", "hemos matado a Charlie Hebdo". El sello yihadista es incuestionable. Francia es uno de los países europeos que más voluntarios extranjeros aportan al Estado Islámico. Tenemos un problema.

No es el primer ataque contra esta revista satírica que publicó en 2006 las caricaturas de Mahoma junto al periódico conservador danés Jyllands-Posten. Aquellas 12 viñetas provocaron una oleada de críticas y manifestaciones en el mundo musulmán, además de ataques contra intereses occidentales, sobre todo daneses y franceses. Todo parecía orquestado, parte de un jugo mayor. Los manifestantes protestaban contra lo que no habían visto.

Varios medios europeos publicaron las viñetas, o algunas de ellas, en solidaridad, entre ellos la revista francesa Le Canard Enchainé, más próxima a lo que en España es Mongolia, la noruega Magazinet y el diario France Soir. La mayoría de los grandes medios internacionales optaron por proclamar la libertad de expresión pero sin incluir viñetas. Fue especialmente hábil el dibujante francés Plantu de Le Monde, que creó una figura de Mahoma con una frase de apoyo a la libertad de expresión.

También existe hoy un debate en los medios y las redes: ¿Debe haber límites al humor, a la libertad de expresión? ¿Es inteligente provocar a los asesinos? ¿Es autocensura no hacerlo? Resulta curioso leer a destacados representantes de la intolerancia de la derecha española, aquellos que no pierden ocasión de insultar al contrario, enarbolar la defensa de la libertad de expresión. Fluye un tufo islamófobo; nunca defienden el mismo derecho si se habla de Israel.

Durante aquella crisis de las viñetas escribí sobre ello en el blog Aguas Internacionales, que mantenía en El País antes del deceso periodístico de su autor, ya me entienden http://blogs.elpais.com/aguas-internacionales/2012/09/mahoma-y-la-libertad-de-expresion.html. ¿Es temerario desafiar a los fundamentalistas locos que habían intentado volar la revista? ¿Se puede expresar la crítica de otra forma más sutil? En el post incluí un dibujo de Carlos Latuff contra el director de Charlie Hebdo, y que ha resultado profético. Latuff ha publicado un segundo tras el atentado en el que considera que la revista es otra víctima de Oriente Próximo. 

En aquel texto ofrecí datos, a menudo contradictorios, para fomentar un debate; es la intención de todo lo que escribo: permitir que el lector saque sus propias conclusiones. ¿Cuáles son las suyas?

Defiendo que el límite de la libertad de expresión está en los tribunales. Si a un rey no le gusta lo que se publica de su hija no ordena la muerte de un periodista, como mucho presiona a la publicación, algo que también es lamentable. No es lo mismo matar que manipular desde el poder.

Estamos ante un debate esencial: la fe, las emociones, el fanatismo. La religión católica no dispone de la Inquisición, vivimos tiempos en los que el laicismo, que es la expresión máxima de respeto en democracia, trata de colocar la religión en la esfera privada del individuo, que es donde debería estar.

Las religiones nacen, se expanden y se contraen, como los seres vivos que las interpretan y siguen. La religión, la cultura y la ciencia tienen cierta incompatibilidad. A más incultura y menos educación siempre hay más intolerancia. La tradición está por encima de la ley. Sucede en Pakistán, Arabia Saudí o Afganistán.

Si sabemos lo que hace el Estado Islámico en Siria e Irak y sabemos que se nutren de miles de voluntarios extranjeros, muchos de ellos europeos que van y vuelven, no parece sensato jugar a la provocación extrema. ¿O sí se debe buscar el límite? Está en juego algo más que la vida de unas personas, la seguridad. La esencia de Charlie Hebdo es no ceder un centímetro.

En Occidente si algo te ofende tienes varias opciones: no comprar la revista, no leerla, denunciarla ante los tribunales. Aquí no volamos por los aires ni decapitamos a los diferentes. Ahora no, pero hasta hace no tanto éramos igual de salvajes.

Es importante que en casos tan dramáticos como este no perdamos de vista que entre los valores que defendemos están también la presunción de inocencia, el derecho a un juicio justo, a una defensa letrada. También es importante que recordemos algunas cosas esenciales: los delitos los cometen las personas, no las religiones, las razas, los países. Caer en la islamofobia, o en la censura, sería la mayor de las derrotas. Un dibujo de Charlie Hebdo de octubre de 2014 ayuda a aclarar este punto: en él se ve cómo los radicales tratan de degollar en nombre de Mahoma al mismo Mahoma al grito de infiel. La religión es solo la excusa, no el motor.

Termino con un dibujo de uno de mis dibujantes favoritos: Le Raul. Solo consiste en elegir una consonante de las dos disponibles. Parece baladí, pero en una de ellas está la base de todo, de la libertad y de la esperanza de poder usarla. ¡Fuerza Charlie Hebdo!

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