Les confieso que siempre he profesado una profunda admiración a los redactores del veterano programa Corazón de Televisión Española. La razón es la maravillosa forma que tienen de narrar las dichas y adversidades en las que se ven envueltos los famosos, ya saben, esas personas conocidas por su habilidad para vender su vida, no sus capacidades. Mientras que otros espacios de sociedad se deslizaron por la rocosa pendiente de la vulgaridad, Corazón siempre mantuvo las formas, creando todo un glosario de eufemismos que algún día merecerá la pena ser estudiado.
En este programa nunca hay separaciones sino “paréntesis". Los condes no se divorcian, sino que “distancian sus caminos”. Cuando una solista de la canción ligera se lía con un empresario de la noche mallorquina, “el amor le sonríe a orillas del Mediterráneo”. Lo mejor es cuando un vástago de famoso se monta cualquier chiringuito para justificar su alergia al trabajo, estilo confección de pulseras con piedras sagradas del Himalaya, 500 euros la pieza, que ahí la nena, o el nene, “emprenden un vibrante proyecto empresarial”.
Les cito Corazón porque me ha recordado a los titulares publicados estos días sobre “la aventura profesional” de Pablo Casado. Las noticias hablan de los “space cowboys” que acompañarán al antiguo líder del Partido Popular en el lanzamiento de un fondo de inversión centrado en la IA, lo aeroespacial y la defensa. Entre ellos se encuentra el sobrino de Ana Botín, lo que al menos nos ha proporcionado algo de seguridad en tiempos tan llenos de incertidumbre, al comprobar que la larga saga de banqueros tiene sucesores y a los botines no les da por, yo qué sé, meterse a reponedores de supermercado o ferrallistas.
Mientras que algunos medios nos contaban que el fondo de Casado iba a invertir en pymes españolas, en estas páginas, Ángel Munárriz nos aclaraba algunas interioridades del asunto, entre otras que estos aparatos societarios están diseñados para la elusión fiscal, también que Casado forma parte de este plantel de aventureros del parné en calidad de experto en geoestrategia y relaciones internacionales. Quizá la maestría le venga de cuando fue representante de Aznar para sus negocios en Libia. En 2010 el expresidente era comisionista de Abengoa tratando, debido a sus fluidas relaciones con Gadafi, la concesión de alguna desaladora.
Cuando el juego se va de las manos, por centrarse en un sector con especial demencia y voracidad, nos puede costar un disgusto serio como la Gran Recesión. Al menos el invento de Casado es 'ecofriendly'. Faltaría más
Casado nos cuenta algunas cosas sobre los ricos. La primera es que aprecian el paso por la política no por demostrar capacidad de gestión o liderazgo, palabras vacías tan del gusto de la época, sino por los contactos que conserves. La otra es que siempre hay que tener a mano a alguien que provenga de una familia del mundo del dinero, porque a la hora de obtener esos 150 millones de capital inicial, lo mismo al que invierte le importa que el favor le revierta por otro lado.
En todo caso, lo relevante del negocio de Casado es la naturaleza del propio invento, de nombre Hyperion. Un fondo de inversión de capital riesgo utiliza el dinero que recibe para participar temporalmente en empresas que no coticen en las grandes bolsas, con la intención de aumentar su valor y vender luego sus acciones a un precio mayor al momento de su compra. Los manuales de negocios nos explicarán que ese aumento de valor se produce por la mejora de gestión que el fondo aporta a la empresa participada. Lo cierto es que en muchos casos ese aumento de valor no se produce porque el fondo racionalice el uso de la fotocopiadora, sino por lograr contratos para la sociedad, puede que reales, puede que no tanto, o simplemente porque la propia participación del fondo se considera un espaldarazo de confianza para la empresa, derivando en un aumento artificial de su valor. Es decir, una inversión especulativa.
El gran problema que tiene Europa es que sus ricos ya no invierten su dinero en economía productiva, es decir, en aquellas empresas que producen bienes o servicios, sino que llevan su dinero a todo tipo de fondos de inversión que les permiten, mediante maniobras de elusión fiscal e ilusión monetaria, conseguir mayores beneficios y de manera más rápida que con la inversión tradicional. Así, mientras que la economía que crea riqueza y trabajo sufre para encontrar financiación, descontando los programas públicos de ayuda post-pandémica de la propia UE, la economía especulativa crece de manera descontrolada haciendo más ricos a los que ya lo son.
¿Este era el modelo que el antiguo líder del Partido Popular quería para España cuando se presentó a presidente del Gobierno?¿Es este el modelo que defiende su sucesor, Alberto Núñez Feijóo? Este tipo de juegos de casino se mantienen en pie porque nadie se atreve a decir que los títulos y acciones que pasan de mano en mano aumentando de valor son, en su gran mayoría, una virtualidad, una simulación que ayuda a amasar grandes fortunas en muy poco tiempo. Cuando el juego se va de las manos, por centrarse en un sector con especial demencia y voracidad, nos puede costar un disgusto serio como la Gran Recesión. Al menos el invento de Casado es ecofriendly. Faltaría más.
Les confieso que siempre he profesado una profunda admiración a los redactores del veterano programa Corazón de Televisión Española. La razón es la maravillosa forma que tienen de narrar las dichas y adversidades en las que se ven envueltos los famosos, ya saben, esas personas conocidas por su habilidad para vender su vida, no sus capacidades. Mientras que otros espacios de sociedad se deslizaron por la rocosa pendiente de la vulgaridad, Corazón siempre mantuvo las formas, creando todo un glosario de eufemismos que algún día merecerá la pena ser estudiado.