En este país se discuten cada día decenas de problemas que aparentan ser tan inapelables como inaplazables. Lo cierto es que la mayoría de ellos son completamente irrelevantes, cuando no conflictos artificiales con intereses pocos claros. Miren los últimos años y entenderán de qué les hablo. En estas últimas dos legislaturas, con un gobierno progresista en Moncloa, la actualidad ha sido asaltada por fabulaciones, cuando no directamente conspiranoias, con la intención de hacer razonable la agenda ultra y extender la antipolítica. Un día convendría repasarlas, ver en qué quedaron, también quién prestó su altavoz para darles notoriedad.
Este contexto trae consecuencias: mientras que dedicamos tiempo a lo contingente, mientras que tratamos de desmentir lo falso, no prestamos atención a lo real, a aquellas dificultades de entidad que realmente nos afectan. Por eso siempre hay que destacar cuando alguien dedica su esfuerzo a poner de relieve cuestiones de peso. Este martes, el sindicato Comisiones Obreras ha presentado el informe sobre brecha salarial de género, un estudio que ha puesto de relieve un dato que no se puede soslayar: las mujeres cobran 4341€ anuales menos que los hombres.
El informe, elaborado con los datos de la Encuesta de Población Activa del 2022, muestra que esta brecha está disminuyendo, pasando de un 25% al 18'6% actual, una cifra aún demasiado alta si tenemos en cuenta que en una sociedad justa, moderna y desarrollada deberíamos aspirar a la igualdad salarial completa. No obstante conviene señalar qué factores han contribuido a su descenso. Por un lado el aumento del SMI, algo que nos señala que las mujeres son empleadas en ocupaciones de menor cualificación que los hombres. Por otro lado, la firma del AENC ha facilitado la puesta en marcha de convenios colectivos que contemplan esta problemática.
Pero, ¿por qué se produce la brecha salarial de género? El documento cita tres factores a tener en cuenta que afectan a la desigual relación laboral que sufren las mujeres. El primero es uno preexistente al propio empleo: los roles de género. Las mujeres salen en peores condiciones para afrontar la carrera laboral debido a la disparidad en la educación, tanto la reglada como la informal. En segundo lugar los sectores feminizados de la producción cuentan con un menor valor social, lo que repercute en peores salarios. En tercero, el factor más relevante de todos, el tiempo que dedican las mujeres a los cuidados, lo que repercute en mayores interrupciones profesionales y mayor incidencia de la jornada parcial. Esta situación acarrea, además, unas pensiones más bajas.
Para paliar esta desigual situación laboral se necesitan políticas públicas que se encarguen de los cuidados, pero también que los hombres asuman de una manera decidida su papel en el cuidado de las familias
La división sexual del trabajo sigue existiendo de una manera muy notable, por mucho que su reflejo cultural esté atenuado. Que las mujeres tengan que destinar un elevado tiempo a los cuidados familiares, un trabajo no remunerado pero esencial para la reproducción de capital, se refleja en un dato esclarecedor: se ven afectadas por las jornadas parciales 12 veces más que los hombres. El 75% de las mujeres trabajan a tiempo parcial y sólo el 10% declara hacerlo de manera voluntaria.
En la presentación de estos datos, Carolina Vidal, secretaria de Mujeres e Igualdad del sindicato, ha declarado: “nosotras vivimos más tiempo, más años, pero de manera más pobre”, destacando que las discriminaciones y brechas salariales “tienen carácter estructural, por lo que hay que hacer reformas estructurales, con cambios legislativos y a través de la negociación colectiva”. Por su parte, Unai Sordo ha afirmado que “no habrá reducciones drásticas de la brecha salarial en España si no se libera a las mujeres de la ocupación vinculada a los cuidados, que está lastrando de forma indiscutible sus carreras profesionales y sus percepciones salariales”.
El cuidado de los hijos, las personas discapacitadas y dependientes, en especial personas mayores, es la primera causa de inactividad de las mujeres. En 2022, de todas las excedencias solicitadas para atender a niños y niñas, el 88% corresponden a madres. Parece claro que para paliar esta desigual situación laboral se necesitan políticas públicas que se encarguen de los cuidados, un cuarto pilar del Estado del bienestar que en España nunca ha acabado de desarrollarse, pero también que los hombres asuman de una manera decidida su papel en el cuidado de las familias, algo que hasta ahora no sucede.
Tras vernos asaltados cada día, en los últimos años, por guerras culturales que aparentan tener al feminismo como centro, flagrantes desigualdades como la brecha salarial de género nos tendría que alertar dónde se manifiestan los problemas de entidad: en el trabajo. La frialdad de estos datos se debería imponer a los discursos que desde el lado más reaccionario de nuestra sociedad afirman que el feminismo ha ido demasiado lejos. No podemos permitirnos, por justicia pero también por desarrollo económico del país, que las mujeres sean víctimas de esta desigual retribución.
En este país se discuten cada día decenas de problemas que aparentan ser tan inapelables como inaplazables. Lo cierto es que la mayoría de ellos son completamente irrelevantes, cuando no conflictos artificiales con intereses pocos claros. Miren los últimos años y entenderán de qué les hablo. En estas últimas dos legislaturas, con un gobierno progresista en Moncloa, la actualidad ha sido asaltada por fabulaciones, cuando no directamente conspiranoias, con la intención de hacer razonable la agenda ultra y extender la antipolítica. Un día convendría repasarlas, ver en qué quedaron, también quién prestó su altavoz para darles notoriedad.